"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 25 de marzo de 2013

Será un final 'cantado':


Cristina en el círculo vicioso más repetido
La economía argentina ha retomado el círculo vicioso más repetido en las últimas 4 décadas. El orden de exposición es indiferente; pero se trata de un déficit fiscal creciente, que dada la falta de recursos genuinos, se financia con emisión monetaria a través del BCRA. Esta emisión presiona sobre el nivel de precios y acelera la inflación, que provoca todo tipo de desequilibrios macroeconómicos que terminan afectando al consumo (erosionando el salario real) y a la inversión (generando incertidumbre y pérdida de competitividad). La desaceleración del consumo de las familias y la caída de la inversión embisten contra el nivel de actividad. Este estancamiento económico se refleja en las cuentas públicas dado que la recaudación se reduce con el menor nivel de actividad. No hay novedad en lo que está ocurriendo. Todo es previsible... hasta el final. Buen trabajo de Economía & Regiones.
Economía & Regiones: "Los recursos extraordinarios siguen ganando relevancia en la estructura de ingresos de las cuentas del Sector Público Nacional. Concretamente, los fondos provenientes de ANSeS se habrían incrementado un 58% en el 2012, lo que representa cuatro veces el resultado primario. A su vez, el BCRA habría transferido utilidades por $9.600 millones, que representan más de dos veces el resultado primario de 2012."

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). El aumento del dólar paralelo y su brecha cambiaria no es único vicio de la economía argentina que volvió a estar de moda. También hemos retomado el círculo vicioso más repetido en las últimas 4 décadas: déficit fiscal creciente, que dada la falta de recursos genuinos, se financia con emisión monetaria del BCRA, generando inflación y produciendo estancamiento económico:
 
El déficit se financia con emisión monetaria que presiona sobre el nivel de precios y acelera la inflación. Está última provoca todo tipo de desequilibrios macroeconómicos que terminan afectando al consumo (erosionando el salario real) y a la inversión (generando incertidumbre y pérdida de competitividad). 
 
La desaceleración del consumo de las familias y la caída de la inversión embisten contra el nivel de actividad. Este estancamiento económico se refleja en las cuentas públicas dado que la recaudación se reduce con el menor nivel de actividad.
 
El déficit está de vuelta. La última vez que el resultado de las cuentas públicas había dado negativo fue en 1996. Desde entonces, con mayor o menor holgura, el cierre del año fiscal tuvo signo positivo. En 2012, el desfasaje entre la velocidad de crecimiento de los ingresos y de los gastos determinó que se alcanzara un déficit primario de $4,374 millones, lo que equivale a 0.2 punto del PBI. Si además se incluyen los pagos de intereses de la deuda pública, el agujero es de $55.564 millones; o sea 2.5% del PBI.
 
Esta vez, ni siquiera alcanzó con la asistencia del Banco Central y de la ANSES, que aportaron cerca de $27,200 millones (1.1% del PBI). Para peor, sin los ingresos extraordinarios (ANSeS y BCRA), el déficit primario habría alcanzado 1.3% del PIB y el déficit financiero habría ascendido a 3.6% del PIB.
 
También se podría decir que el actual resultado fiscal del SPN es un “deja vu” de los '90,cuando en promedio se ubicó en torno al 2.0% del producto y en algunos años ascendió hasta 3.5%. La diferencia es que en aquellos tiempos se financiaba con deuda pública, no con emisión monetaria.
 
Gastos
 
En la actualidad, los gastos del Estado se financian con una presión tributaria record, que paso de 21% en la década del ’90 hasta el 37% en 2012, y con emisión monetaria que supera con creces la inflación y el crecimiento del PBI nominal. 
 
La diferencia en la forma de financiamiento radica en que mientras a fines de los '90 la economía se encontraba expuesta a un corte abrupto del financiamiento externo, hoy en día la elevada presión tributaria y la monetización de los déficits incentiva la aceleración inflacionaria y provocan inestabilidad y desequilibrios macroeconómicos.
 
Si bien los gastos se mueven más rápido que los ingresos, los primeros también se vienen desacelerando: En 2012, el gasto primario totalizó $554.776 millones, con un crecimiento del 29%; lo que implica una desaceleración de 4 puntos porcentuales respecto al crecimiento del 2011. El principal impulso provino de las prestaciones de la seguridad social ($204.617 millones) que crecieron un 39% y de las remuneraciones ($79.133 millones) que se expandieron al 29% interanual.
 
Para que las erogaciones no se descontrolaran más allá, el Gobierno tuvo que pisar el freno en varios frentes. En primer lugar puede verse una fuerte disminución en las partidas destinadas a las obras públicas. La inversión real directa, que se había expandido un 40% en 2011 debido al año electoral, moderó su ritmo de expansión al 25%, lo que equivale a un estancamiento en términos reales.
 
El segundo rubro de ajuste es consecuencia de una política que se empezó a implementar en 2011 con el recorte de algunos subsidios al sector privado. En efecto, las transferencias corrientes al sector privado ($119.473 millones) registraron un incremento de tan sólo el 15%, cuando el año previo se habían expandido a una tasa del 36%.
 
El tercer ajuste, y el más riguroso de todos, es el que afecta a las provincias. En el año que pasó, las transferencias discrecionales a estos distritos aumentaron sólo 3,6%. El derrape había comenzado en 2011, cuando esos envíos habían subido apenas 6,4% en términos nominales.
 
Paralelamente, las transferencias automáticas crecieron a la par de la inflación. Esto implica que, entre los envíos por copartipación y las partidas discrecionales, los fondos que recibieron las provincias de parte del Gobierno Nacional subieron 22% y alcanzaron los $207.162 millones. De este modo, de cada $3 que las provincias aportaron a la recaudación tributaria, la Nación les devolvió menos de $1.
 
Para este año, no esperamos grandes cambios en materia de política fiscal. Por tratarse de un año electoral, creemos que las erogaciones seguirán creciendo por encima de los recursos, lo que seguirá erosionando el resultado fiscal y presionando sobre las fuentes heterodoxas de financiamiento.
 
Ingresos
 
El estancamiento de la economía durante el año pasado1 es la razón principal que explica el deterioro de la recaudación. Los ingresos totales sumaron $550,402 millones en 2012, con un incremento del 26.6%, algo por encima del ritmo de crecimiento registrado el año previo (24,1%). 
 
Sin embargo, con una inflación del 25.6%2, el aumento “real” de los ingresos habría sido del 1% aproximadamente, similar al incremento real del año anterior.
 
Los ingresos tributarios ($329.553 millones) crecieron un 25%, con un buen desempeño de los impuestos a las ganancias y a los combustibles, y una pobre evolución de los tributos vinculados al comercio exterior. El contexto internacional no ha ayudado para paliar el rojo de las cuentas públicas, dado que tanto los derechos de importación como de exportación crecieron un 13%; es decir más 10 puntos porcentuales menos que el aumento de precios. 
 
Por su parte, las contribuciones a la seguridad social ($174.388 millones) crecieron a un ritmo del 30%, similar al registrado en los años previos.
 
En este marco, los recursos extraordinarios siguen ganando relevancia en la estructura de ingresos de las cuentas del Sector Público Nacional. Concretamente, los fondos provenientes de ANSeS se habrían incrementado un 58% en el 2012, lo que representa cuatro veces el resultado primario. 
 
A su vez, el BCRA habría transferido utilidades por $9.600 millones, que representan más de dos veces el resultado primario de 2012.
 
Dominancia Fiscal
 
La progresiva dependencia del Tesoro con el Banco Central le impone un piso a la tasa de inflación, genera un deterioro creciente en la hoja de balance del Banco Central e incrementa la brecha entre las cotizaciones del dólar generando incertidumbre y afectando al nivel de actividad:
 
> Por un lado, la inflación se encuentra un escalón por encima de los valores del año anterior. Concretamente, según la medición del Congreso Nacional la inflación anualizada del primer bimestre de este año ascendería a 28.5%; lo que implica un aumento de 2.6 puntos porcentuales respecto del primer bimestre del 2012 (26%). Parte de la aceleración inflacionaria se explica por una expansión de base monetaria cercana al 40% que supera ampliamente al aumento del PBI nominal (28% aproximadamente).
 
> Por el otro, las acreencias del Banco Central con el Tesoro, que en 2007 representaban 25% de los activos de la autoridad monetaria, pasaron al 56% en 2012. De estas el grueso lo conforman las letras que el BCRA recibe a cambio de ceder reservas para el pago de la deuda (29% del activo) y los adelantos transitorios que financian el cada vez más pronunciado déficit fiscal (22% del activo). La contracara de este proceso es la pérdida de peso relativo de las reservas internacionales.
 
> Por último, a medida que bajan las reservas y crece la cantidad de dinero en circulación (para financiar al fisco), crece la posibilidad de que se produzca algún “cortocircuito”, ya sea económico o político. Con una emisión monetaria creciendo al 40% y unas reservas amesetadas o directamente en plena caída, el tipo de cambio de cobertura se incrementa y, al mismo tiempo, aumenta la cotización del dólar “blue”. Esta semana el dólar negro alcanzó un record de $8.75, estableciendo una brecha del 70% con el cambio oficial. 
 
Tal como mencionamos en reiteradas ocasiones, el incremento de la brecha genera incertidumbre y arremete contra la inversión, el empleo y el nivel de actividad.
 
En síntesis, con distintos niveles de gravedad, el déficit fiscal, la monetización de dicho déficit, la inflación, los desequilibrios macro económicos con desdoblamiento del tipo de cambio y el estancamiento económico han sido rasgos muy repetidos en la historia económica de nuestro país. Hoy hemos retomado ese patrón y el gobierno ha entrado en una trampa de la que difícilmente se pueda salir con las estrategias que plantea. 
 
Sin señales de que haya alguna intensión de revertir estos problemas, la política económica actual seguirá alimentando el círculo vicioso.

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