Discípulo y artista Battiato y Gurdjieff
Como dice el mismo Battiato, Gurdjieff era sobre todo un maestro de vida práctica,
que sin embargo formuló una excepcional ley sobre el Cosmos, el
Universo, aquello que en definitiva es exterior al hombre, lo Divino que también
condiciona su vida espiritual.
La comprensión de ciertas leyes cósmicas
permite la comprensión de ciertos mecanismos humanos y
viceversa:
Éstos son dos planos distintos, pero
complementarios para que el hombre conozca.
Todo el Universo consiste en vibraciones, en todo
tipo de materia, en cuanto todo es energía.
Estas vibraciones no son constantes, sino que mudan,
suben y bajan, no de modo uniforme, parecidas al movimiento de un elemento que
va rozando con la superficie de un terreno.
La ley de las octavas nos explica que ni siquera la
fase de crecimiento y de decrecimiento de una vibración
es uniforme, pero hay periodos en que se ralentiza para después
reanudar de modo normal hasta llegar al punto máximo.
Un punto de ralentización
está
casi al inicio del movmiento, otro casi al final.
CONSISTENCIA
DEL MOVIMIENTO DE LAS VIBRACIONES ENTRE DOS PUNTOS.
En el pasado muchas escuelas sabían
de este movimiento no uniforme y han transferido este conocimiento de modo simbólico,
con glifos y diagramas.
En ellos el movimiento no uniforme de la vibración
era representado con un esquema octogonal compuesto por ocho escalones (la
octava)
Esta ley la podemos encontrar aplicada en muchísimos
ámbitos:
En la luz, en el calor, en las vibraciones químicas
y también
en la tabla periódica de elementos.
La ley del octeto en química
le hace guiños a la ley de las octavas.
Podemos encontrar aplicaciones también en la música.
En la escala musical de siete tonos (DO, RE, MI, FA,
SOL, LA, SI) entre el MI y el FA y el SI y el DO (casi al inicio y casi al
final de la escala de tonos) falta un semitono, que sí
que está
entre las otras notas.
Hay un vacío, un agujero, que sería
la ralentización.
Esta ley nos explica por qué
en todas las formas vibracionales (y por tanto en el universo) hay fases en que
la vibración necesita un mayor impulso para
mantenerse lineal.
Cuando una vibración inicia su recorrido
sufre, a causa de la deceleración momentánea y del semitono que
falta, una imperceptible desviación.
A mucho avanzar en las desviaciones viene a formarse
un círculo,
una figura cerrada: por eso todo es cíclico en la naturaleza
y muda a causa de la desviación.
Esta ley explica pues por qué en la naturaleza nada
va en línea
recta y que con frecuencia nuestras acciones mudan y se distancian del proyecto
inicial que se creó por el impulso primario.
Tras un justo impulso, una justa comprensión,
un justo propósito, una justa atención,
una justa comprensión emocional, lo que nos proponemos por
el contrario se vuelve aburrido y perdemos el entusiasmo, nos volvemos
perezosos y abandonamos las cosas más difíciles. El impulso sigue
actuando y la recta sigue desarrollándose hasta el siguiente
semitono que falta y allí el trabajo se detiene de modo definitivo, se
introducen emociones negativas, cambios de programa, ajustes o correcciones
que, en realidad, son una verdadera y auténtica modifcación
del propósito
inicial.
En los peores casos la línea
recta sigue haciendo su recorrido ya esclava de las resistencias externas e
internas y modifica aún su trayecto en concomitancia con los
semitonos que faltan.
Esta distorsión se vuelve tan radical
hasta llegar a la inversión y el resultado es exactamente inverso al
propósito.
Si es verdad para todo lo que nos circunda, la ley
de la octava, sobre el conocimiento cósmico, inviste también
a los seres humanos y sus acciones, por tanto al otro plano del conocimiento
del hombre, el individual.
Esa ley cósmica regula nuestro
comportamiento y nos vuelve incapaces de hacer algo exactamente como nos lo
habíamos
propuesto en el impulso inicial.
Ello es invisible al hombre ordinario que cree, en
su lugar, que las líneas de trabajo se desarrollan siempre
de un modo uniforme y constante.
Esto da la ilusión de poder hacer y de
ser nosotros mismos quienes decidimos el cambio de programa o una variación
del impulso primario, cuando en realidad no podíamos hacer otra cosa en
cuanto que son las influencias externas y los semitonos que faltan los que han
desviado la línea propositiva inicial.
LOS
SHOCKS ADICIONALES
En alguna octava es posible que la acción
emprendida se mantenga recta y alcance su objetivo.
Esto sin embargo se da, salvo en casos particulares,
en octavas paralelas que, casualmente, entran en sintonía
con la octava principal yendo a colmar los semitonos que faltan.
Los shocks de la octava ascendente deben ser de una
fuerza tal que permita al tono permanecer en línea recta.
Por tanto en la primera ralentización
tal tono debe tener una cierta fuerza, en la segunda, por el contrario, debe
ser aplicada una fuerza mayor que en la primera en cuanto la segunda
ralentización (entre SI y DO ) tiene una vibración
más
alta que la primera (entre Mi y FA ).
En la octava descendente la primera ralentización
está
entre DO y SI, la segunda entre FA y MI.
Al contrario de la octava ascendente, el primer
shock debe ser de un tono m�s alto y de una fuerza mayor que el
segundo.
La existencia de octavas paralelas se corresponde en
la vida humana a una fortísima sensación
de poder hacer, el justo propósito.
Estas octavas paralelas a veces no las hay (octavas
que pueden ser de diverso tipo ya sea interior como exterior), y la línea
recta no se verifica:
“En efecto, el hombre ordinario está
sujeto a la casualidad que sostiene o no los semitonos que faltan en las
octavas determinando así el éxito o el fracaso de
una acción.
Si, sin embargo, se construyen conscientemente los
shocks, sin esperárselos por casualidad, y si éstos
son ejecutados según el modelo indicado es posible permitir
a la octava que prosiga en línea recta.
Para hacer esto es necesario reconocer las octavas
ascendentes y descendentes de la vida ordinaria, aprender a ver los semitonos
que les faltan (los momentos en los que el impulso de origen cambia) y ponerle remedio
con shocks o esfuerzos suficientes para rellenar el tono que falta, ingeniéndoselas
para hacer de modo que la atención pueda ser mantenida
constante y que la acción encuentre nuevo vigor y pueda
desenvolverse hasta el siguiente obstáculo.
La tarea no es fácil en cuanto que deberíamos
conocernos mejor a nosotros mismos y estar lo bastante despiertos para
reconocer cuándo una iniciativa recibe una deformación
del tono, modificándose.
Emprendemos una actividad: pasamos fácilmente
de DO a RE.
Sólo con grandes esfuerzos pasamos de RE a
MI, pero nada más llegar aquí,
nos olvidaremos o sucederá algo inevitable que nos hará regresar al DO de
partida.
Si no obstante nuestra atención o conciencia de
nosotros mismos se vuelve un esfuerzo correcto conseguiremos entender cuán
cerca estamos del MI y por lo tanto de la ralentización.
En este punto será necesario aplicar un shock
preciso para la superación de esa fase, así como aplicarse con más motivación,
proponerse profundizaciones.
Estos son shocks adicionales interiores, es decir,
octavas de distinto tipo y origen (por ejemplo psicológicas, determinadas por
un tipo de carácter), que se entrecruzan después con la octava principal.
Existen también las externas, fortuitas, que se dan
por casualidad.
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