por
JAIME DAREMBLUM
WASHINGTON DC (Hudson Institute). Es un hecho indiscutible que, cada vez que Argentina comienza a blandir la espada con respecto a las Islas Malvinas, el país está enfrentando algún tipo de agitación interna.
Por eso mismo, no debe sorprender que, frente a la inflación rampante y a la fuga masiva de capitales, la respuesta de la presidente Cristina Kirchner haya sido iniciar una guerra diplomática con Inglaterra a propósito de un archipiélago escasamente poblado que es posesión del Reino Unido desde 1833.
Afortunadamente, Kirchner no ha iniciado un conflicto militar —como sí lo hizo la dictadura de (Leopoldo) Galtieri en 1982, poco antes de derrumbarse— pero ha intensificado su retórica patriótica con la esperanza de avivar el sentimiento nacionalista y desviar la atención del público de los problemas internos del país.
El mes que viene se cumple el 30 aniversario de la guerra de 1982, de modo que este es un momento especialmente oportuno para iniciar una nueva etapa de beligerancia.
Los observadores de Estados Unidos no deben dejarse engañar. La actual disputa diplomática entre Argentina e Inglaterra no es más que una cortina de humo creada para beneficio de Buenos Aires. Kirchner prefiere tener a los argentinos clamando contra el “colonialismo” británico antes que protestando contra su propio gobierno, que se ha transformado en un bochorno internacional.
Démosle simplemente una mirada a la (casi cómica) disputa con respecto a la verdadera tasa de inflación de Argentina.
Kirchner insiste en que la inflación se mantiene por debajo del 10 por ciento.
Pero ahora resulta penosamente claro que su gobierno ha estado adulterando sistemáticamente los datos sobre la inflación durante años.
(Esta práctica comenzó, de hecho, en días de Néstor Kirchner, el esposo de Cristina, que la precedió en la presidencia)
El mes pasado, The Economist anunció en un editorial que no seguiría publicando la información suministrada por el gobierno argentino, y explicó:
“Estamos cansados de ser cómplices involuntarios de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores”
En lugar de depender de las falsas cifras que produce Buenos Aires, el venerable semanario usará los cálculos de inflación preparados por PriceStats, una firma independiente con sede en la ciudad de Cambridge, en Massachusetts, USA.
PriceStats calcula que actualmente la inflación anual en Argentina es de más del 24% y que la inflación acumulada del país desde 2007
ha alcanzado el vertiginoso porcentaje de 137%.
Kirchner se niega a admitir hasta qué punto se ha disparado la inflación, y sus aliados se han dedicado a martirizar a cualquier escritor, editor, economista o especialista en estadística que se atreva a dar a conocer la verdad.
En septiembre del año pasado, por ejemplo, el juez Alejandro Catania ordenó sumariamente a varios periódicos de Argentina que le sometieran los datos de contactos de los periodistas que se ocupan de cuestiones económicas. Catania comenzó, además, a hostigar a la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Argentina, exigiendo que revelara el nombre de los consultores privados que le han suministrado al Fondo datos fehacientes de inflación.
Ese hostigamiento impulsó a la Asociación Norteamericana de Estadística (American Statistical Association) a pedir que las Naciones Unidas
“protejan contra mayores daños a todas las personas afectadas”
El 1º de febrero de este año, el Directorio Ejecutivo del FMI le dio a Argentina un plazo de 180 días para que mejore la calidad de sus cifras oficiales sobre inflación y producto interno bruto (PIB), “con el fin de hacer que la calidad de esos datos cumpla con las obligaciones estipuladas en los Artículos del Convenio Constitutivo del Fondo”
La fuerte subida de la inflación y la respuesta, perturbadoramente autocrática, de Kirchner han exacerbado la fuga de capitales, que saltó de US$ 11.400 millones en 2010 a US$ 21.500 millones el año pasado. Aunque, gracias a nuevos controles del gobierno, la salida de capitales de Argentina aminoró en el último trimestre de 2011, durante el 3er. trimestre de ese año
“fue la más alta desde 2002, el año en el que el Banco Central comenzó a publicar sus informes trimestrales”, de acuerdo con MercoPress.
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