En el preámbulo afirma:
Israel existirá y continuará existiendo hasta que el islam lo destruya, tal como destruyó a otros en el pasado.
Y en el artículo 6 se dice:
El Movimiento de Resistencia Islámico [Hamás] es un movimiento cuya alianza es con Alá y cuya forma de vida es el islam. Su objetivo es izar el estandarte de Alá sobre cada porción del suelo palestino.
El artículo 7 expresa su ardiente antisemitismo:
El Día del Juicio Final no llegará hasta que los musulmanes se enfrenten a los judíos y los maten a todos. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y de los árboles, y las rocas y los árboles gritarán: "¡Oh, musulmán, hay un judío escondido detrás de mí! ¡Ven y mátalo!".
El artículo 22 es extenso, pero ofrece evidencias de su inspiración en los libelos que, a su vez, alimentaron el Mein Kampf, de Adolf Hitler. Reúne todas las calumnias que diferentes tendencias inventaron sobre los judíos. También manifiesta su alucinante carácter reaccionario.
Los judíos han conspirado contra nosotros durante mucho tiempo y han acumulado grandes riquezas materiales y gran influencia. Con su dinero, tomaron el control de los medios. Con su dinero, provocaron revoluciones en distintas partes del mundo. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la Revolución Comunista y de la mayoría de las revoluciones. Con su dinero, crearon organizaciones secretas –tales como los masones, el Rotary Club y el Club de Leones–, que se están diseminando por el mundo con el fin de destruir sociedades y llevar a cabo los intereses sionistas. Estuvieron detrás de la Primera Guerra Mundial y crearon la Liga de las Naciones, por medio de la cual podían gobernar el mundo. Estuvieron detrás de la Segunda Guerra Mundial, por medio de la cual lograron enormes ganancias financieras. No hay ninguna guerra en ningún lugar del mundo en la que ellos no intervengan.
Quienes suponen que Hamás se conforma con un Estado palestino que permita alguna coexistencia con Israel deben fijarse en el artículo 11:
La tierra de toda Palestina es un `waqf' [posesión sagrada del islam] consagrado para futuras generaciones islámicas hasta el Día del Juicio Final. Nadie puede renunciar a esta tierra ni abandonar ninguna parte de ella.
Los ideales de un Estado árabe palestino, democrático y pluralista, donde tengan derechos no sólo los judíos, sino también los cristianos, quedan destruidos por el categórico artículo 13:
Palestina es tierra islámica. Esto es un hecho.
La guerra es orlada con febril exaltación. El artículo 33 borra cualquier duda:
Las filas se cerrarán, los luchadores se unirán con otros luchadores y las masas de todo el mundo islámico acudirán al llamado del deber proclamando en voz alta: ¡Viva la yihad! Este grito llegará a los cielos y seguirá resonando hasta que se alcance la liberación, los invasores hayan sido derrotados y logremos la victoria de Alá.
No deja espacio para las iniciativas de paz, que son condenadas en otra parte del feroz artículo 13:
Las iniciativas de paz y las supuestas soluciones pacíficas, así como las conferencias internacionales, se contradicen con los principios de Hamás. Esas conferencias son un inaceptable medio para designar árbitros de las tierras del islam a los infieles. No hay solución sin la yihad. Las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales de paz son una pérdida de tiempo.
La demonización del sionismo permanece anclada en centenarios mitos paranoicos, cuya fuente falsa y venenosa no tienen pudor en revelar, como lo ilustra el artículo 32:
La confabulación del sionismo no tiene fin; después de Palestina querrán expandirse desde el Nilo hasta el Éufrates. Cuando hayan terminado de digerir el área sobre la que hayan puesto sus manos, codiciarán más espacio. Su plan ha sido diseñado por los `Protocolos de los Sabios de Sión'.
No hace falta ser avispado para advertir que proyectan sobre el diminuto Israel su propia hambre de expansión territorial. Son ellos quienes aspiran a un califato que se extienda desde el Atlántico hasta Indochina, y luego más. En sus escuelas enseñan que España pertenece al islam y deberá ser recuperada. El objetivo más alto no es ahora la creación de un Estado palestino, sino la victoria universal de la fe y la legislación islámicas. Su programa aspira a que rijan las leyes de la sharía, imposibles para la civilización occidental. Como lo expresa el delirante artículo 22, hasta la Revolución Francesa es abominable, y seguro que las tres famosas palabras –libertad, igualdad, fraternidad– serán sospechosas.
A Hamás, sin embargo, no lo votaron por este programa teocrático-nazi, sino por la corrupción, ineficacia e hipocresía de Al Fatah y los líderes de la Autoridad Palestina. Una encuesta reveló que el 75% de los palestinos que votaron por Hamás aspiraban a la solución de un Estado propio que conviviera lado a lado con Israel. Hamás se presentó como la única opción que tenía las manos limpias. No ganó por su fanatismo reaccionario y judeofóbico, sino por el desencanto de los palestinos. La irresponsable segunda Intifada, desencadenada por la hipócrita Administración anterior, trajo la parálisis de una solución negociada. Además, produjo un incremento de las muertes, las represalias, la desocupación y la miseria. A Hamas ya no le alcanzará con lavarse las manos y echar la culpa de todo a Israel.
La mayoría de los israelíes no está entusiasmada con la ocupación de territorios palestinos, si esa ocupación empeora su seguridad y su calidad de vida. Pero tomará decisiones unilaterales mientras la otra parte no sea una genuina socia para la paz. Lo hizo al retirarse del Líbano sin exigir contrapartidas, y al retirarse de Gaza de la misma forma. Muchos opinan que fueron decisiones equivocadas. Comparto esa crítica. Ambas retiradas pretendían demostrar que Israel no desea mantener la ocupación de zonas donde hay mayoría árabe. La respuesta, sin embargo, no fue de comprensión ni de amistad, sino lluvias de misiles.
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