Desde donde viene la apropiación de fondos, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
Hoy les acerco una historia poco conocida sobre nuestro primer "Fondo Patriótico"
El fondo Patriótico
Por Felipe Pigna
La patria estaba en guerra y todos los esfuerzos parecían pocos para acudir en su auxilio.
Uno de las necesidades más acuciantes era, como en todas las guerras, la disponibilidad urgente de fondos para financiar el conflicto y confortar a los combatientes que debían enfrentar a una potencia imperial envalentonada por sus incesantes triunfos militares.
A pesar de la dudosa fama del gobierno en general y del militar que lo encabezaba en particular, la situación amalgamaba las conciencias y nadie quería quedar afuera y de acuerdo a sus posibilidades todos dieron algo y como suele suceder en estos casos, los que menos tenían fueron los que más contribuyeron.
Hacia allí fueron anillos de boda, relojes, monedas, billetes y hasta lingotes de oro.
Así se fue conformando lo que las autoridades de entonces llamaron el
“Fondo Patriótico” y se apuraron a divulgar que se estaba “recogiendo una suma considerable formada de partidas superiores a lo que prometía la fortuna de los contribuyentes”.
El virrey Liniers parecía estar cumpliendo patrióticamente con lo que el 23 de agosto de 1808 le ordenara José Manuel de Goyeneche, el enviado de la Junta Central de Sevilla, conformada para resistir la invasión napoleónica a la península.
Goyeneche había llegado al Plata para obtener obediencia y dineros para la resistencia contra el emperador Napoleón Bonaparte que había nombrado a su hermano José como Rey de España.
Unos meses después de la visita, el 20 de abril de 1809, el Síndico Procurador de Buenos Aires, don Matías de Cires, le escribía con indisimulado orgullo a sus jefes de España:
“Apenas llegaron a esta ciudad las primeras noticias de la crítica situación de la Península, se manifestó en todas las gentes un general deseo de distinguirse y excederse recíprocamente en donativos.”
Pero aquel “Fondo Patriótico” se fue acumulando en Buenos Aires sin que Santiago de Liniers se mostrara muy ansioso por enviarlo a España.
Los gastos personales del virrey y del virreinato se habían incrementado notablemente.
Multiplicó la dotación de empleados nombrando en los principales cargos a amigos y parientes y, con la poderosa excusa de una tercera invasión inglesa, sostuvo una numerosa tropa a la que prudentemente le había aumentado cuantiosamente los sueldos para mantenerla fiel a sus designios.
Pero la situación se fue tornando insostenible y el 16 de enero de 1809 el Cabildo presentaba el siguiente informe: en el que decía claramente que
no podía seguir financiando a los ñoquis nombrados por Liniers insertos en un régimen “dual de empleados públicos:
Unos, en ejercicio; otros, suspensos, emigrados o alejados de sus destinos, o que sencillamente incumplen su asistencia o nunca se los ha visto en sus destinos desde su nombramiento” porque “sus sueldos se absorben en crecido caudal.
La Real Hacienda no puede soportarlos sin desatender el principal objeto de nuestra defensa, que vincula la seguridad de todos y cuyas consecuencias estamos viendo.
Son acreedores ciertamente, pero no hay fondos para pagarles.
Redúzcanse todos por ahora a una moderada asignación para sus alimentos y de este modo evitaremos los apuros a que nos sujeta la suerte del día”
La Real Hacienda estaba perdiendo la paciencia y en una nota le recordaba al Virrey el monto de la deuda contraída con el organismo como producto de los préstamos, adelantos de Tesorería, diríamos hoy, otorgados a título personal a Liniers:
“En este concepto y en el de que según informe de los Señores Ministros generales de Real Hacienda de 6 de este mes ascienden los suplementos hechos por V. E. desde 23 de mayo de 1807 hasta 16 del mismo del presente, a 1.109.497 pesos dos reales y los reintegros hechos por la Tesorería a 600.777 según la razón de que acompaño a V. E. copia, resultan deberse a la Real Hacienda 508.720 pesos y dos reales.”
Acosado por todos lados, Liniers decidió hacer uso del dinero acumulado en el “Fondo Patriótico” para pagar sus inconmensurables deudas, lo que provocó una inmediata denuncia del síndico de Cires, quien cumpliendo con su deber pese a las presiones, escribió en lenguaje administrativo colonial:
“ Luego que se vio reunido un fondo regular empezaron las criaturas y cómplices del Virrey a extender sus miras de ocupación; el total aniquilamiento de la Real Hacienda, que ellos mismos habían causado; el descrédito en que había caído el Virrey con el comercio por las trampas y mala fe que había observado en anteriores empréstitos obtenidos a nombre de Vuestra Magestad, el general sentimiento de los hombres de bien por la dilapidación del Erario que se obraba escandalosamente; todo esto había conducido al Virrey a un estado de atropellar por plata las consideraciones más sagradas y no se detuvo en apoderarse de los caudales de la subscripción, pidiéndoles al Cabildo según se ve de los documentos números uno, dos y tres, que acompaño, y repartirlos en los sueldos y gastos que sin objeto necesario se conservan para total aniquilación de la Real Hacienda.”
La actitud del virrey desalentó a la población que, ante la evidencia de que los fondos no llegarían a destino, dejó de contribuir abruptamente.
“Es imponderable el sentimiento y escándalo –continúa de Cires- que ejecutó semejante resolución y el más funesto efecto que produjo fue que entrando la gente en una justa desconfianza, han suspendido los donativos por la evidencia con que conocen que no se han de dirigir a la Metrópoli, sino que han de convertirse en unos gastos que todos lamentan y lloran.
¿Quién ha de franquear su dinero para que con desprecio de la sagrada causa se reparta entre presidiarios y hombres vagos a quienes el Virrey ha distribuido las dotaciones y honores de los primeros empleos militares?
Este no es vano temor que puede atribuirse a la ineficacia de sus deseos:
Ha pasado cerca de un año desde que el Virrey hizo uso de estos caudales, han venido diferentes situados, se han aumentado los apuros de la Península,
han regresado a ella innumerables buques y no se ha restituido al caudal de los donativos,
confirmándose con esta conducta el temor de que corran igual suerte cualquier otro que se ofrezcan nuevamente; por cuyo motivo un numero o pueblo, el comercio y este Cabildo hallaron por conveniente retener sus ofertas para cuando pudiesen ser eficaces sus deseos dirigidos únicamente a socorrer la Metrópoli, por quienes estaban resueltos a hacer los mayores sacrificios.
Existen en esta ciudad crecidas cantidades reunidas por algunas corporaciones por vía de donativo para los gastos de la presente guerra; pero los contribuyentes se ven precisados a ocultarlas, hallando insuperables embarazos para una secreta remisión en un país en que el Gobierno no respeta fondos públicos y en que el sagrado de las correspondencias de los correos se ha hecho un vil juguete, pues se interceptan y abren por las más ligeras sospechas y por los más débiles motivos
Pero estos escritos no lograron modificar lo que en Liniers ya se había tornado un recurso permanente:
El 12 de diciembre de 1808 volvió a las andadas:
“Necesitando en el día fondos en la Tesorería General para el pago de tropas, hará V. E. se pasen inmediatamente a ella los productos de las contribuciones patrióticas en el mes próximo pasado.
Dios guarde a V. Excelencia muchos años..."
Las presiones del poder económico de entonces fueron en aumento y el Virrey trató de calmarlos en estos términos:
“Desde que V. E. me ha insinuado principalmente por su oficio de 24 de octubre último, los clamores con que me dicen instan por el reintegro de las cantidades que por garantía de V. E. han suplido a la Real Hacienda varios individuos de esta ciudad, inclusos en la relación que me acompañó con la propia fecha, he solicitado medios los más eficaces para reunir fondos en la tesorería general con qué verificar el reintegro; pero como son diarias y ejecutivas las atenciones, como a V. E. mismo consta, no es posible ocurrir a ellas y desembarazarse al propio tiempo del reintegro que V. E. justamente solicita.”
Quizás lo único que podría unir a Santiago de Liniers con el coronel Aureliano Buendía, lejos del realismo mágico y de toda ficción, sea que algunos años después frente al pelotón de fusilamiento formado por los soldados de la Revolución a la que él intentaba derrotar, frente a aquel pelotón plebeyo dirigido por su ex compañero de la Reconquista, Juan José Castelli, Santiago de Liniers, había de recordar, probablemente aquella vez que su padre lo llevó a conocer el hielo, pero seguramente, todas las veces que pensó que el tesoro público y el privado eran uno solo.
...
El 26 de agosto, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, cerca de la actual Los Surgentes en el sudeste de Córdoba, Liniers fue fusilado junto con los demás jefes de la resistencia, excepto el obispo Orellana
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