“La libertad significa responsabilidad: por eso la temen la mayor parte de los hombres” - George Bernard Shaw (1856 - 1950)
Finalmente, tantos años de cultivar la amistad del físicamente decadente don Hugo Chávez Frías parecen haber rendido frutos en la Argentina, ya que doña Cristina ha decidido imitar en forma desembozada a su mentor y, quizás, hasta encabezar, en el futuro, al grupo de países (Ecuador, Bolivia, Nicaragua y la propia Venezuela) organizado por éste.
Algunos de los empresarios más notorios de la Argentina han sentido correr frío por la espalda y, corroborando esta certeza, han optado por trasladar su residencia personal, al menos por un tiempo, al exterior del país, preocupados por las anunciadas persecuciones que la Comisión Nacional de Valores y la Secretaría de Derechos Humanos pretenden iniciar.
El Papagayo Caribeño, acosado por un cáncer al cual la ciencia cubana no ha podido derrotar, está tratando de preparar un heredero local para su “socialismo del siglo XXI”
Necesita hacerlo mientras aún pueda digitar, por sí mismo, el poder de su corrupto régimen, pues sabe que, de no hacerlo, las luchas intestinas que se producirán necesariamente entre sus seguidores podrían arrasar con el futuro de su proyecto, y con su familia.
Ha armado milicias populares, que ha adscripto al Ejército el cual, a través de la autorizada voz de su jefe, acaba de informar al mundo que no tolerará una victoria de la oposición.
En la medida en que don Chávez no pueda presentarse a elecciones, sin duda Capriles –cuya candidatura surgiera de una especie de interna entre todos los precandidatos opositores- podría alzarse con el poder en Venezuela.
El pronunciamiento de los militares presagia, en ese caso, una tragedia civil.
Es que, detrás del moribundo Papagayo hay gente, como lo acaba de confirmar el tránsfuga miembro de la Corte Suprema de su país, que se ha hecho inmensamente rica con las prebendas obtenidas del poder –en general, succionando a PdVSA, la petrolera estatal- y hasta con el tráfico de drogas, al cual el público apoyo brindado por don Chávez a las guerrillas colombianas no es ajeno.
Esa gente, por supuesto, está dispuesta a todo con tal de no perder sus conquistas económicas y, menos aún, su libertad; es consciente de que el mundo actual no le permitiría un exilio dorado.
Es entonces cuando la realidad de nuestro país, que comparte los rasgos populistas y nacionalistas del régimen venezolano y tiene su propia “pingüi-burguesía” de corruptos de toda laya, lavadores de dinero y traficantes de drogas, comienza a parecerse a éste.
El discurso presidencial en ocasión de la promulgación de la ley de la insólita confiscación a uno de los socios de YPF es una muestra más de ello.
La señora Presidente ha dado, otra vez, una clase magistral de comunicación política -¡chapeau, Cristina!- y dejó en claro qué espera, en el futuro inmediato, de empresarios y trabajadores:
Les informó que deberán hacerse cargo de tapar los muchos agujeros que el “modelo” presenta.
Más allá de la incuestionable decisión de encomendar la gestión técnica de la empresa a un técnico argentino con mucha experiencia internacional, recalcó que la conducción político-estratégica quedará en sus propias manos y en las de la nueva “juventud maravillosa” de La Cámpora.
Enfatizó que, en esta nueva etapa de la petrolera nacional (¿no estatal?), no tolerará la conducta de los antiguos contratistas de YPF, que la succionaron hasta secarla, ni la presión de los gremios del sector, los mejor pagos –recordó- de la Argentina.
Al ver, sentados en primera fila, a sus nuevos acólitos –sólo faltó su hijo Máximo, el Mudo-, todos los cuales han hecho su primera incursión en el área empresarial al hacerse cargo de Aerolíneas Argentinas, las dudas acerca del futuro, pasaron de violeta a negro.
Informar, como hizo la señora de Kirchner, que YPF tendrá una gestión transparente y que será encomendada –siempre en el aspecto político-estratégico- a los mismos chicos que pierden dos millones de dólares diarios en la línea de bandera, donde cobran suculentos salarios y ocultan a los ojos públicos la contabilidad, fue pedirnos que volviéramos a creer en los Reyes Magos.
Creo que los milagros existen, pero no en que doña Cristina los realice.
El Gobierno en pleno –incluido el cada vez más eufórico Guita-rrita- se autocongratuló por la confiscación triunfante, y doña Cristina no pudo menos que aplaudir y agradecer a la oposición, más perdida que turco en la neblina.
Hubo pocos legisladores, muchos de ellos mujeres, con el coraje suficiente para votar en contra de este disparate jurídico y económico, asumiendo el riesgo del “escrache” de las usinas comunicacionales del Gobierno, que pretende calificarlos como traidores a la Patria.
Que esa autocomplacencia incluyera a “Él”, a la propia doña Cristina, a don Pichetto y a tantos otros, que fueron quienes motorizaron la privatización de YPF por don Menem –y cobraron muchísimo por ello: ¡cuando los encuentren, pregunten a los desaparecidos fondos de Santa Cruz!- y, también a don De Vido, don Baratta y don Cameron, que autorizaron el vaciamiento de la empresa por los Kirchner -¡perdón, por los Ezkenazi!- y por Repsol, fue un cachetazo a la dignidad de los argentinos, sumando un episodio más a la humillación generalmente consentida.
La Argentina carece de dinero como para enfrentar la búsqueda y la producción de yacimientos de gas y necesita, ya con desesperación, socios para hacerlo.
Esos socios, como dije en mi nota anterior, no vendrán en las condiciones actuales de precios y marco regulatorio.
Una vez más, hemos superado los 1000 puntos en “riesgo país” y ello necesariamente se reflejará en los eventuales contratos que se firmen con las grandes empresas mundiales; habrá que ver qué garantías adicionales pedirán para venir aquí, donde traer dólares está permitido, pero no sacarlos, y donde los contratos valen menos que el papel en el que se escriben.
La señora Presidente nos hizo saber que la confiscación realizada será uno de los últimos “favores” que le hará al país, y que el futuro del mismo, como YPF y Aerolíneas, quedará en manos de sus nuevos y jóvenes cómplices.
El recuerdo de la licitación del “tren bala” a Rosario y la promesa de un servicio similar a Mar del Plata se me aparece con fuerza en mis pesadillas nocturnas.
Con formas casi de enojo y violencia, casi desencajada y, por momentos, hasta incoherente, nos explicó qué cosas sucederán en adelante.
A partir de ahora, cree, los empresarios estarán más que dispuestos a traer y reinvertir los ochenta mil millones de dólares que se fueron de la economía nacional en los años kirchneristas, en un movimiento que estará acompañado por las fuerzas del trabajo, que resignarán su lógica y natural apetencia a compensar, con aumentos de salarios, la encarnizada inflación.
Creo que se excedió en algo en sus expectativas, sobre todo si pretende, además, que crezca la inversión extranjera directa en la Argentina que, en ese rubro, ha caído al sexto lugar en América Latina.
Lo que la señora Presidente no dijo es que aún no se sabe si los yacimientos de Vaca Muerta resultarán viables desde el punto de vista comercial -además del ecológico, que tan poco le preocupa- y, aún si lo fueran, su resultado se verá dentro de cinco, seis o siete años.
Mientras tanto, so pena de perder empleo y votos, deberá continuar importando combustibles, en mayores cantidades y a precios más caros.
A su alrededor, y además de los jóvenes que se sienten con derecho a ser vecinos del Vicepresidente y de los demás integrantes de la pingüi-burguesía en Puerto Madero, se nuclean ejemplares similares a los que se pueden encontrar en el entorno del Palacio de Miraflores, en Caracas.
Faltan, en la Argentina, sólo los militares adictos –en realidad, doña Cristina tiene algunos, pero son sólo generales de escritorio- para completar el cuadro.
Porque, como sabemos, el otro flanco –la prensa libre- ya lo ha cubierto, con la compra -¿forzada por amenazas de violencia física o de corte de la publicidad oficial?- del grupo Hadad, que don Cristóbal López ha sumado al ya inmenso mundo de los medios gubernamentales, oficialistas y obsecuentes.
A partir de ahora, habrá que mirar con más detenimiento el escenario de las empresas concesionadas, muchas de ellas al borde de la quiebra por obra de don Néstor (q.e.p.d.), doña Cristina y don De Vido, pues sobre él se desarrollarán las próximas escenas pingüi-chavistas, antes de avanzar sobre las compañías privadas no adictas o, simplemente, apetecidas por los emuladores del Papagayo Caribeño.
Negros nubarrones continúan acumulándose sobre la Argentina, aún cuando no los vea el 54% de la población que, en octubre, estaba encantado con la señora Presidente de todos y todas.
Buenos Aires, 6 Mayo 2012
Enrique Guillermo Avogadro
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