Por Víctor Corcoba Herrero (*)
Cada día los españoles son más pobres y el
comportamiento de los que administran el dinero público nada ejemplar.
Mariano Rajoy debería declarar a los cuatro vientos,
que se acabó el despilfarro, y debería poner en total transparencia las cuentas
y los poderes.
Somos un país endeudado hasta los dientes.
Las administraciones son tantas que se estorban unas
a otras y sus deudas son tan grandes que es mejor acostarse a dormir sin cenar.
La deuda de los bancos españoles también se dispara
y la multitud de entidades crediticias, que también se entorpecen unas a otras,
están con la soga al cuello.
Sólo hay dos formas de pagar las deudas: por el trabajo y por el ahorro.
Difícil lo tenemos.
Uno de cada tres parados de la zona euro es español.
Se nos complica el panorama, porque los cerebros, o
sea, las personas formadas, optan por cambiar de aires, buscando lugares donde
se valore su saber y se estime su conocimiento. Mientras, tanto, en la España
del derroche político y de la mediocridad, la clase política se gasta en juergas lo que
no tenemos en el presupuesto.
Lo que más me preocupa es que en este país todos se
preguntan: ¿qué va a pasar?
Muy pocos
dicen: ¡vamos a hacer algo!.
Lo que más debiera inquietarnos son estos
comportamientos nada ejemplares de personas con poder en plaza, que en lugar de
servir a lo público, se sirven de lo público y, lo que es peor, no reparan el
daño, ni devuelven lo robado.
Los
españoles (y los
ciudadanos del mundo) deberían
plantarse y castigar duramente a la persona que hace un mal uso público del
poder para conseguir ventajas ilegítimas.
Un día sí, y al otro también, se publica un caso de
algún gobernante, que se ha aprovechado de los recursos del Estado para
enriquecerse.
Estos comportamientos corruptos, como el uso
ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, el pucherazo,
sobornos, extorsiones, fraudes, malversación..., siguen estando a la orden del
día, sabedores de que hacen un daño tremendo a la democracia.
Habría que tomar medidas urgentes para comenzar a
injertar ética en las administraciones españolas, en el sistema político
español, despolitizar instituciones en la que sus miembros están sufriendo
permanentemente injerencias partidistas, disminuir cargos y establecer la
incompatibilidad de percibir más de un sueldo por ocupar puestos de carácter
político, antes de que la enfermedad vaya a más y se cargue el Estado de
Derecho.
España se empobrece como jamás.
Y lo malo es que los políticos no piensan en las
próximas generaciones, sino en las próximas elecciones; y siguen haciendo
política partidista en lugar de política de Estado.
A la mínima sospecha de corrupción, el político
debería quitarse de en medio…
Por desgracia no sucede así.
Se
resguarda aún más en el poder; obviando que todo
poder lleva implícito deberes ejemplarizantes y ejemplarizadores.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo
de Víctor Corcoba Herrero por gentileza de su autor, escritor residente en
España.
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