Por el Dr. Alfredo Raúl Weinstabl (*)
Todos los medios, la mayoría de los analistas políticos, los formadores de opinión hablan del discutible y controvertido contenido del proyecto oficial sobre la “democratización” del Poder Judicial.
Todo es casi absurdo, empezando por el término de “democratización” de la Justicia.
Ni que hablar del contenido del proyecto.
Pero si hilamos fino y nos detenemos en observar el contexto completo en que se desenvuelve este nuevo lamentable y repudiable episodio de las decisiones del gobierno y de la vida parlamentaria, podemos arribar a otras conclusiones.
En principio cuando se analiza una determinada acción del gobierno, en particular de este no confiable gobierno, si así lo podemos llamar, deberíamos tratar de determinar cuál es el objetivo ulterior de la acción del gobierno.
¿Por qué tanta premura? ¿Por qué tanta urgencia?
¿Por qué una ley de tanta importancia, ya que roza aspectos constitucionales y modifica el equilibrio de los tres Poderes previstos en nuestra Carta Magna, debe ser resulta y aprobada entre gallos de medianoche?
¿Por qué ahora, después de tantos años en el Poder el oficialismo se emperra en sancionar esta controvertida ley?
¿Por qué tantos esfuerzos gubernamentales en lograr ello, sabiendo que una enorme mayoría de la ciudadanía no está de acuerdo, ni en la forma ni en el fondo con el proyecto?
Pienso que detrás de las nefastas consecuencias directas de aprobarse el proyecto, la finalidad ulterior surge bien clara.
Es por un lado una gigantesca y maquiavélica operación de diversión para distraer la opinión pública de otros graves problemas que tiene el gobierno.
Pero también esta urgencia y apuro está originado, en que actualmente se están destapando múltiples ollas, dejando claramente en evidencia la escandalosa corrupción del ex presidente desde prácticamente el inicio de su gestión y de la actual mandataria y muchos de sus funcionarios y allegados.
El ocaso de este gobierno tan corrupto es una posibilidad cada vez más cierta.
Y de ello se desprende la necesidad de poder maniobrar con jueces amigos, para como mínimo, lograr una posición relativa más favorable cuando empiecen a desfilar por los Tribunales Federales.
Todos debemos recordar que llegado ese día, para dar nacimiento a uno nuevo país es absolutamente imprescindible terminar totalmente con la impunidad.
Siempre existieron pactos espurios para lograr la impunidad con aquellos que dejan el Poder.
El próximo cambio en el gobierno, deberá asegurar, de una vez por todas, que aquellos que delinquieron sean juzgados con el mayor rigor posible para fundar las bases de un nuevo país.
Una nueva República, así con mayúscula.
Se deberá acabar definitivamente con la impunidad de los funcionarios corruptos.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo del Dr. Alfredo Raúl Weinstabl por gentileza de su autor.
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