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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 11 de enero de 2013

Cuba mueve los hilos


ÁLVARO VARGAS LLOSA
HILO DE ARIADNA
La Tercera
Cuba mueve los hilos

El temor de Cuba era que se cumpliera lo previsto en la Constitución chavista y que Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, asumiera el mando en sustitución del moribundo líder venezolano.
Ese peligro quedó conjurado ayer porque, según el propio texto fundamental, si la ausencia «absoluta» de Chávez se determinara de ahora en adelante -por tanto, con posterioridad al día en que debía jurar el cargo- corresponderá al vicepresidente asumir el mando.
Es decir, a Maduro, el hombre de La Habana.

El riesgo que suponía Cabello para Cuba era doble. Por un lado, no tiene nexos con La Habana.
En 14 años no había viajado a la isla, algo que sólo hizo recientemente a raíz del nerviosismo generalizado en las filas chavistas ante la inminencia de un proceso sucesorio.
Por otro, la legitimidad de Cabello es inferior a la de Maduro ante las bases del oficialismo, porque fue al segundo a quien Chávez ungió.
Si el presidente de la Asamblea se montaba ayer en la Presidencia, había un serio riesgo de que se desmadejara el régimen.

De ahí que no le falte razón a Henrique Capriles, jefe de la oposición y el adversario más peligroso del chavismo (revalidado por su triunfo en el estado Miranda en los recientes comicios regionales), cuando dice que el 10-E sólo ha resuelto «un asunto interno» del partido del Gobierno.
Maduro ha derrotado a Cabello en esta etapa inicial del postchavismo.

Pero, en realidad, el triunfo (a corto plazo) es de La Habana.
No olvidemos que es Cuba la que controla el cuerpo de Chávez y por tanto su eventual deceso. Será La Habana quien decida cuándo se muere...
Es decir, la que diga a Rosa Virginia, la hija mayor de Chávez que depende para su información de médicos cubanos controlados por Castro, cuándo hay que desconectarlo.
Esto, desde luego, en caso de que la ciencia cubana no revierta milagrosamente el curso de la naturaleza.

Fue La Habana la que teledirigió el anuncio de la sucesión hace un mes.
Maduro, hombre que viene de la izquierda ideológica junto a su esposa -la hoy procuradora general de la República- es a quien el castrismo conoce mejor.
En sus largos años de ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela fue quien más se relacionó con Cuba, sobre todo cuando el hermano de Chávez, Adán, que en los primeros años había sido el nexo entre ambos países, se concentró en temas domésticos (es gobernador de Barinas, estado natal de Chávez).

Los esfuerzos de Cuba, una vez superado el susto del 10-E, se centran ahora en dar soporte internacional a Maduro.
De ahí la peregrinación de mandatarios cercanos al chavismo a Venezuela (como los de Bolivia y Nicaragua) y de otros a Cuba, donde estuvo hace poco el de Uruguay y ha prometido ir pronto el del Perú, y donde recaló anteriormente Marco Aurelio García, asesor clave de política exterior de Brasil tanto en la época de Lula como, hoy, en la de Dilma Rousseff.

En Latinoamérica conocíamos casos de fuertes que sometieron a débiles.
Pero en relación con Venezuela y Cuba, el más fuerte se somete voluntariamente al más débil.
A menos que Venezuela sea el verdadero débil.

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