"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 30 de junio de 2013

La Plaza de Todos

Ciudad oculta / Ver sólo lo que se quiere ver

Por Leonardo Tarifeño  | LA NACION

Los dos niños que malviven en el pasillo del Cabildo se tapan hasta la cabeza con una frazada a cuadros.
No los molesta el frío, ni la llovizna ni la cruel indiferencia de los paseantes.
Lo único que los perturba, mientras la tarde se convierte en noche, es el retumbar de los bombos y la prueba de sonido para el enésimo acto de protesta que se celebrará dentro de minutos muy cerca de donde pretenden dormir.
A su lado, arriba de ellos, un símbolo anarquista tapa, orgulloso, la placa que anuncia el Museo de la Revolución de Mayo.
Un petardo explota, un grupo de militantes pega carteles, dos agentes de la policía corren hacia el humo del petardo.
De todo lo que los rodea, ¿qué se infiltrará en el sueño de esos chicos?

En su canción "Dirty boulevard", el rockero Lou Reed cuenta la historia de un niño, Pedro, quien junto con sus diez hermanos vive en la calle de enfrente del hotel Wilshire, en Nueva York.
Un día, en un contenedor de basura, el chico encuentra un manual de magia lleno de dibujos.
"Cuando cuente tres, voy a desaparecer", se dice Pedro.
Uno, dos, ¡tres!

En los alrededores del Cabildo, los únicos que se permiten algo parecido a ese pase mágico son los pájaros que sobrevuelan la plaza y huyen hacia un destino más tranquilo.
Una columna de manifestantes avanza desde Reconquista; otra desde Bolívar, para encontrarse en el corazón de la Plaza de Mayo.
Antes de que lleguen, voy para allá.
A la derecha veo la carpa de los ex combatientes de Malvinas, que desde 2004 acampan a la espera de que alguien de algún gobierno los reciba.

En el centro, turistas brasileños le toman fotos a la Pirámide de Mayo, a cuyos pies descansa una placa en memoria de Julio López, desaparecido en democracia.
Y más allá, a un costado, una familia de correntinos discute sobre cómo fotografiarse con la Casa Rosada de fondo.
Tienen que apurarse porque la policía ya cierra el vallado, la toma no sale bien y la llovizna los pone nerviosos.
Tratan de explicarle eso al policía que los echa, pero el oficial también está nervioso y les dice que no pueden estar allí.
"Desde 2001, ¿a quién protegen estas vallas? *
¡Si los muertos son del pueblo!", dice el cartel que impide el paso de la familia correntina.
En el último intento, el padre logra el mejor ángulo, sus hijos sonríen y toma la foto.

Los encuadres logran que las fotos retraten una escena a la medida, y para capturar todo lo que ocurre una tarde en la plaza el encuadre debería ser gigante.
Me pregunto qué lente podría enfocar esa imagen múltiple y diversa, y quién estaría dispuesto a ver esa realidad.
Debajo del vallado, una mujer duerme, y como los chicos del Cabildo, también se tapa hasta la cabeza.
Y a metros suyo, los pañuelos blancos pintados en el suelo evocan un pedido de justicia que no tiene fin.

"Reconocernos no es una estafa, sino enmendar un error del pasado", exige un cartel de los ex combatientes.
La plaza se empieza a llenar, los militantes despliegan sus banderas y los cantos se burlan del enemigo político de turno.
¿Estaré ante un error del pasado o aquí vibrará una de las tantas maneras de enmendarlos?

Pienso en eso mientras el espectáculo de la protesta se desenvuelve sin que sus protagonistas se acerquen o le presten atención al cementerio improvisado por los ex combatientes a un lado de la plaza, donde cruces y flores representan la memoria de los 649 muertos durante la guerra que no sólo ellos perdieron.
Avanzo hacia el acampe, quiero encontrar a alguien que me cuente por qué siguen allí, pero no encuentro a nadie.
Hoy no es su día de gloria, sino el de aquellos que cantan, ríen y enarbolan banderas políticas y argentinas.

El último cartel suyo que veo, ya de camino hacia el Cabildo, pregunta
"¿Cuánto tiempo más llevará?", título de una canción que Serú Girán grabó en 1980, y que sin dudas muchos deben de haber cantado en las trincheras de Puerto Argentino.



¿Alguien tocará esa canción en el recital que se anuncia para la siguiente media hora?
¿Cuánto habrá cambiado el significado de esa letra?

"Probando... uno, dos, ¡tres!", dice alguien sobre el escenario.

Y por arte de magia, en un segundo, cada uno vio sólo aquello que quería ver.

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