"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 4 de marzo de 2012

¡Ay, Patria suya!

Por Carson Marsh /
Facebook

Doy inicio formal a mi Espacio Sabatino correspondiente al 3 de marzo de 2012.
El mismo está dedicado y pensado para TODOS y CADA UNO de ustedes, mis apreciados amigos de Facebook.
Y comienza con mi editorial, que se titula: “¡Ay, Patria suya!”
La “mejor” forma que parece haber encontrado la Déspota Electiva para homenajear a Manuel Belgrano es no sólo desconocerlo como General, sino, además, disponiendo la conmemoración de la primera vez en que se izó la Bandera Nacional NO TRABAJANDO.
Como en las épocas de “mañana es San Perón”.
Nos hizo perder tiempo de trabajo.
Pero perdió ni un segundo para advertir que ELLA y sus súbditos “van por todo”.
Una frase que refleja, en forma palmaria, el ánimo republicida y liberticida que caracteriza a su “administración”, que no se detendrá a menos que “la oposición” y la ciudadanía anestesiada dejen de perder el tiempo.
El General Belgrano, a principios del siglo XIX, se interesó por el estudio de los temas ecológicos.
Si la Déspota Electiva dice admirarlo tanto, debiera haber tomado nota y honrarlo con su silencio, porque sus tres horas y cuarto de catilinaria en la Duma, para inaugurar el Período Guarango de sesiones, generó una polución sonora tal que nos obligó a varios a solicitar que se bajen radios y/o televisores en oficinas contiguas para poder continuar con nuestras obligaciones en un marco de paz y tranquilidad razonables.
El General San Martín fue sabio al decirle a su hija Mercedes, en una de sus Máximas:
""Habla poco y lo preciso"

Tendría que ser el lema imperante en Balcarce 50.
La pérdida de tiempo que hemos vivido –y que vivimos a diario- me resulta oportuna para contarles la historia de un reloj.

A fines del siglo XVIII, el rey Jorge III tuvo que aceptar, con impotencia, la pérdida de las trece colonias de América del Norte tras las derrotas de las fuerzas de Henry Clinton y Charles Cornwallis frente a las comandadas por George Washington, que se alzaron contra el dominio de Inglaterra.
Era el mismo rey cuyo retrato, como consecuencia de la victoria de los independentistas, fue reemplazado, en una cantina de las postrimerías de ese siglo, por el del primer presidente de los Estados Unidos, hecho que advierte el anciano Rip van Winkle, cuando despierta de un largo sueño, tal como lo recrea una de las adaptaciones de esa popular leyenda estadounidense.

En 1806 y 1807, los ingleses llevaron a cabo la invasión de Buenos Aires.
Hubo alguien que resistió, como miliciano, a los invasores.
Años después, en 1815, ese miliciano, prestigioso abogado y secretario del Consulado, fundador de la Escuela Nacional de Náutica, precursor temprano del interés por los temas ecológicos y vocal de la Junta Suprema y Provisional surgida de la Revolución de Mayo de 1810; viajó a Londres, como enviado diplomático del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata , para explicar los motivos de los patriotas que llevaban adelante su lucha por la Independencia contra España.
El rey de Inglaterra seguía siendo Jorge III.
Y aunque el miliciano de nuestra historia había enfrentado a las fuerzas inglesas que pretendieron adueñarse de Buenos Aires, el rey -inglés al fin, y un caballero- supo reconocer a un valiente en su interlocutor, que no era otro que Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano.
Como prueba de amistad, el rey obsequió a Belgrano un reloj.
En ese reloj había un retrato del marqués de Lafayette, francés, que había ayudado a los patriotas estadounidenses a pelear contra las tropas del propio Jorge III.
Santo Tomás de Aquino decía que "al enemigo no se le niega el saludo".
Jorge III, al enemigo presente o de otrora, no le negaba el respeto.
Se lo tenía a Lafayette. También a Belgrano.

Ardoroso luchador por la Independencia, obligado por los requerimientos de su Patria, Manuel Belgrano se hizo cargo del Ejército del Norte.
Sería cultor de la táctica de tierra arrasada durante las jornadas memorables del Éxodo Jujeño; fórmula aplicada, en forma contemporánea a él, por las tropas zaristas que hicieron fracasar a Napoleón y, más de un siglo después, por el pueblo y ejército soviéticos para frenar al invasor nazi.
Católico fervoroso como era, Belgrano consagró las armas argentinas a Nuestra Señora de la Merced, a quien nombró Generala de nuestros ejércitos.

Manuel Belgrano, un hombre que había tenido un pasar económico aceptable, tuvo que enfrentarse, al final de su vida, con que el gobierno le debía dieciocho meses de su sueldo.
Con la salud irreversiblemente quebrantada, debió recibir atención médica.
Como creía firmemente que debía honrar sus deudas, entregó a su médico escocés, José Redhead, como forma de pago por sus honorarios atrasados, el reloj que alguna vez le obsequiara Jorge III.
Ese mismo día, el 20 de junio de 1820, en plena disolución nacional como consecuencia de la anarquía, el General Belgrano falleció exclamando "¡Ay, Patria mía!"


El Museo Histórico Nacional fue creado el 24 de mayo de 1889.
El decreto fundacional decía que el mismo sería un recinto para albergar, bajo el mismo techo, las glorias de la Revolución de Mayo y las Guerras de la Independencia.
Hoy parece haberse olvidado el espíritu de tal decreto, porque, hace algunos años, hubo un panegírico de las "madres de Plaza de Mayo” en esa institución centenaria y señera, con paredes pintadas de rojo y salas de exhibición cerradas para una “exposición temporaria” a la que fue invitada quien brindó por los atentados ocurridos en las Torres Gemelas, celebró las acciones criminales de la ETA y dijo que en el “museo de la memoria” instalado en la ESMA faltaban “los fusiles de nuestros hijos”

En un contexto en el cual importa menos la Patria, la Constitución en su letra y espíritu, el orden en libertad y la preservación de nuestras vidas y de la construcción de cada destino personal que dar un espacio que no corresponde a las reivindicaciones llenas de odio de la señora de Bonafini; el reloj del General Manuel Belgrano, referente de una enorme carga simbólica, moral e histórica, ha sido robado del Museo Histórico Nacional, ciento ochenta y siete años y diez días después de la muerte del Prócer, el 30 de junio de 2007 Como consecuencia de una negligencia imperdonable.
Su peculiar director –el mismo que continúa en funciones hoy en día- alegó una "falla humana".
Si se hubiera puesto la décima parte del frenesí con que se avergonzó a ese Museo con un montaje burdo para la exégesis de la madrastra del entonces inquilino de Balcarce 50 y del parricida Schoklender, en cuidar el legado de uno de los más grandes prohombres de la Argentina , hoy nuestros compatriotas podrían contemplar, acaso imaginar, a través de ese preciado reloj, cada minuto, cada hora, cada momento aprovechado por el General Manuel Belgrano en beneficio del futuro soñado para la Argentina, sacrificando hasta su propio presente personal.
Viendo ese reloj nos sentiríamos invitados a imitar esa forma colosal de aprovechar el tiempo en pro de una Nación mejor para nosotros, nuestros hijos y nietos.
La misma Déspota Electiva que dice “admirar” a Belgrano, mantiene en sus funciones a quien dirigía el Museo al momento del robo del reloj.
La misma Déspota Electiva que quiere “revisar la historia” y que considera que el fin de la suma del poder público luego de la batalla de Caseros constituyó “una derrota argentina”; puso al frente de un “Instituto de Revisionismo Histórico” a un sujeto que se desempeñó como secretario de “Cultura” en la época del ahora aliado oficialista Carlos Saúl Menem y que dejó a esa repartición con una deuda millonaria de la que tuvo que hacerse cargo quien lo sucedió en el cargo.
Mientras ello ocurre, el Museo Histórico Nacional ya no es ni la sombra de lo que alguna vez fue.
Todo lo que "olía a castrense” (cañones, uniformes, sables, medallas), fue retirado de exhibición.
En la ridícula “historia” que quieren escribir, las armas molestan… salvo que ELLOS las empuñen.

Ya no está exhibido el cuadro de “La Primera Misa en Buenos Aires”, de José Bouchet, obra emblemática del Centenario.
Ya no pueden verse los objetos procedentes de las Misiones Jesuíticas.
Ello sin mencionar el recuerdo de los hechos centrales de la historia del Siglo XIX.
El frente del Museo es a menudo atacado por graffittis, hecho agravado por tratarse de un monumento histórico nacional desde 1997.
Frente a la réplica del Dormitorio del General San Martín, llegaron a poner, a escasa distancia, un pañuelo de las “madres” de Plaza de Mayo. 
Y en una vitrina, al lado de ese pañuelo, revistas del ERP y Montoneros.
Independientemente de la posición de cada uno respecto de lo ocurrido a partir del 2 de abril de 1982, lo cierto es que la sala de ese Museo dedicada a los acontecimientos ocurridos en Malvinas despertaba gran interés del público nacional y extranjero.
Pero eso parece no haberle interesado al director del Museo, que decidió cerrarla hace años.
Cabe señalar que los ingleses, al igual que su antiguo rey, Jorge III, han cubierto de elogios a los hombres de armas de nuestro país y siempre supieron reconocer a quienes pelearon valientemente y con honor en contra de ellos.
Por supuesto, todos estos desatinos tienen premio:
El funcionario que está al frente del Museo –sin concursar el cargo- continúa allí mientras quienes se acercan a la vieja Casona de Lezama para ver testimonios de la Historia Argentina pierden su tiempo, como se perdió para siempre el reloj de Belgrano por culpa de aquel infausto robo.
Perdemos el tiempo y nos roban el tiempo.
El tiempo para refundar la República.
El tiempo para hacer respetar la Constitución.
El tiempo para vivir en libertad.
El tiempo de aprender de nuestros aciertos y errores SIN que Papá Estado interfiera.

Hoy, ante esta coyuntura en donde parece cada vez más imposible descubrir alguna semilla mínima de honor donde es inimaginable que lo haya; sólo nos queda, a cada uno de nosotros, imitar a Manuel Belgrano, uno de nuestros Padres Fundadores, para expresar, en esta hora aciaga que vive la República :
 “¡Ay, Patria Mía!”.

Pero a mí, por lo menos, hay una “patria” que me resulta ajena.
Una “patria” que me haría preguntarle a la Déspota Electiva:
“¿Hay patria suya? 
¿Existe semejante cosa?”


Y como sí existe un desquicio institucional del que ella parece orgullosa, frente al espanto liberticida y republicida del que ella es responsable y culpable, sólo me resta decirle:
“Ay, Patria suya! 
¡Ay, de nosotros!”
.


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