Por Víctor Corcoba Herrero (*)
Se me ocurre esta reflexión, bajo la idea aristotélica de que
"todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores".
Ciertamente, este mundo globalizado necesita de menos halagadores y de más personas serias, capaces de actuar con rectitud en todo momento.
De ahí, mi apuesta por regenerar el espíritu y la razón.
Esto sólo se consigue con una regeneración educativa integral.
El progreso más que una cuestión de dinero es una tema de educación.
Muchas cosas avanzan pero otras están retrocediendo.
Ya se sabe, que cuando la ordinariez gobierna la rudeza preside banquetes.
La realidad nos exige actuaciones concretas.
Lo prioritario, a mi juicio, es que debemos poner a punto temas claves que se nos han ido de las manos. Principalmente hemos de asentar, y de situar al alcance de todos, una formación armónica de la persona como principio, una ética como base de diálogo y un progreso solidario como fin.
Por otra parte, considero bastante complicado que pueda educar quien no tiene principios.
Para todo se necesita haber sido formado, con una formación verdaderamente humana y auténtica.
No en la competición, sino en la colaboración.
No en el derroche, sino en la mesura.
No en la conflictividad, sino en el diálogo.
Verter confusión hace mucho daño.
Se trata de que las genialidades se compartan y respondan a las necesidades humanas, sin privilegios ni inmunidades.
Para empezar, debemos aprender de los más cultivados en la cooperación para que realmente el mundo se regenere.
Requerimos diseñar estrategias que fomenten las relaciones humanas a nivel global.
Es preciso interconectar las políticas de servicio al ciudadano.
Por mucho que se nos llene la boca de progreso y regeneracionismo, éste no se producirá mientras las actuaciones políticas y económicas no tomen una orientación solidaria y un férreo código moral entre sus lenguajes.
Ningún manjar es más sabroso para el alma de cualquier ser humano que el conocimiento de la verdad.
Por ello, la regeneración educativa ha de ser también psíquica.
Es hora de salvar al mundo por medio del mundo.
Son muchas las personas que se desplazan de un país a otro, sea por huir de las persecuciones o por buscar una vida más digna.
Realmente, hoy todos estamos llamados a emprender un itinerario de comprensión que conlleve, precisamente la aceptación de las legítimas diversidades.
Se debe, pues, reactivar el respeto por los demás como primera condición de vida.
No en vano, el dicho popular de que
"cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto", se ha encallado en todas las atmósferas de la vida para dolor de los moradores de este mundo.
No obviemos, ni tampoco olvidemos, que la misma democracia no es otra cosa que el respeto por el ser humano como ser racional y libre.
Regeneremos este espíritu antes de que sea demasiado tarde.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Víctor Corcoba Herrero por gentileza de su autor, escritor residente en España.
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