CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Socio político de
Luiz Inácio Lula da Silva, José Dirceu, principal acusado en el
llamado juicio del siglo en Brasil ('mensalao' o
'mensualidades'), fue condenado por la Corte Suprema (Supremo Tribunal
Federal) a 10 años y 10 meses de prisión por su responsabilidad
en la compra de votos en el Congreso durante el gobierno de Lula (la Banelco
brasilera).
La pena significa que tendrá que estar en régimen cerrado al menos
1 año y 9 meses, así como pagar una multa de R$ 676.000 (US$
350.000).
Dirceu, abogado de 66 años, quien fue guerrillero en los '60, y ex jefe de
gabinete de Lula entre 2003 y 2005, fue presentado por los jueces como
el mayor responsable de la red de sobornos a congresistas que
operó durante el 1er. gobierno de Lula (2003-2007), según el Supremo Tribunal
Federal (STF).
Lula da Silva negó siempre cualquier responsabilidad en los hechos y fue
excluido del juicio.
"La responsabilidad del procesado es extremadamente elevada. Él se
valió de sus posiciones de mando y prominencia, tanto en el Partido de los
Trabajadores como en el gobierno federal" para incurrir en delitos de
corrupción, señaló el ministro del STF, Joaquim Barbosa,
relator del proceso.
Ministro-relator del Supremo Tribunal Federal para el proceso del
mensalão, el ministro Joaquim Barbosa aclaró que los condenados no
tienen derecho a una prisión especial.
"Prisión especial solo le corresponde a quien cumple una detención
transitoria y no tiene condena definitiva", aclaró Barbosa.
No será la primera vez que Dirceu va a la cárcel: él fue preso
político en 1968, después de 3 años como líder estudiantil. Deportado,
exiliado y después de vuelta a Brasil, Dirceu fue el socio político de Lula,
hombre de acción, fuerte temperamento y una tozudez que le valieron no pocas
polémicas. Dirceu fue el presidente del PT en los años '90.
El STF también sentenció a José Genoino, ex presidente del
Partido de los Trabajadores (PT), que sigue gobernando Brasil, a 6 años y 11
meses de prisión por su participación en el esquema de corrupción.
Por su parte Genoino, de 66 años y presidente del PT en la época del
escándalo (reemplazó a Dirceu), deberá pagar con cárcel y una multa de US$
234.000 por los mismos delitos.
Genoíno espera cumplir su prisión en un régimen
semiabierto. Al igual que Dirceu, él ya estuvo en
prisión, entre 1962 y 1965, pero también como preso político. Él fue
uno de los líderes de la llamada Unión Nacional de los Estudiantes, poco antes
de ingresar al Partido Comunista de Brasil, a los 22 años.
También fue condenado Delubio Soares, ex tesorero del PT,
condenado a 8 meses y 11 meses de prisión también en régimen cerrado y a pagar
R$ 325.000 de multa (US$ 170.000). Él nunca estuvo en prisión.
Delúbio Soares fue, antes de ser el tesorero del PT, el tesorero de la
Central Única de Trabajadores (CUT), la central sindical origen del PT y del
liderazgo de Lula da Silva cuando era secretario general de los trabajadores
metalúrgicos del ABC paulista, por entonces clave en la industria automotriz
brasilera.
"Sorpresa e inteligencia"
Interesante comentario sobre lo que sucedió en el STF al conocerse el
fallo, aportado por el abogado Diego Werneck Arguelhes,
profesor de la FGV (Fundación Getulio Vargas) Direito Rio, al diario O Globo, de Río de Janeiro:
"En la sesión de este lunes 12/11 del juicio en el Supremo Tribunal
Federal (STF), el ministro de la Corte, Joaquim Barbosa, siguió una rutina
diferente a la esperada. Comenzó a fallar sobre los acusados del núcleo
político, en lugar de los del núcleo financiero. El ministro Ricardo Lewandowsky
protestó: al modificar el procedimiento que había sido divulgado por la prensa,
Barbosa estaría “sorprendiendo a todos”. ¿Esa acusación fue procedente? ¿La
sorpresa del revisor fue justificada?
El ministro Barbosa no hizo nada mal. El reglamento del Supremo
dice que el miembro relator (en esta ocasión Barbosa) debe “ordenar y dirigir”
el juicio. Fue en ese sentido que se manifestaron los otros ministros. Ellos
defendieron la prerrogativa de Barbosa de organizar la votación de las penas en
la orden que él quisiera – y del correspondiente deber, de los ministros, de
estar con los votos preparados, cualquiera que fuese ese orden–. Es el relator,
y no el periodismo quien establece la norma.
No hay cómo hablar de sorpresa cuando un ministro del STF ejerce una
prerrogativa prevista en el reglamento – y aún más, ya conocida y afirmada por
sus pares en este juicio. El ministro Lewandowsky tenía conocimiento de eso. En
agosto, en la primera sesión del juicio del mensalão, sin aviso previo a los
colegas o al relator, él leyó un largo voto, diferente, acerca del rol del
ministro revisor, y él fue derrotado: el tribunal defendió las prerrogativas del
revisor.
Las 2 'sorpresas' –la de agosto y la del lunes 12/11–, fueron
minimizadas por el plenario del Supremo. En agosto, sin embargo, el papel del
relator y del revisor todavía estaba en discusión. Ya no. Desde el comienzo de
la votación, el presidente del STF, Ayres Britto, afirmó – y el tribunal aceptó
– que, en términos de reglamento, cabe al relator escoger su camino. En aquel
momento, Lewandowsky opinó lo contrario y fue derrotado por sus pares. Ahora él
fue derrotado de nuevo.
El relator Barbosa interpretó la postura de Lewandowsky como
“obstruccionismo” –una pesada acusación que hizo que Lewandowsky se molestara y
abandonara la sesión, en protesta–. La crítica de Barbosa fue inmediatamente
neutralizada por el presidente Ayres Britto. Pero sería equivocado
suponer que es un ejemplo de las tensiones que puede provoar el temperamento del
futuro presidente del STF, Joaquim Barbosa. En la discusión de este lunes 12/11,
el intransigente fue el futuro vicepresidente del STF,
Lewandowsky."
La ganancia del mensalao
"Sin tener formación en Derecho y estando expuesto –como casi todo el
mundo– a muchas dudas factuales y fallas de memoria a lo largo del juicio por el
'mensalao', intento resumir algunas impresiones sobre lo que sucedió en las
sesiones del proceso.
Cuando comenzó el juicio, mi pálpito era que José Dirceu sería
absuelto. Pruebas evidentes contra él no existían, y poco tiempo antes el
tribunal ni siquiera aceptaba la denuncia contra el ex ministro Palocci en la
violación del sigilo bancario del casero Fracenildo – un caso en el que, para
usar un término de moda, los “indicios” eran de los más
vehementes.
La composición del tribunal cambió desde entonces; dos de los recién
llegados, Rosa Weber y Luiz Fux, demostraron desde el principio que no tenían
ninguna disposición para actuar de según los intereses del PT.
También la composición del propio PT, o mejor, del núcleo del poder
petista en el gobierno federal, había cambiado. Dilma Rousseff,
queriendo o no, fue beneficiaria del hecho de José Dirceu haber caído en
desgracia durante el gobierno de Lula.
Ocupó su cargo en la Casa Civil – y la administración lulista comenzó a
despegar a partir de ahí. Si no hubiera sido por el escándalo, José tal vez
sería el actual presidente de la República. El “nuevo PT”, más técnico, se
fortaleció con Dilma.
Para los que no se conforman con las decisiones del STF, la
contrapartida de eso será el surgimiento de una corte “menos técnica”,
justamente, lo que sería de esperar.
Se invocó con frecuencia la teoría de que, en el juicio, fue invertido
el llamado “onus probandi”. Era el acusado quien tenía que probar su inocencia,
y no el acusador quien debía probar su culpa.
Una cierta “flexibilidad” en el análisis de los autos fue defendida, de
acuerdo con el momento, por ministros como Luiz Fux, Marco Aurélio Mello y Rosa
Weber.
La idea es que, en delitos altamente sofisticados, los arquitectos de
la trama saben perfectamente ocultar los signos de su participación
directa.
Difícil no estar de acuerdo con esa tesis, tomada en abstracto. En el
caso concreto del mensalão, es razonable decir que Delúbio Soares o Silvio
Pereira no podrían haber tomado solos la iniciativa de la trama.
¿Puede la razonabilidad, la suposición sensata justificar una
condena? Por mayores que fueran las dudas, en mi opinión quien las disipó fue el
ministro revisor, Ricardo Lewandoswky.
Su voto por la absolución de José Dirceu fue una catástrofe
argumentativa. Invocaba, como además de las defensa había hecho, en una obvia
maniobra dilatoria, testigos y más testigos, recogidos en los cuatros puntos del
país.
La “prueba testimonial” en favor de José Dirceu no convencía. No solo
porque provenía de personas comprometidas con el esquema petista. Porque también
no retractaban las acusaciones.
Una cosa sería que alguien contara haber sido testigo de la furia de
José Dirceu contra Genoino o contra DElubio, sus tentativas de vetar encuentros
con Marcos Valério, conversaciones que dieran a entender su desacuerdo con el
esquema. Ahí tendríamos una “prueba testimonial” elocuente, aunque proveniente
de “compañeros”, políticos, etc.
Nada vino a retractar, de hecho, aquello en lo que era
razonable creer: la actuación de José Dirceu en la compra de los
votos.
¿Y por qué no? Desde el punto de vista político, tal vez Dirceu
encontrara hasta más legítimo, y más “limpio”, ayudar financieramente a algunos
mequetrefes del Congreso en ver de ser obligado a cortar en porciones la
administración pública en beneficio de los caciques del PTB o del
PMDB.
La reacción de Roberto Jefferson, al denunciar el esquema, fue
más que un modo de “desviar las atenciones”. Se trataba de preservar, para las
cúpulas partidarias, el dominio sobre diputados evidentemente sobornables. ¿Qué
sería de los presidentes de esos partidos si el gobierno “atravesara” el camino,
pagando migajas cada votación?
El método del mensalão salió perdiendo, en beneficio del esquema
tradicional: distribución de cargos, a partir de indicaciones hechas por los
jefes de los partidos aliados.
Cualquiera que fuera el medio utilizado, sin duda la
desmoralización del PT se consumó. Dejó de ser el partido que proponía una
“nueva forma de hacer política”, y un vigilante de la moralidad pública, para
defenderse diciendo que no hace más que todos los otros.
Y encima se enfurece, más que los otros, cuando es denunciado.
Usa la antigua arrogancia, y una ideología ya jubilada en todos los otros
campos, para decirse perseguido por las clases dominantes. Con esas y otras,
Joaquim Barbosa se vuelve “burgués” y Maluf “un compañero de
jornada”.
Alianzas “necesarias” con lo peor que hay se volvieron una
rutina. No se sabe cómo volverlas menos “necesarias” de lo que son. Lo
que sería posible con electores más conscientes, sin duda. El poder tiene prisa,
sin embargo.
La cuestión es saber si, a partir de ahora, lo “necesario” –corrupción,
fisiología, alianzas epúrias– van a continuar siendo fáciles. El margen de
maniobras para la ilegalidad disminuyó un poco, y ese es la principal ganancia
de todo el juicio."
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