"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 2 de enero de 2012

La Ley de la Octava


Discípulo y artista   Battiato y Gurdjieff


Como dice el mismo Battiato, Gurdjieff era sobre todo un maestro de vida práctica, que sin embargo formuló una excepcional ley sobre el Cosmos, el Universo, aquello que en definitiva es exterior al hombre, lo Divino que también condiciona su vida espiritual.
La comprensión de ciertas leyes cósmicas permite la comprensión de ciertos mecanismos humanos y viceversa: 
Éstos son dos planos distintos, pero complementarios para que el hombre conozca.
Todo el Universo consiste en vibraciones, en todo tipo de materia, en cuanto todo es energía.
Estas vibraciones no son constantes, sino que mudan, suben y bajan, no de modo uniforme, parecidas al movimiento de un elemento que va rozando con la superficie de un terreno.
La ley de las octavas nos explica que ni siquera la fase de crecimiento y de decrecimiento de una vibración es uniforme, pero hay periodos en que se ralentiza para después reanudar de modo normal hasta llegar al punto máximo.
Un punto de ralentización está casi al inicio del movmiento, otro casi al final.

CONSISTENCIA DEL MOVIMIENTO DE LAS VIBRACIONES ENTRE DOS PUNTOS.
En el pasado muchas escuelas sabían de este movimiento no uniforme y han transferido este conocimiento de modo simbólico, con glifos y diagramas.
En ellos el movimiento no uniforme de la vibración era representado con un esquema octogonal compuesto por ocho escalones (la octava)

Esta ley la podemos encontrar aplicada en muchísimos ámbitos:
En la luz, en el calor, en las vibraciones químicas y también en la tabla periódica de elementos.
La ley del octeto en química le hace guiños a la ley de las octavas.
Podemos encontrar aplicaciones también  en la música.

En la escala musical de siete tonos (DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI) entre el MI y el FA y el SI y el DO (casi al inicio y casi al final de la escala de tonos) falta un semitono, que sí que está entre las otras notas.
Hay un vacío, un agujero, que sería la ralentización.
Esta ley nos explica por qué en todas las formas vibracionales (y por tanto en el universo) hay fases en que la vibración necesita un mayor impulso para mantenerse lineal.
Cuando una vibración inicia su recorrido sufre, a causa de la deceleración momentánea y del semitono que falta, una imperceptible desviación.
A mucho avanzar en las desviaciones viene a formarse un círculo, una figura cerrada: por eso todo es cíclico en la naturaleza y muda a causa de la desviación.
Esta ley explica pues por qué en la naturaleza nada va en línea recta y que con frecuencia nuestras acciones mudan y se distancian del proyecto inicial que se creó por el impulso primario.

Tras un justo impulso, una justa comprensión, un justo propósito, una justa atención, una justa comprensión emocional, lo que nos proponemos por el contrario se vuelve aburrido y perdemos el entusiasmo, nos volvemos perezosos y abandonamos las cosas más difíciles. El impulso sigue actuando y la recta sigue desarrollándose hasta el siguiente semitono que falta y allí el trabajo se detiene de modo definitivo, se introducen emociones negativas, cambios de programa, ajustes o correcciones que, en realidad, son una verdadera y auténtica modifcación del propósito inicial.
En los peores casos la línea recta sigue haciendo su recorrido ya esclava de las resistencias externas e internas y modifica aún su trayecto en concomitancia con los semitonos que faltan.
Esta distorsión se vuelve tan radical hasta llegar a la inversión y el resultado es exactamente inverso al propósito.
Si es verdad para todo lo que nos circunda, la ley de la octava, sobre el conocimiento cósmico, inviste también a los seres humanos y sus acciones, por tanto al otro plano del conocimiento del hombre, el individual.
Esa ley cósmica regula nuestro comportamiento y nos vuelve incapaces de hacer algo exactamente como nos lo habíamos propuesto en el impulso inicial.
Ello es invisible al hombre ordinario que cree, en su lugar, que las líneas de trabajo se desarrollan siempre de un modo uniforme y constante.
Esto da la ilusión de poder hacer y de ser nosotros mismos quienes decidimos el cambio de programa o una variación del impulso primario, cuando en realidad no podíamos hacer otra cosa en cuanto que son las influencias externas y los semitonos que faltan los que han desviado la línea propositiva inicial.

LOS SHOCKS ADICIONALES
En alguna octava es posible que la acción emprendida se mantenga recta y alcance su objetivo.
Esto sin embargo se da, salvo en casos particulares, en octavas paralelas que, casualmente, entran en sintonía con la octava principal yendo a colmar los semitonos que faltan.
Los shocks de la octava ascendente deben ser de una fuerza tal que permita al tono permanecer en línea recta.
Por tanto en la primera ralentización tal tono debe tener una cierta fuerza, en la segunda, por el contrario, debe ser aplicada una fuerza mayor que en la primera en cuanto la segunda ralentización (entre SI y DO ) tiene una vibración más alta que la primera (entre Mi y FA ).
En la octava descendente la primera ralentización está entre DO y SI, la segunda entre FA y MI.

Al contrario de la octava ascendente, el primer shock debe ser de un tono ms alto y de una fuerza mayor que el segundo.
La existencia de octavas paralelas se corresponde en la vida humana a una fortísima sensación de poder hacer, el justo propósito.
Estas octavas paralelas a veces no las hay (octavas que pueden ser de diverso tipo ya sea interior como exterior), y la línea recta no se verifica:
“En efecto, el hombre ordinario está sujeto a la casualidad que sostiene o no los semitonos que faltan en las octavas determinando así el éxito o el fracaso de una acción.

Si, sin embargo, se construyen conscientemente los shocks, sin esperárselos por casualidad, y si éstos son ejecutados según el modelo indicado es posible permitir a la octava que prosiga en línea recta.
Para hacer esto es necesario reconocer las octavas ascendentes y descendentes de la vida ordinaria, aprender a ver los semitonos que les faltan (los momentos en los que el impulso de origen cambia) y ponerle remedio con shocks o esfuerzos suficientes para rellenar el tono que falta, ingeniéndoselas para hacer de modo que la atención pueda ser mantenida constante y que la acción encuentre nuevo vigor y pueda desenvolverse hasta el siguiente obstáculo.
La tarea no es fácil en cuanto que deberíamos conocernos mejor a nosotros mismos y estar lo bastante despiertos para reconocer cuándo una iniciativa recibe una deformación del tono, modificándose.
Emprendemos una actividad: pasamos fácilmente de DO a RE.
Sólo con grandes esfuerzos pasamos de RE a MI, pero nada más llegar aquí, nos olvidaremos o sucederá algo inevitable que nos hará regresar al DO de partida.
Si no obstante nuestra atención o conciencia de nosotros mismos se vuelve un esfuerzo correcto conseguiremos entender cuán cerca estamos del MI y por lo tanto de la ralentización.

En este punto será necesario aplicar un shock preciso para la superación de esa fase, así como aplicarse con más motivación, proponerse profundizaciones.
Estos son shocks adicionales interiores, es decir, octavas de distinto tipo y origen (por ejemplo psicológicas, determinadas por un tipo de carácter), que se entrecruzan después con la octava principal.

Existen también las externas, fortuitas, que se dan por casualidad.

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