El arte de navegar es como el arte de vivir.
Es un libro iniciático, inaugura tesoros cercanos y rutas ocultas a la percepción rutinaria.
Habla de experiencias oceánicas y del fin de todo naufragio.
Es una presentación original de la sabiduría de las edades, huellas sutiles en el mar del corazón, apertura, no dogma; gracia, no invasión; anhelo, no mandato.
El mar se expresa a través de la sirena de muchos buques.
Para comprender los principios de este arte se requiere intuición, receptividad, alta lógica.
Los conocimientos secundarios se pueden apresar por el pensamiento racional, tal vez por la definición.
Este libro fusiona ciencia, poesía, jardinería, política, sistemas y espiritualidad.
Es aldeano y galáctico, disuelve y coagula.
Tiene la vitalidad de la sal marina.
En esta obra no se explica qué es la burda de sotavento, ni qué es una driza, ni tampoco cómo hacercascada, arroyo, laguna, río y llega al mar.
El arte de navegar no tiene escuela, es como el arte de vivir:
armonía de diferencias.
El navegante es profundamente autodidáctico.
Sabe que el aire es mente, el agua emoción, el barco su cuerpo físico, el naufragio, renacimiento y aprendizaje.
Navegar es indispensable...
Durar no.
El barco en el muelle está seguro, pero no navega.
Por eso al velero anclado en el fondeadero se lo conoce como "muerto".
Mejor temporal que parado vitalicio.
Los caracoles están llenos de chismes, pero no navegan.
Este libro no cuenta historia de viejos piratas que a nadie interesan, ni trae más arena al desierto de arena.
Las perlas abundan pero no flotan, hay que internarse en las profundidades del corazón para encontrarlas.
La alegría no desperdicia momentos como lo hace la tristeza.
No podemos dominar a los elementos naturales desatados, pero si estudiarlos y respetarlos.
El navegante sabe lo que hace la corriente.
Por eso aquieta su cuerpo emocional, lo estabiliza, porque las olas que surgen de los mares tempestuosos internos, engolfan al nadador más experimentado, le impiden la luz e inutilizan todos sus planes en movimientos desesperados y agotadores.
Cuando se debe ir contra el viento nunca hay que cazar las velas hasta el extremo de que la embarcación se detenga y muera.
En temporal conviene alejarse de la costa y no entrar en bahías.
Buscando seguridad perdemos horizonte.
Un solo viaje no puede agotar todas las experiencias.
Una sola vida no es la única oportunidad para el hombre.
Navega...
El arte de navegar es un faro en la noche desesperanzada, una vibración sanadora.
El faro alumbra pero no puede hacer el trayecto del barco.
La enfermedad es una alternativa fácil, pero infeliz.
El síntoma es un cofre que debe abrirse.
La naturaleza tiene poder sanador, cuando no puede hacer más, sus recursos marinos curan al hombre de megalomanía.
La arrogancia no es digna de una ola experimentada.
El artista de la navegación acepta con mayor facilidad lo desagradable que lo intrascendente.
Un navegante es un transformador, un precursor, no un corsario ventajero ni un pescador oportunista.
El pescador no navega, espera vigente en capturar el pez increíble que lo complete. El arte de navegar es pesca de almas, sin red y en otros mares.
Un navegante no es ritualista; no pertenece a una casta sino a un nivel de conciencia...
Conoce las grandes leyes de la navegación, las honra y las vive; se viste y se desnuda con lo que es.
Abundan las jerarquías de todo tipo perofaltan navegantes genuinos; hay más mitras que cabezas y más canas que sabiduría.
Navegar es transmutar la devoción personal en desinteresado servicio a la humanidad-una.
La intención fundamental del arte de navegar es llegar a ser conscientes del alma, cultivar la identidad del alma, y vivir como almas que ya no se humedecen tanto por las lágrimas del dolor personal porque están abiertas y solidarias a las del otro.
El alma sólo tiene conciencia grupal, percibe el mar, no las olas.
Es mágica, fuente inagotable de propósitos y significados, se manifiesta sin nacer a las formas.
No vayamos al mar con un dedal para trasvasar su contenido.
Podemos jubilarnos de oficiales sin haber navegado nunca.
El viejo lobo de mar tiene olor a sal.
Los navegantes se reconocen sin presentación.
No es un libro para cualquiera, pero es para muchos.
Las imprecisiones, la incertidumbre y la inestabilidad son las condiciones naturales de todo navegante.
Y no enloquece por ello, no pretende la seguridad escrita en algún cielo, confirmada en algún mapa o cédula.
Siempre hay peligro en cualquier lugar del océano...
La generosidad es la característica de los navegantes, no la arbitrariedad.
En el peligro brotan las cualidades más escondidas del ser humano.
Por eso la amistad hecha entre navegantes es la más perdurable.
Hay peces de acuario, de estanques, de lagunas, de río; los hay de mar.
Los navegantes se encuentran entre la gente amable, sencilla, directa.
Cuando son invitados tienen magnetismo natural, son escuchados, pero a nadie le dictan cómo debe vivir. Saben que uno experimenta dolor cuando crea dolor; asumen ser un reflejo de todo lo que es.
Lo académico y estadístico son bases necesarias y pasos preliminares en todo estudio científico, pero en este libro la atención está centrada en la aplicación práctica de la navegación.
Lo espiritual está más allá de la religión organizada: es una ciencia de la vida.
Cuando la religión es una superstición del ego individual inseguro, carece de compasión.
El amor, la humildad, nunca fueron condicionados y revelan.
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