El barquero hendía lenta, profundamente los remos en la superficie quieta del Riachuelo.
Desde hacía más de 20 años iba y venía de La Boca a la Isla Maciel trasladando gente con su embarcación de gruesa y resistente madera despintada, pero que aún lucía EL PULPITO nombre que eligiera para ella cuando la compró, en grandes letras de imprenta de color negruzco, desdibujadas, sobre ambos costados.
Venía absorto en sus recuerdos:
-"Había llegado a la Argentina con la segunda inmigración de italianos.
Había arribado al Puerto de Buenos Aires con sus padres- ahora fallecidos- con escasos diez años de edad. Un torrente de lágrimas nostálgicas intentaba escapársele por sus ajadas, curtidas mejillas"
Chig...Chag..., el monótono ruido de los remos en las aguas oscuras del Río y dos pasajeros:
Una mujer de unos cuarenta años y un niño de seis o siete años, que parecía ser su hijo, vivaz y movedizo, bastante robusto para su edad, aunque descuidado en su aseo tanto como Ella, su madre.
El hombre, avezado, paciente transportador de personas, sin proponérselo había comenzado a cantar por lo bajo, el tango NIEBLA DEL RIACHUELO...
...¡Niebla del Riachuelo!...
Amarrado al recuerdo
Yo sigo esperando...
¡Niebla del Riachuelo!...
De ese amor para siempre
Me vas alejando...
Nunca más volvió.
Nunca más la vi...
Cuando, de pronto, un ruido seco:-¡CHAS!!... Proveniente de las aguas espesas.
Sorprendido, el barquero, dejó de cantar.
Volvió su cabeza hacia atrás y alcanzó a ver cómo se formaban inmensos círculos concéntricos sobre las turbias aguas y en el centro de ellos, una mano de niño que se agitaba seguida de un grito sordo, ventral, de la mujer:
-¡Lucas! ¡Hijo!
- Al tiempo que desesperada al ver la imagen de su niño a punto de ahogarse se incorporaba dentro de la embarcación.
Ni un instante dudó el barquero.
Quitándose las pesadas botas de goma se arrojó al río y con sus fuertes, precisas brazadas, su experiencia de nadador, extrajo al pequeño de las nauseabundas aguas y lo depositó dentro del bote a los pies de la mujer quien lloraba sobre el rostro un tanto amoratado, maloliente de Lucas.
Una vez dentro del mismo, el hombre atendió a los primeros auxilios del chico quien poco a poco fue recuperándose del tamaño susto.
La madre lo acercó hacia sí, lo calentó con su propio cuerpo hasta que el niño, mirándola fijo, gritó:
-¡Tengo miedo, mamá!
-Estate quietecito que enseguida llegaremos a casa- Respondió Ella al tiempo que con una mirada de infinito agradecimiento observaba la tranquila estampa de "Giovanni" que así se llamaba el dueño de El Pulpito.
En escasos minutos llegaron al embarcadero de la Isla Maciel.
Al bajar, la mujer abrazó al hombre en un gesto espontáneo.
Ella carecía del roce social como para expresar con palabras cuanto sentía.
Mas, indicó a su hijo:
-Vení Lucas, saludá a tu salvador.
El niño aún temeroso por cuanto había sucedido se acercó a Giovanni y le dio un beso en una de sus mejillas mientras le decía:
-¡Gracias, Señor! –Tal como le habían enseñado en la Iglesia:
-¡Que Dios lo bendiga, Señor!...-Concluyó.
Aquí pareciera haber concluido esta historia con un final feliz.
El dueño de El Pulpito esperaría otros pasajeros para trasladarlos de la Isla Maciel a La Boca y regresarlos a sus hogares y...así sucesivamente.
La mujer y el niño llegarían a su casa: una habitación, cocina y baño de madera con techo de chapas de fibro cemento que los cobijaba. Apenas eso.
La Isla Maciel albergaba toda clase de gente venida de países vecinos, del conurbano bonaerense, del interior provinciano, buscando refugio algunos y trabajo, otros.
Mucha miseria.
Marginación.
Abandono.
Eso era la Isla Maciel.
Pero allí vivían y probablemente morirían sin que nadie lo notara.
Pero, hete aquí que la vida de los personajes tal como les venía diciendo, se fue desarrollando con la normalidad propia de la monotonía cotidiana hasta que el pequeño Lucas comenzó a mostrar extraños trastornos.
El cabello, fuerte y abundante, empezó primero a perder fuerza y luego, a caer en cantidad; tanto, que fueron viéndose lamparones blancos en su cabeza.
Sitios adonde ya no crecía el cabello y que dejaban al descubierto el cuero cabelludo.
El Lucas fornido se transformó de improviso en niño de aspecto enfermizo y débil.
Cada tanto, inexplicablemente, hacía crisis de vómitos, mareos, fiebre que no bajaba con los antifebriles que recetaba el médico.
¡Pobrecito Lucas!
La madre lo llevaba de la salita de primeros auxilios al hospital.
Cambiaba de médicos y de medicinas.
Pero lo cierto era que ninguno acertaba con el diagnóstico ni menos aún con la cura del mal que lo aquejaba.
Sometieron tanto a la madre como al niño a múltiples interrogatorios; hasta que, en uno de ellos apareció "algo", una lucecita que destellaba, una respuesta de la mujer que alertó al equipo del Hospital G. adonde desde hacía un tiempo atendían a Lucas, quien pasaba más horas en ese sitio que en su casa o en la escuela.
Mary, la mamá, contó que el muchacho había caído al Río Riachuelo cuando los cruzaban para dirigirse a su hogar.
Esto hacía más de un año...
El comentario no pasó desapercibido para los doctores del equipo; quienes de inmediato comenzaron a darse una explicación, a hallar "la causa" del mal del nene que para tantos otros había resultado inexplicable.
El pequeño había caído a las aguas del Río que, al decir de los especiales de un diario metropolitano:
-"mata en silencio", la cuenca del Riachuelo.
Tiene a más de 500.000 personas en riesgo sanitario con 370.000 m3 de aguas servidas por día,
125.000 m3 diarios de residuos, de desechos industriales: de curtidurías, de petroleras que arrojan químicos
(Sólo un 3% de las industrias tiene instalados procesos de depuración).
Con un 55% de la población carente de cloacas y un 35 % sin agua potable.
La contaminación del Riachuelo es causada por el inadecuado tratamiento de las sustancias que se descargan al Río (mercurio, zinc, cromo, plomo 50% más de lo permitido).
Es un problema socio-ambiental y no solamente hidráulico.
Bien lo saben los médicos que atienden a tantos afectados por trastornos neurológicos, hanta virus, dengue.
A madres que abortan espontáneamente o cuyos bebés nacen con deformaciones, como la enfermedad de Lucas, inexplicables.
Ante la revelación, el equipo de especialistas médicos del Hospital para niños más adelantado de la República Argentina, resolvió comenzar a tratar al pequeñuelo como a todos aquellos pacientes que presentaban "evidentes síntomas consecuencia de la contaminación de las aguas".
Estos son casos difíciles.
Únicos.
Ellos revelan la falta de conciencia de las autoridades; que lejos de ocuparse del problema, lo eluden.
Ya nada será igual en la vida de Lucas.
Ya nada será igual en la vida de todos esos pequeños y de sus familias.
El Río Riachuelo con su elevadísimo nivel de contaminación había entrado en sus hogares para quedarse como símbolo de todo aquello que la humanidad debiera resolver, atender adecuadamente y no mirar para otro lado.
Luego de leer esta historia quizá usted lector quisiera saber el final de la misma.
Si Lucas se salvó por segunda vez o no.
Si el tratamiento tuvo una buena respuesta del organismo del pequeño o no.
Sin embargo, esta historia es solamente el comienzo de "la decadencia", "de la frustración de los políticos" frente a los problemas humanos.
De la desidia de quienes se arrogan el poder para "matar" como el Río: "silenciosamente"...
Peor aún: "con mentiras electorales", "con promesas incumplidas", con una corrupción que cual contaminación de las costumbres democráticas amenaza con la extinción del género humano en un futuro no muy lejano.
Quizá esta historia sólo sirva para ser leída o contada.
Sin embargo, estamos todos navegando en el mismo "bote" y como Lucas, corremos el mismo peligro de caer en las turbias aguas, de respirar el aire contaminado, de engendrar monstruos.
Es estimado amigo lector:
-"El pensamiento unido a la acción orientada hacia el bienestar de los habitantes del Planeta lo que deberá salvar a la humanidad" y no esperar a que "la divinidad", "un milagro", "un barquero buen nadador" actúe a tiempo, antes de ahogarnos definitivamente...
..."Turbio fondeadero donde van a recalar,
"Barcos que en el muelle para siempre han de quedar
"Sombras que se alargan en la noche del dolor
"Náufragos del mundo que han perdido el corazón..."
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