Por
Nacho
El banderazo
marcó un punto sin retorno para el gobierno de los Fernández.
No
solo por la masividad y los diferentes puntos de protesta.
También,
por el contexto en el que se produjo.
Fue
un acto de desobediencia masiva al “quédate en casa” y las amenazas de
contagios y multas
Es
imposible negar que la popularidad con que llegó al poder está en retroceso.
En
primer lugar, por los testimonios de cuentapropistas, comerciantes, ruralistas
y varios otros que reconocen haberlo votado por enojo con el anterior gobierno
y admiten un peor presente
Por
otro lado, porque si bien el intento de expropiación de Vicentín fue el
motivador, se mantienen otros reclamos como la institucionalidad, el hastío por la corrupción y la impunidad
y el manejo presidencialista que se acentúa con cada día que pasa
Y
ahora se suma el cansancio por la cuarentena más larga del mundo y la sensación
que pese a los sacrificios impuestos la curva nunca se aplana.
Y
porque la crisis ya elevó en un millón el número de desempleados.
Se
suman los motivos, crece el enojo
El presidente
Alberto Fernández sufrió una doble derrota.
Por
un lado a mano del juez Lorenzini que convirtió a sus interventores en veedores.
Y
por el otro, el desprestigio de haberse presentado como capitán experimentado y
naufragar en una expropiación que nunca
terminó de justificar
Y
esa suma de factores condujo a una desobediencia masiva que además aprovechó
una fecha muy significativa para dividir la griete entre banderas argentinas y
estandartes partidarios.
La
derrota simbólica fue agudizada por la respuesta torpe al llamarlos “confundidos”
Es
que en la lucha por imponer un nuevo orden basado en la obediencia de
permanecer en casa despertaron una masa creciente que no solo contradice al
presidente al salir, sino que además se burla de sus conocimientos
constitucionales y de su confusión de fechas belgranianas
Y
en ese escenario de desprestigio no hay ninguna multitud oficialista que
contrapese a las marchas.
Todos los
intentos argumentales para justificar a la expropiación fracasaron en los
medios y las redes.
Y
también las razones para sostener una cuarentena cada vez más ruinosa.
El
gobierno perdió la pelea por la racionalidad.
Ni las amenazas
de multas o contagios frenaron el banderazo.
Los
“canhes” oficialista asustan cada día menos con sus presagios apocalípticos.
Se vio que la
gente considera la institucionalidad más importante que cualquier advertencia
Y
esa fue la mayor derrota del gobierno:
En su intento
por imponer un nuevo modelo de ciudadano con libertad vigilada mientras
moldeaba el estado a su antojo despertaron una fuerza para la que no tienen
respuesta ni en las calles ni en las tribunas.
No
tienen mayorías en las cámaras para hacer un cambio legal de fondo que habilite
sus sueños húmedos de seguir en el poder.
Vienen
las elecciones de 2021 y no pueden evitarlas.
Y
las encuestas, las reales, dicen que el futuro electoral se les presenta no
blanco, como diría Victoria Donda
Argentina no es
Venezuela.
No
hay un aparato político y militar para responder al descontento con tanquetas.
Ni
una oposición que se ausente del parlamento en el momento clave.
Y,
los más importante, conocemos el final del cuento.
Las
promesas, no llegan limpias
Ahora Alberto
Fernández está en una encrucijada.
Con
la economía derrumbándose y en default, el panorama puede agravarse por la
extensión de la cuarentena.
Y
mientras tanto tendrá que atender los caprichos chavistas de su vice y el nene
con sus amigotes detrás que piden más expropiaciones
Ahora,
si Alberto Fernández decide dar otro paso atrás seguirá perdiendo poder sin un
instrumento legal o represivo para contener el descontento.
Y
debilitado, menos podrá resistir los caprichos de sus jefes para tomar medidas
que seguirán destruyendo su figura y poder
Y
todavía queda escuchar al viejo PJ que ya comienza a advertir que no quieren
quedar pegados a un fracaso que se perfila bastante cercano.
Y
los chicos revolucionarios de La Cámpora, piden profundizar lo que los
gobernadores piden atenuar: la radicalización.
Tanta presión
desde tantos flancos explica la torpeza del presidente en las decisiones y los
discursos.
Y
la paciencia se agota, pero no por cuestiones ideológicas:
Crece
la cifra de desempleo y pobreza y se cae de la producción y recaudación.
La
realidad es su verdadero enemigo
El
banderazo es consecuencia de un rosario de decisiones desafortunadas, cuyos
efectos se acentuaron por una pandemia tomada con improvisación y a destiempo.
Y puede llevar a
Alberto Fernández a tener que tomar una decisión urgente.
La
multitud en las calles es un factor que no puede ignorar
Quizás
el problema sean los dos Fernández y sus necesidades contradictorias:
Las
del gobierno y los deseos del clan Kirchner que parecieran ser el origen más
profundo de todos los problemas.
El
banderazo, en última instancia, fue originado en esa alianza y sus disparates
Alberto
Fernández pierde autoridad y no por ello Cristina Kirchner la gana.
Por
el contrario, genera más rechazo y aunque relevara a su designado no resolvería
nada:
No
tiene ni una milicia para frenar el descontento, menos aún presupuesto, ni
número parlamentario para cambiar las reglas del juego
El banderazo
desnudó la creciente debilidad de un gobierno y la existencia de una masa que
es opositora sin liderazgo definido y eso la hace más peligrosa frente a un
kirchnerismo acostumbrado a negociar y ofertar con dirigentes para terminar con
cada foco de rebeldía
Mal
momento para los que están en el poder.
Mucha
gente enrarecida por muchos motivos, pero principalmente porque percibe un
riesgo institucional.
Si
se le agrega el hambre por la falta de respuestas económicas, se sumaría un
número mayor de gente.
Alberto y
Cristina Fernández deben decidir rápido que hacen.
Versalles
está en riesgo y la calle movilizada.
No
parece ser gente confundida.
Por
el contrario, es en extremo diversa pero tiene una coherencia asombrosa dada
por el temor a la perdida de sus libertades y un futuro económico desastroso
PS: el error más
recurrente de los gobiernos argentinos fue no oír a la calle y concentrarse en
las intrigas palaciegas y los planes políticos personales.
El
destino de los presidentes argentinos suelen definirse más por su sordera que
por la belleza de sus discursos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario