Todas las muertes son tristes, despiadadas; muy pocas son útiles.
Si hay una que, más allá de legítimos dolores, lo fue, fue la del ex presidente Néstor Kirchner, de la que hoy se cumple un año triunfal.
Alguien, en estos días, subrayó que los tres presidentes –peronistas, por supuesto– que fueron reelectos en la Argentina contemporánea tenían algo en común:
"Tanto el general Perón como el doctor Menem y la doctora Fernández habían sufrido, en el año anterior a su reelección, la muerte de un pariente muy cercano: dos cónyuges, un hijo"
Yo no lo tenía presente cuando escribí, hace dos años, el artículo más raro que publiqué en mi vida.
Era el 15 de mayo de 2009, la popularidad de los doctores Kirchner estaba en mínimos históricos, y yo solía armar unas historias que parecían ficción para la contratapa de Crítica de la Argentina.
Ésta se llamó La solución final *, y contaba la historia de un "Comando Conspiraciones" que se preguntaba cómo hacer para ganar las elecciones que el kirchnerismo, entonces, tenía casi perdidas.
La conclusión era clara y espantosa, y el Comando decidía seguirla hasta sus consecuencias más letales.
"– ¿Y entonces?
– No se hagan los boludos, muchachos, que me entendieron perfecto.
Los tres hombres se miraron como se miran los que no quieren ver lo que están viendo: la esposa manoteando una entrepierna ajena, el telegrama de despido, aquella foto de sus veintiuno.
– ¿Vos querés decir que para que hagamos una buena votación en junio se tendría que morir alguien?
Le preguntó despacito el segundo, muy flaco, barba rala, sus ojeras.
– Vos sabés que estoy diciendo eso.
– ¿Pero quién, animal, de quién estás hablando?
–¿De quién voy a estar hablando?
El mozo llegó con la segunda botella de montchenot y un par de provoletas bien doradas.
El tercer hombre, pelo largo entrecano, prestancia de caudillo antiguo, amagó una sonrisa:
¿Pingüino o pingüina?
– Veo que ya nos vamos entendiendo."
Meses más tarde la realidad se hizo cargo de las fantasías del Comando.
El doctor Kirchner se murió de una muerte que todos le anunciaban y él no llegaba a imaginar.
Ese día publiqué una columnita en El País diciendo que “en la Argentina no hay político más poderoso que la muerte –y vuelve y vuelve y no nos suelta”
Ahora, a un año de su fin, el doctor Kirchner ya es una comisaría de Resistencia, la ruta 40 de San Juan, una calle de Tucumán, la avenida principal de Río Gallegos, la costanera de Caleta Olivia, el centro integrador Puerto Esperanza, Misiones, una calle de Paraná, una plaza de Ushuaia, un hospital de Florencio Varela, la sede de la Unasur en Buenos Aires, el Torneo Clausura del Fútbol argentino, la ruta 66 de Jujuy, una escuela y un barrio de Albardón, San Juan, un barrio de viviendas sociales en La Plata, una escuela en El Impenetrable, una comisaría en Puerto Rico, Misiones, un centro de estudios “para la integración de los pueblos latinoamericanos” en Buenos Aires, una escuela de Santiago del Estero, un cine-teatro en Palpalá, Jujuy, una calle y una plaza en San Vicente, un puente de Cosquín, un túnel vial en Carupá, el auditorio del Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, la ruta de entrada al Parque Nacional Pre-Delta en Entre Ríos, el aeropuerto de Villa María, la terminal de ómnibus de San Rafael, la terminal de ómnibus de Santiago del Estero, la terminal de ómnibus de Jujuy, el acceso principal de Pehuajó, un paseo costero en Calafate, una plazoleta en la ciudad de Buenos Aires, la ex ruta provincial 26 en Pilar, una plaza de Escobar, una beca para estudiar en Nueva York, un túnel de 800 metros en José C. Paz, un barrio de viviendas sociales en Tartagal –y siguen firmas, proyectos, nominaciones varias.
No hubo aviso oficialista en esta campaña electoral que no lo tuviera entre sus imágenes más repetidas.
Hoy, entre otras cosas, se inaugurará su mausoleo en Santa Cruz.
Es lo que los antiguos llamaban una apoteosis: el momento en que un hombre era ascendido a dios –o esa versión moderna del dios que convinimos en llamar mito: los Grandes Muertos Siempre Vivos.
Los mitos suelen ser una construcción lenta, un efecto de años y de muchos; aquí, ahora, el contrasentido de un mito instántaneo creado por el poder se desarrolla ante nosotros.
Es curioso -un privilegio raro- ver cómo se arma un mito: con qué herramientas, recursos, firuletes.
Por supuesto hay, para empezar, un relato totalmente sesgado de la vida de un hombre que, como todos, hizo cosas muy dispares -pero la historia mitificadora elude su apoyo a ciertos militares de la Dictadura, su largo rechazo a los defensores de los derechos humanos, su relación con Carlos Menem, su participación en la entrega de los recursos nacionales, sus negocios turbios.
El mito se alimenta de otros ritos: su nombre se ha vuelto el nombre de innumerables cosas pero su viuda nunca lo pronuncia; todo lo nombra menos ella, que lo nombra sin nombres, como si no necesitara nombres, como si todos los nombres lo nombraran: sigue diciendo Él, como quien nombra a aquel dios innombrable y vengativo de la Biblia.
El mito se alimenta de esos ritos, y los ritos no paran, no pueden parar si quieren cumplir su cometido. Hoy los habrá por toda la Argentina, de todas formas y colores, con más y menos contenido, con menos y más magia.
Ninguno, quizá, tan prístino como el de la señora Bonafini, que lidera desde hace treinta años a las Madres de Plaza de Mayo y esta tarde conducirá una radio abierta para “hablar con él”.
“Se cumple un año del día en que Néstor, sin avisarnos, se mudó a otro planeta. Pero aunque no nos avisó, porque se fue de golpe, nos dejó un legado increíble de enseñanzas políticas”, dice su comunicado.
Por eso, dice, hoy “hablaremos con él y le agradeceremos todo lo que nos dio”
El diálogo recién está empezando -y dirá tanto sobre la Argentina...
http://blogs.elpais.com/pamplinas/2011/10/la-apoteosis-de-el.html
Pamplinas por Martín Caparrós
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* La Solución Final. Por Martín Caparrós
(Nota aparecida en Crítica Digital el 15 de mayo de 2009)
Llevaban días hablando del asunto, y se desesperaban; por eso, cuando el primer hombre dijo que había encontrado la solución, los otros dos lo miraron escépticos: –Ya lo dijiste cuatro veces, che.
–No, muchachos, esta vez la tengo, de verdad que la tengo.
El primer hombre hizo una pausa, miró a su alrededor, chequeó que nadie lo mirara. La parrilla pretenciosa estaba medio vacía –la crisis llegaba a todas partes– y la pareja de la mesa de atrás tenía su propia trampa que atender.
–Es cierto, estamos al horno. Si esto sigue así perdemos por goleada; ni la guita para los intendentes, ni las listas testimoniales, ni los aprietes, nada: pareciera que ya hicimos todo lo posible y nos hundimos igual. Pero hay algo que todavía nos puede salvar.
–Dale, che, ya amenazaste suficiente. Ahora decilo.
–No lo voy a decir, les voy a preguntar. ¿Qué es lo único que todos los argentinos respetan?
Dijo el primer hombre, y los otros dos se lanzaron a una ristra de lugares comunes –la vieja, la bandera, el éxito, Gardel, la guita– que el primero rechazaba con cara de buda satisfecho y burlón. El hombre tenía una papada extraordinaria, los ojitos perdidos entre grasa:
–No, muchachos, nada de eso: la muerte. En este país lo único que todos respetan es la muerte, lo único que te hace realmente bueno es morirte. Acá si estás muerto aunque seas un reverendo hijo de puta te volvés un grande. Fíjense lo que le pasó a Alfonso, por ejemplo.
–Che, el pobre Alfonso no era un hijo de puta…
–Nunca me vas a entender de una, ¿no? Yo no quise decir que fuera nada: quiero decir que cuando estaba vivo no lo votaba nadie y ahora que murió se convirtió en un prócer. Si hasta está resucitando al hijo… –¿Y entonces?
–No se hagan los boludos, muchachos, que me entendieron perfecto.Los tres hombres se miraron como se miran los que no quieren ver lo que están viendo: la esposa manoteando una entrepierna ajena, el telegrama de despido, aquella foto de sus veintiuno. –¿Vos querés decir que para que hagamos una buena votación en junio se tendría que morir alguien?Le preguntó despacito el segundo, muy flaco, barba rala, sus ojeras. –Vos sabés que estoy diciendo eso. –¿Pero quién, animal, de quién estás hablando? –¿De quién voy a estar hablando?
El mozo llegó con la segunda botella de montchenot y un par de provoletas bien doradas. El tercer hombre, pelo largo entrecano, prestancia de caudillo antiguo, amagó una sonrisa: ¿pingüino o pingüina?
–Veo que ya nos estamos entendiendo.
Dijo el primer hombre, y el segundo les preguntó si estaban locos.
–Locos no, al contrario, demasiado cuerdos. Bueno, basta de mariconadas: ¿pingüino o pingüina?
La discusión fue larga: el tercer hombre dijo que si la que moría era ella la ventaja era que iba a dar muy Evita, que se compraba todos los boletos para el mito, que a largo plazo era un golazo pero que en lo inmediato tenía un par de problemas:–Uno es que queda él solo y hay mucha gente que no lo soporta más.Dijo el segundo, que se empezaba a entusiasmar, y dijo que con la simpatía por la muerte de su mujer le iba a cambiar la imagen y hasta quizá le bajaba las ínfulas y lo hacía más tolerante y otros cuentos de lechera hasta que el tercero pegó un puñetazo sobre la mesa: –No, boludo, no se puede. Está Cobos. –Uy, dios, qué manga de boludos. Si la que se muere es ella, la sucede Cobos y se nos pudre todo.
–Va a tener que ser él.
–Pero si es él, ella va a dar muy Isabelita; el macho se murió y quedó la viuda pobrecita. –No, hermano, no digas tonterías. Ella nunca va a dar Isabelita. Y, de todas formas, no tenemos otra.
–Tienen razón: va a tener que ser él.
–Va a tener que ser él.
–Va a tener que ser él.
Los tres hombres se miraron para sellar un pacto grave, decisivo; la segunda botella estaba muerta y la provoleta se enfriaba en el medio de la mesa.
–Y además, con perdón, así se va a acabar toda esa sanata sobre el doble comando.Dijo el tercer hombre y el segundo lo miró pesado: una cosa era jugarse a un sacrificio por la patria, le dijo, y otra hacerle el juego a La Nación.–Ok, tenés razón. Pero, hablando de sacrificio, se olvidaron de lo más importante. ¿Quién carajo puede pensar que el hombre va a hacer semejante sacrificio?Dijo el tercero y tuvo un momento de alivio: estaban hablando boludeces, no iban a hacer nada de eso.
–¿Cómo, no estuvo dispuesto a dar su vida por la patria? La patria, de puro generosa, le dio una prórroga de treinta años, y ahora la reclama.
Dijo el segundo, las ojeras cada vez más hondas, y que el poder le gusta tanto que en una de ésas podían convencerlo: de últimas le decimos que es una farsa, que no se va a morir de veras, y cuando se quiera dar cuenta ya no va a poder reclamar nada.
–No sean boludos, che. Por supuesto que el hombre no va a querer morirse para mantener el modelo. Así que nunca va a saber que se está muriendo para eso, ni para ninguna otra cosa.
El mozo llegó con las mollejas y los tres hombres ni siquiera las miraron. Acababan de entender que se estaban confabulando en algo extraordinario, algo que los uniría por el resto de sus vidas. El segundo se preguntó si valdría la pena; el primero trató de pensar cómo había llegado hasta ahí y se dijo que, de todos modos, no tenía vuelta atrás: que volver atrás significaba perder todo lo que había conseguido hasta entonces, la subsecretaría, las prebendas, su trozo de poder, y que además era una maniobra genial, alta política. El tercero dijo que lo único que les faltaba era decidir cómo iba a ser.
–Puta, estamos al horno.
Dijo el primero. Durante la hora siguiente las mollejas se volvieron amarillas, las montche siguieron insistiendo y los tres hombres discutieron la forma de esa muerte por la patria o, al menos, el poder. Dijeron que lo más fácil sería simular un infarto con alguna de esas drogas de diseño que matan sin dejar ningún rastro, pero se preguntaron si un infarto no era una marca de debilidad que les complicaría las cosas. No, es una muestra de que estaba tan preocupado por el destino del país, que trabajaba tan duro, es una forma de decir que se sacrificó por la patria. ¿Vos creés? Bueno, es una forma, sí, pero es un poco blanda, como desperdiciada. Entonces pensaron en generarle una enfermedad violentísima que lo matara en un mes de agonía, porque así tendrían al país agarrado de sus partes: ¿vos te imaginás lo que sería, los partes médicos tres veces por día, la vigilia en la puerta de la clínica, virgencitas, bombos, todo el mundo pendiente? Eso nos da un cheque en blanco por quién sabe cuánto. ¿Cuánto dinero? No, boludo, cuánto tiempo. Sí, claro. Hasta que el segundo pronunció lo que los demás habían estado pensando sin atreverse a nombrarlo: el atentado, el magnicidio.
–Ésa sí que da juego. Imagínense, muchachos, nos conseguimos un par de gurkas que la hagan, les prometemos un fangote de guita, nos aseguramos de que la cana los haga percha, no queda nadie que pueda decir nada. Y tiene la ventaja de que le podemos echar la culpa a algún sector y ahí sí que los hundimos para siempre.
–Tremendo. Piensen por ejemplo si hacemos correr la voz de que fue un comando de sojeros medio quebrados que quisieron vengarse…
–Sí, o que fueron piqueteros calientes porque los había abandonado, ahí nos compramos a toda la clase media, la derecha.
–O mandamos que fueron los milicos y recuperamos a la izquierda y los progres y todos los políticamente correctos.
–O la mejor: que fue la CIA y nos ponemos a la cabeza de la revolución sudaca, otra que Chávez y las venas abiertas de Bolívar.
–Sí, capaz que habría que mandar a medirlo antes de decidir. Se miraban, excitados, trémulos: habían dado con el huevo de Colón, iban a ganar las elecciones por afano, a dar vuelta el proceso en un grado que pocos soñarían. –La única cagada es que nunca se lo vamos a poder decir a nadie. –Obvio, no. Nos lo vamos a tener que llevar a la tumba.
–Bueno, a menos que en algún momento ella se ponga muy boluda y haya que explicarle cómo fue que ganó. Y ahí sí que la tenemos agarrada de los pelos. –Muchachos, el mecanismo es perfecto. Nos cargamos a uno, nos aseguramos a la otra. Y, con esa muerte, no hay quien pierda las elecciones. –Pará, pará, a mí se me ocurre una mejor.
–Qué, boludo, no hay ninguna mejor.
–Esperá que te la cuente y vas a ver.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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