"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 9 de julio de 2013

TUCUMÁN - Cuna de la impunidad en éste 9 de Julio

LA DESFACHATEZ

La lentitud de la justicia  en Tucumán es alarmante.
La impunidad es inquietante.
En el Día de la independencia, la plaza independencia es un cepo para la ciudadanía.
Salvo los adeptos al oficialismo tienen posibilidad de celebrar.
La mordaza sigue vigente.
Alberto Lebbos  padre de Paulina, joven asesinada  brutalmente  por los presuntos hijos del poder, fue agredido cuando intentaba ingresar a la plaza  llamada justamente de la Independencia y se le coartó la posibilidad  con agresiones inverosímiles de expresarse libre y pacíficamente.
Es solamente un padre que al igual que Susana Trimarco – Madre de Marita Verón -  necesita que su voz sea escuchada por los funcionarios nacionales que vinieron a nuestra provincia a festejar la independencia de todos los argentinos.
Ser oída también por la presidente después de tantas peticiones de clamar justicia.
Sus marchas para que se esclarezca el crimen de su hija siempre fue pacífica y acompañada por jubilados e indignados por tanta impunidad.

En los primeros días del mes de Enero del corriente año mi estudio jurídico  recibió llamadas anónimas amenazándome de muerte.
A los pocos días los impactos de balas de fuego de alto calibre se incrustaron en las paredes e interior de mi estudio Jurídico.
No debía seguir escribiendo y denunciando a  la mafia reinante en  mi provincia.
Amenaza que curiosamente  se concretó unos días después  de que el Diario perfil de Buenos Aires  publicara mis declaraciones sobre la impunidad existente y la ausencia total de investigación en casos de  enorme trascendencia.

Se comunicó del hecho a todas las autoridades de la Provincia y ni siquiera  recibí la llamada del Colegio que nos nuclea.
Menos obviamente del Ejecutivo y que decir del Judicial.
Solamente  acune la solidaridad del Club Gente de prensa a nivel nacional  y de los diarios en donde  se editan mis opiniones.
Numerosas personalidades  relacionadas al periodismo y a las letras también se adhirieron al atentado contra mi integridad personal que supone una amenaza.
Amenazas anónimas cobardes dirigidas con el ánimo de intimidar y amedrentar.

La amenaza, que es un delito contra el sentimiento de seguridad del individuo, tiene como propósito infundir temor y obligar  al ofendido a hacer, no hacer, o tolerar algo contra su voluntad, pretendiéndose gobernar  su conducta vulnerando su facultad de libre determinación.
Ese  delito de coacción apunta precisamente al modo antisocial de exigir, generando con el accionar temerario  un estado de temor e inquietud extrema, e intranquilidad permanente en la victima y en toda su familia.
Ante la absoluta  falta de protección, escribí numerosos artículos referidos a las amenazas y a la  indefensión e indiferencia en Tucumán que fueron y siguen siendo publicadas en numerosos periódicos locales y nacionales.

Lo que sucede en Tucumán hace recordar sin esfuerzos al Ives Montand de la recordada película "Estado de Sitio" y las crudas imágenes de la película "Expreso de Medianoche" de Alan Parker que vienen inevitablemente a mi memoria.
La reflexión que me viene a la mente es la importancia  vital -en el más estricto sentido de la palabra- para todos los argentinos, de que la Prensa sea totalmente independiente del Gobierno

¿Podría haberse conocido  la situación de impunidad de Tucumán, con una prensa controlada por el Estado, que "baja línea" para acallar y silenciar las amenazas? 
¿Cuál sería hoy el destino de innumerables ciudadanos si no fuera por la decidida y desinteresada campaña, a la que se sumaron sin partidismos, tantos medios de prensa?
En estos momentos en que se habla tanto de la Ley de Medios, no puede uno menos que dar gracias por que existan redes de Medios de comunicación independientes del Gobierno.
Grupos de periodistas que han conseguido a fuerza de decir lo que con sinceridad consideran la verdad, ser leídos, vistos y oídos por muchas personas en la Argentina.
Mi petición  de justicia y de investigación es necesaria por los integrantes que me acompañan en la faena diaria de ejercer la profesión de abogado penalista.
No porque tenga miedo a los personajes que amedrentan e intimidan con impunidad.
Velar por la seguridad  es  necesario y un derecho de todo ciudadano.
Se debe hacer algo más  para que las mafias no cundan lo más campantes, seguras de que la sociedad carece de medios adecuados para defenderse.

Algo hay que hacer, menos quedarse gozando de la tranquilidad de los que aún no les ha tocado ser víctimas, consolándose con el argumento de que crímenes hubo siempre y esperando que las cosas algún día solas se han de arreglar.
Pero actualmente eso es imposible en la práctica – sin entrar a polemizar-, culpa de quien o de quienes. Como abogado y hombre público entiendo que una "justicia lenta y tardía no es justicia".
Pero hoy, pasados los años, los argentinos no contamos con una administración de justicia que resulte satisfactoria.
Pareciera que al organizar un Estado independiente los argentinos hubiéramos fracasado en lo más elemental; que en vez de mantener el buen funcionamiento de instituciones fundamentales, las fuéramos deteriorando cada vez más.
Para llegar, en una progresiva decadencia, a una situación caracterizada por la existencia y la actuación de pandillas sin provocar violentas reacciones de la ciudadanía.

Como si los argentinos nos hubiéramos amansado, llegando a comprender que es inevitable que la sociedad sea manejada por mafias, por la transgresión, por organizaciones que tienen poder y que son impunes, pues escapan a las sanciones, y frente a ellas la justicia parece carecer de los instrumentos necesarios para investigarlas y para controlarlas.
Parecería muy desesperada, muy desalentada y patética la situación.
Hasta que numerosos hechos aberrante y de corrupción viene a poner en evidencia que los argentinos  si podemos reaccionar, tenemos energías para reclamar justicia, somos capaces de interesarnos por los problemas públicos no sólo los días de comicios sino también cuando se afectan los grandes valores de la sociedad, como son la seguridad pública y la administración de justicia.
Si de las movilizaciones practicadas a la que gran parte de la comunidad ha respondido en forma vigorosa y con ánimo alentado surge -como todos esperamos- la evidencia de que las mafias nos son indemnes al poder del Estado sino que caen, como es justo, bajo la vigilancia y la corrección de la justicia, se vendría a demostrar que aquellos congresales de 1816 no estaban tan errados.

Habrá libertades e independencias inalcanzables, o que no atraen ni interesan a una sociedad moderna, pero no se habrán equivocado al pensar que podíamos organizar el Estado...
Un Estado con una justicia tan capaz, independiente y eficaz, por lo menos, como la que teníamos en 1816.

Pasando los años muchas veces vimos que, aunque nos costara esfuerzos y sangre, era una realidad casi palpable, un ideal accesible, una posibilidad cierta y venturosa, no un sueño ni una utopía.
Y, en las vueltas que da la historia, aquel magnífico anhelo se va diluyendo, se va alejando, se desdibuja.
Lo que un lejano 9 de julio nos propusimos, ser libres e independientes, ahora parece exceder la medida de una ilusión.

¿Y la culpa de quién es?
Por supuesto que la culpa no es de este país; la culpa es, simplemente, de nosotros, que no supimos mantener el esfuerzo necesario ni la elevación de miras.
Ahora podemos hacer dos cosas: darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que entonces se plantearon ya están conseguidos, o que, con las vueltas que ha dado la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos frente a una nueva realidad, inválidos, estériles, arcaicos.
O aceptar que el fracaso de nuestra empresa nacional se debe a la cantidad de defectos, de vicios, de errores, de pecados que nos caracterizan a los argentinos y que conocemos bastante.
Pero no es suficiente con conocer:
Hay que hacer un sincero propósito de enmienda y ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de nuestros nietos pueda ser mejor.

El 9 de julio no debe ser día de festejo: debe servir de recuerdo de que tenemos la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan.

DR. JORGE BERNABE LOBO ARAGÓN
jorgeloboaragon@hotmail.com
jorgeloboaragon@gmail.com

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