"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 16 de septiembre de 2013

La solución bélica

Hay un contrasentido esencial, existencial y ontológico, en la solución bélica, entendida como instancia final para superar una perversión o una calamidad de uno o más pueblos, con el uso de las armas y la destrucción para lograr la paz.

En primer lugar, esencialmente la paz se construye con actos, acciones, palabras e ideas que irradien paz, y que simbolicen el sentimiento y la convicción de quien la usa, que es el valor esencial para que pueda desarrollarse una vida digna y buena sobre la tierra.

Existencialmente, cualquier acto bélico  produce efectos de rebote, el afectado por la acción, responde con todo lo que tiene a mano, y se genera un círculo vicioso de acción y reacción que suma, extiende y magnifica la destrucción y la violencia.

No puedo mostrarme como un ser de paz, pregonando que la única solución es la destrucción por la violencia, para impedir justamente que haya violencia, que en el fondo también estoy generando.

Ontológicamente,  también es un contrasentido, ya que la misma se refiere al género primero de las cosas, al estudio y comprensión de los mismos y de lo que está por encima de lo demás, y a lo cual todo se sujeta.

Es evidente que el género primero, es la vida, ya que sin ella nada es posible, en las circunstancias actuales de nuestro ser, y debe privilegiarse, respetarse y protegerse.

Por lo tanto pretender que el uso de las armas y la violencia será una solución, es una confusión total tanto de las vivencias, como de las virtudes y de los valores, ya que la primera consecuencia de ella, es la destrucción de la vida humana, que cae indiscriminadamente ante el accionar de la máquina de la guerra.

El colmo de la confusión y del dislate, se produce como consecuencia de los arreglos, las discusiones y acuerdos, las consultas que se hacen para justificar la misma, ya que se entiende que es una decisión tomada conscientemente y razonadamente.

Es decir emplear la razón para concluir que es necesario terminar con el primer principio que es la vida, obligadamente, para gestionar una forma de conseguir la paz.

Supera el entendimiento y la sana lógica tal actitud.

Dos cuestiones se debaten paralelamente a ella:
La primera es el poder, quien lo detenta, quien es más poderoso, y quien está en condiciones de imponer sus decisiones y su voluntad aun a despecho de lo que piensen los demás.

La segunda es la pretensión de ser quien controla o vigila a los demás para que cumplan y no se salgan del camino, ignorando que hay diferencias entre los pueblos y que cada cual es dueño exclusivo de su destino.

Ambas son frutos de la ambición y la soberbia, cualidades que se enclavan en el corazón del hombre e impide que tenga una visión clara de su destino y una relación armoniosa con los demás.

No hay otra forma de combatirla que con el amor y la humildad.

Dice Agustín que el amor o  caridad es la mayor de las virtudes y la más importante en nuestras vidas, pero que la puerta de entrada al amor es la humildad.

Ninguna acción bélica puede ser la solución a los conflictos, ya que la misma empieza siendo unilateral, quien se cree con derechos y la declara o la realiza, y termina comprometiendo a todos, y provocando reacciones que deterioran y enturbian la unión entre los hombres.

La razón debe primar, y el diálogo y la persuasión deben ser el camino y el método a emplear en estos casos.

El respeto por las particularidades, y en especial el respeto por la dignidad del  hombre y por la vida, es fundamental para acercar posiciones y lograr la paz que todos los hombres deben anhelar.

El amor expresado en la bondad y la condescendencia, como así también la actitud de perdonar y sobre todo de cuestionar si realmente se tiene razón, o la verdad está de nuestro lado es lo que hará que alguna vez sobre la faz de la tierra el hombre pueda vivir sin violencia, sin guerras, en armonía y en paz.

Elías D. Galati

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