La innecesaria UNASUR fue oportunamente creada, más allá de la retórica, con muy diferentes objetivos, alimentada por el esperanzado fervor "bolivariano" de poder usarla para sus propios objetivos regionales y para consolidar -con su acción- el "liderazgo" regional que siempre Brasil reclama para sí y que considera como algo simplemente "natural".
Emilio J. Cárdenas
Una suerte de derivación de su tamaño relativo, quizás.
Ante el extravío total de la administración argentina desde 2003, que incluye ciertamente a su política exterior, esto parece casi lógico.
Primero, se trata de alejar de América del Sur a la OEA, porque este organismo regional, el decano, incluye a los Estados Unidos, Canadá y México, tres países “indeseables” para los “bolivarianos”.
Con los que no se admite, en nombre de una pretendida “pureza” de la “visión” regional, siquiera dialogar.
Segundo, porque es evidente que los “bolivarianos” la han podido manipular exitosamente desde el mismo comienzo.
Y lo siguen haciendo.
Como lo demuestra el apresurado
respaldo a la elección fraudulenta de Nicolás Maduro, en Venezuela. Siendo el caso del increíble “Informe” emitido por la organización sobre los acontecimientos en Pando, Bolivia, (el primero en el que intervino UNASUR, liderada entonces por un embajador político argentino con conocidas vinculaciones con el terrorismo de los 70) el más patético -y a la vez el más esclarecedor- de todos.
Por las sorprendentes falsedades que contiene ese ahora desprestigiado “Informe”, que estuvo destinado a legitimar -sin pérdidas de tiempo- las cuestionables acciones de Evo Morales.
Hasta los muertos allí mencionados, aparecieron luego con vida.
De no creer.
Cabe destacar que las “misiones de observación” a las elecciones regionales enviadas por UNASUR suelen emitir informes torcidos, muy distintos obviamente a los de la mucho más seria y objetiva OEA.
En el caso reciente de las elecciones paraguayas, UNASUR comenzó a hacer objeciones y comentarios claramente torcidos aún antes de que la elección se realizara.
Los que debieron tragarse apresuradamente, al conocerse su limpieza y transparencia de los comicios paraguayos y, más aún, al advertirse el tremendo fracaso de la izquierda paraguaya que, en total, apenas logró un 8% de los votos, pese a incluir entre sus candidatos al presuntamente
“popular” ex obispo Fernando Lugo, que pudo cosechar tan sólo un magro 3% de los sufragios, muestra evidente del “apoyo” del que goza entre los paraguayos.
Tercero, porque se piensa edificar en el seno de la UNASUR un ente que se dedique a los derechos humanos
con una visión “bolivariana”, distinta de la del resto del mundo.
Una que justifique las restricciones a la libertad de opinión y a la libertad de prensa, que incomodan a los autoritarios
(que requieren impunidad) y perforan su discurso único.
Una que además oculte las restricciones a las libertades civiles y políticas de los pueblos de la región.
Una que disimule el andar dictatorial cubano.
Una que -además- asegure que los fraudes electorales “bolivarianos” van a ser cubiertos con una cortina de humo emitida prestamente y destinada a diluir las acusaciones de fraude, como ha ocurrido ya en Venezuela, en las fraudulentas elecciones que permitieran a Nicolás Maduro permanecer en el poder, en el que ya se había “enchufado” ilegalmente, con anterioridad.
Y seguir caminando y actuando y en la región como un triste títere de Cuba y de sus verdaderos dueños.
Pero todo tiene costo.
También el apoyo a Maduro.
El popular presidente peruano, Ollanta Humala, lo acaba de comprobar en su propio medio.
En efecto, por ese apoyo se le desató una impactante tormenta local.
Inesperada, presumiblemente.
Con el desgaste que ella naturalmente supone.
Porque se apresuró -presionado desde La Habana y Caracas- a convocar a UNASUR para -con ella- ayudar a “legitimar” rápidamente a un bamboleante Nicolás Maduro cuando éste comenzaba a transitar el camino fraudulento con el que ahora puso en marcha una auditoría de los votos realmente tramposa y “legitimar” entonces una presunta victoria, que no ha sido tal.
Y porque, además, Humala concurrió (como presidente “pro-tempore” de UNASUR) a la asunción de un Maduro ya entonces cuestionado a viva voz por -por lo menos- la mitad de los venezolanos.
Todo lo que supone avalar las inmoralidades e irregularidades que un violento Maduro procura afanosamente ocultar.
Recordando, de paso, que -siempre según Humala- la auditoría de UNASUR
“acompañará” a la auditoría de las autoridades electorales de Venezuela.
Como si esto fuera una garantía.
En rigor, lo es, pero al revés de lo que pudiera parecer.
Desde que todo en Venezuela, para la UNASUR, va a estar siempre “bien” respecto de Nicolás Maduro y mal para la oposición.
Según enseña toda -absolutamente toda- la historia reciente de UNASUR.
Para hacer las cosas aún más complicadas, Humala agregó que
“las violaciones al estado de derecho en Venezuela se atribuyen a la gestión del fallecido ex presidente Hugo Chávez y no al recientemente elegido Nicolás Maduro”.
Lo que es una increíble y durísima acusación a un hombre que ha sido endiosado por los “bolivarianos”.
Mal hecha, obviamente. Que seguramente no pasará inadvertida.
Pero, dentro del Perú, las acusaciones de “parcialidad” en la política exterior llueven torrencialmente sobre los hombros de un Ollanta Humala que “mira para otra parte”.
Evidenciando pocos reflejos, Humala sólo atinó a decir:
“hay tantos problemas en el Perú para estar preocupándose en los problemas de Venezuela”.
Pero resulta que fue precisamente él quien convocara a UNASUR a una reunión de urgencia para apoyar al candidato “bolivariano” y que también fue él quien se desplazara a Caracas para rendir allí pleitesía al ya cuestionado Nicolás Maduro.
Por una razón bien simple: la política exterior
Que no es una pérdida de tiempo, sino una necesidad imperiosa...
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario