"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 28 de noviembre de 2011

Tortuosas deudas


Editorial | La Vanguardia

Las crisis de la deuda que afectan a Europa y a EE.UU. están encontrando graves dificultades políticas para su resolución.
La falta de consenso en la zona euro para buscar una dirección clara en un área vapuleada por los mercados y, a su vez, el fracaso en Washington del comité del Congreso para acordar un recorte de gastos de 1,2 billones de dólares tienen rasgos propios y aspectos comunes, como sería la necesidad de reformular la economía y el contrato social en los grandes países occidentales.

En la zona euro hay una crisis de deuda cuya superación exige sacrificios y ajustes a algunos países, como Italia y España, y recursos financieros para salir adelante, como el fortalecimiento del fondo de estabilidad, que podría ser aprobado mañana, y, más adelante, para apoyar la emisión de eurobonos. Alemania ha presentado vetos a algunas de estas iniciativas, como lo ha hecho con la compra de deuda del BCE, y ha exigido ajustes a sus socios en situaciones extremas.
Se ha entendido esta posición crítica como un rasgo de arrogancia nacional y antieuropeísmo. Esto habría que matizarlo mucho.
El progresivo compromiso de Berlín con el euro (la salida de miembros del Bundesbank del BCE fue la señal más clara) ha conducido al Tesoro alemán a tener problemas serios en la colocación de su deuda al juzgarla en adelante los mercados indisolublemente vinculada a la de sus socios europeos. Tras Francia, Alemania podría ser la última víctima de los problemas de la deuda soberana.
Otra cosa distinta es la naturaleza del euro, que se trata –a veces se olvida– de un proyecto político y un experimento económico (que está saliendo últimamente caro).
En lo político, Berlín está tratando de recuperar espacio en Europa y promueve nuevos tratados para lograr una zona euro más conforme a su modelo que pueden significar cambios respecto al primitivo contrato europeo. Se vislumbran duras negociaciones.
Y hay más, el Estado de bienestar europeo está también en cuestión. Nicolas Sarkozy se lo aclaró a los suyos: "Durante decenios se ha protegido a los franceses a crédito". Y se acabó: Europa ya no goza de prime rate en la galaxia del capital mundial.

A su vez, el superfracaso del supercomité norteamericano para encontrar un acuerdo sobre la reducción de la deuda de EE.UU. (el 94,4% del PIB) revela la polarización política que se da allí entre demócratas y republicanos de cara a las elecciones presidenciales del 2012.
Ante la de necesidad de reducir su deuda, que llevó en agosto a Standard & Poor's a rebajar su rating, los republicanos se niegan a aceptar más impuestos y los demócratas rechazan tocar los grandes programas sociales.
La falta de acuerdo provocará el recorte automático de 1.200 millones de dólares en diez años a partir del 2013 a partes iguales entre los gastos de defensa y los otros.
Este reparto ha llevado al Departamento de Defensa a advertir que EE.UU. corre el peligro de convertirse en un tigre de papel.
Y en Washington se levantan ya voces de que "ya es hora de que Europa, que gasta el 1,7% de su PIB en defensa frente al 5,4% en EE.UU., se encargue de su propia seguridad".
En tal ambiente, la clase política –muy desprestigiada por ello– ha devuelto la pelota a los electores, que deberán decidir en el 2012 el tamaño y el papel del Gobierno.

Y por si fuera poco, la falta de soluciones al endeudamiento está poniendo en peligro la recuperación económica, ahora a mitad de su camino, a ambos lados del Atlántico.
El reto es muy serio para fracasar en ello.

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