Finalmente, Cristina ganó.
Nada nuevo bajo el sol, solo lo que se preveía. La gente festeja... ¿la gente festeja?
Bueno, algunos al menos lo hacen.
No es el caso de este periodista, ni de quienes trabajan en este medio.
El motivo es bien sencillo: desde que el kirchnerismo ha llegado al poder, los hombres de prensa hemos sufrido un hostigamiento fuera de lo común, a través de incesantes inspecciones, querellas penales, manipulación de la pauta oficial, hackeos informáticos y hasta amenazas directas e indirectas.
Nada le ha faltado al oficialismo a la hora de hostigar al periodismo (puedo hablar in extenso en primera persona acerca de cada uno de esos tópicos)
Pretender en estas horas que alguien que ejerce el periodismo independiente se alegre por el triunfo del kirchnerismo, es ingenuo.
Hay respeto desde este espacio, sí; especialmente hacia aquellos que votaron la continuidad de este modelo.
Pero no más que eso.
Bastante han debido purgar los periodistas no oficialistas por los caprichos de un Gobierno que no tolera la crítica, que protege al extremo la corrupción de sus propios funcionarios y que solo escucha los dictados de su propio relato.
¿Le hace bien a la democracia semejante situación?
¿Acaso debe callar el periodismo frente al delito?
Si no hubiera habido prensa crítica en estos años, si solo existieran medios adictos al oficialismo, ¿hubieran explotado públicamente escándalos de la talla de Skanska, Southern Winds, Shocklender-gate, triple crimen, Antonini Wilson, mafia de los medicamentos, Indec, Inadi y tantos otros?
¿Qué tan saludable para el republicanismo argentino hubiera sido que todo ello no saliera a la luz?
Si avanza en la Argentina la idea de un periodismo militante, como quiere el kirchnerismo, donde los hechos fácticos pierden relevancia frente al avance de la “construcción del relato”, se diluye por completo la idea de lo que debe ser la prensa por definición.
Paradójicamente, quien ha brindado uno de las mejores descripciones del “deber ser” de la profesión periodística ha sido Horacio Verbitsky, actualmente uno de los escribas más eficaces del poder K. “Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa. El resto es propaganda", advirtió Verbitsky antes de que los Kirchner llegaran al poder.
Esa frase tendría que estar enmarcada en la memoria de quienes hoy deshonran a la profesión a cambio de paladas de dinero proveniente de la pauta oficial.
Hace unos años eran pocos periodistas, pero hoy abundan a través de varias docenas de medios de comunicación, especialmente aquellos vinculados a empresarios oficialistas como Sergio Szpolski, Gerardo Ferreyra, Rudy Ulloa Igor, Matías Garfunkel, Raúl Moneta, Daniel Vila y tantos otros.
La mayoría de esos colegas no duda en mentir cada día a efectos de agradar al poder de turno, a través de sitios como Télam, Radios Nacional, Belgrano y Del Plata; diarios El Argentino, Página/12, Tiempo Argentino y Miradas al Sur; y revistas El Guardián y Veintitrés.
También hay muchos otros medios y programas de televisión —algunos de ellos producidos por Diego Gvirtz— que se encargan de hacer el mismo trabajo sucio.
Siempre por dinero, ojo, jamás por ideología.
La prueba de ello es que esos conglomerados están al tope de quienes cobran dinero en concepto de propaganda del Estado. Peor aún, la mayoría de esos medios no podría subsistir si no los financiaran con grandes sumas de dinero.
En sentido proporcional al chupamedismo, quienes trabajan allí, jamás serán víctimas de amenazas, aprietes o querellas judiciales por parte del poder.
Todo será color de rosa.
Es cómoda la situación de esos periodistas, pero también es egoísta.
Solo les interesa su propio bienestar personal, aunque la sociedad explote ahogada por la corrupción imperante.
Hay que mencionar que esto finalmente resultará cual búmeran que les volverá en contra más temprano que tarde.
Solo hay que tener paciencia y memoria.
Finalmente, de más está aclarar que los que estamos alejados de esa postura, sufrimos el ataque permanente y hasta el intento de ahogo financiero por parte del poder de turno.
Quienes siguen día a día lo que se publica en este sitio —nacido en el "lejano" 2003— han podido apreciar en más de una oportunidad de qué se tratan esos embates oficiales.
A quienes recién lo conocen, basta que utilicen el buscador del mismo, ya que gran parte de esos ataques han sido denunciados judicial y periodísticamente.
En fin, es el precio a pagar por la coherencia del trabajo honesto y sin cambios de discurso.
Es acaso el castigo que los periodistas independientes deberemos soportar durante otros cuatro años.
Por ello, la pregunta se torna inevitable: la victoria de Cristina, ¿merece algún tipo de festejo?
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1
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