"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 30 de abril de 2013

La hora de lo urgentísimo

Por Nicolás Márquez (*)

Una de las acepciones del concepto guerra es definido como “Lucha o combate, aunque sea en sentido moral”.
Vale decir, no es necesario que estemos a los tiros para considerarnos estar en una suerte de guerra civil. Guerra civil fría, afortunadamente, pero en la Argentina prima una enemistad u hostilidad declarada al parecer insalvable.

Se equivocaría otra vez la descolorida oposición, si ante cada conflicto o cada ataque que le toca padecer o enfrentar con el oficialismo, aquella obrase como si se estuviese simplemente ante un competidor política y moralmente equivalente, que simplemente tiene otra visión del mundo, la cual es tan respetable como la que ofrecería una alianza democrática disidente.

En efecto, acá no se trata de un duelo de caballeros en pie de igualdad en donde hay reglas de juego equitativas, y en el cual los actores en pugna pueden transitar los casilleros de la contienda como si se estuviese jugando al juego de la oca, ante la mirada atenta de un juez imparcial que controla de manera imperturbable la partida.
Pensar la puja en estos términos tan cándidos, implicaría haber vivido diez años de kirchnerismo en vano, y ya Santo Tomás nos enseñó en el 1200 que: “En política la ingenuidad es pecado”.

Entonces no hay otra alternativa que concientizarse de los siguiente:
EWl oficialismo está conformado por verdaderos piratas de Estado, que juegan con las cartas marcadas, que manejan dinero inmoral,
que controlan el 80% de los medios de comunicación (y pretenden secuestrar al 20% restante),
que acaban de tomar por asalto lo que queda de justicia independiente (nombraron a 4 de los 7 jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y a la vez pusieron al 60 por ciento de los jueces en actividad),
que condicionan con fondos públicos a la gran clientela electoral,
que disponen de la emisión indiscriminada de moneda para financiar sus programas proselitistas,
que disponen del aparato de espionaje de la SIDE y del hostigamiento de la AFIP para perseguir, amedrentar u hostigar a toda manifestación de pensamiento disidente, y que a la vez hacen uso y abuso de las estructuras de propaganda estatal y para estatal para llevar adelante campañas de auto elogio y/o desprestigio a sus enemigos declarados.

Insistimos.
La lucha entre la oposición y el kirchnerismo no es una simple disparidad de criterios en el marco de una convivencia republicana convencional.
Estamos en pie de guerra.
De una guerra fría, puesto que afortunadamente no hay, por el momento, sangre a la vista (aunque haya cientos de presos políticos y varios periodistas opositores procesados o perseguidos judicialmente).

En la guerra no es la prioridad convencer, sino vencer.

Urge entonces, que todo el espectro opositor deponga diferencias de segundo orden y se una electoralmente aferrada a la Constitución Nacional levantando como estandarte prioritario la reconquista de la institucionalidad.

Mil diferencias pueden separar entre sí a los votantes o dirigentes opositores si indagamos en asuntos económicos, religiosos, espirituales o filosóficos.
Pero el apego al Estado de derecho debe ser hoy el blasón unificador que guíe y conduzca a una generosa coalición republicana que brinde de cara a octubre una hidalga batalla triunfal a expensas de la camarilla de mal vivientes que detenta el poder del Estado.

San Agustín nos enseñó con perenne sabiduría la siguiente máxima:
“En lo esencial, unidad; en lo demás, libertad”.

Este tiene que ser el lema que debe abrazar el inorgánico arco opositor.
En lo esencial unidad.
Y lo esencial hoy no es otra cosa que rescatar la institucionalidad, defender el sistema republicano, sostener las libertades individuales y preservar la inviolabilidad del derecho de propiedad.

La Argentina hoy es una barca que corre riesgo grave de hundirse y lo primordial es llegar ilesos a la isla más cercana.
Una vez logrado ese objetivo, ya  habrá tiempo de sobra para debatir sobre otros asuntos que, sin dejar de ser importantes, ahora no son los urgentísimos.

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