La consecuencia de un modelo fracasado
La delicada situación por la que atraviesa ese país confirma la gravedad que supone la deriva autoritaria y el fracaso del modelo impulsado por la revolución bolivariana.
VENEZUELA VIVE tiempos difíciles, con escasez crónica en productos y servicios básicos, una economía en problemas y un gobierno cada vez más encerrado en tesis conspirativas e incapaz de ofrecer respuestas viables.
El escenario es el resultado de la mezcla de autoritarismo político y centralismo económico que ha debido soportar el país desde que en 1999 llegó al poder el extinto Presidente Hugo Chávez y comenzó a avanzar progresivamente hacia la instauración de un régimen que coarta las libertades civiles y la iniciativa económica de la población.
La situación ha llegado a ser comparada por algunos políticos y analistas con la que se vivió antes del llamado “Caracazo”, estallido social que tuvo lugar en febrero de 1989, dejó centenares de muertos y obligó al gobierno de entonces a disponer la intervención de los militares.
Tal como el “Caracazo” marcó el inicio del ocaso del proceso que emergió en 1958 con el “pacto de Punto Fijo” -el cual hizo surgir un orden que le dio gobernabilidad al país a través del protagonismo de dos grandes partidos, el socialdemócrata Acción Democrática y el democratacristiano Copei-, la coyuntura actual marca la completa decadencia y falta de soluciones del régimen inaugurado por Chávez y continuado desde su muerte por Nicolás Maduro.
La crisis por la que atraviesa Venezuela es la consecuencia de la adopción de un modelo que ha resultado catastrófico y que parece encaminarse a una encrucijada: o las autoridades realizan reformas que den un golpe de timón y una apertura hacia la competencia política y la libertad económica, o profundizan la línea que han seguido hasta ahora y sumen al país en un escenario que lo puede conducir al caos.
Para que haya cambios, es necesario que las divisiones al interior del oficialismo que se han insinuado en el pasado cristalicen pronto, posibilidad que hoy no es tan obvia como pareció hasta hace unos meses.
La deriva autoritaria que Chávez y Maduro han impulsado ha ido poniendo en cuestión derechos fundamentales, entre ellos, las libertades de expresión y de prensa. Incluso, el resultado de las elecciones presidenciales en que Maduro se declaró ganador en abril es objeto de fundadas sospechas de fraude, las que se han visto agravadas por la negativa a realizar un reconteo de la totalidad de los votos.
Como resultado de la gestión bolivariana, Venezuela es hoy un país que vive en un clima político de intensa polarización y en el cual el gobierno trata de culpar a la oposición y a agentes externos -por ejemplo, a través de la expulsión de tres diplomáticos norteamericanos, acusados de reunirse con la “extrema derecha”- de sus fracasos.
Estos parecen evidentes al observar la escasez crónica en productos básicos como el azúcar, la harina de maíz, el papel higiénico, el aceite y otros, que afecta de manera cotidiana la calidad de vida de una población que también ha debido acostumbrarse a los racionamientos eléctricos.
La falta de inversión en sectores clave, como la infraestructura vial -otrora un área en la que Venezuela lideraba en la región-, es clara y se añade a los problemas que sufre la industria petrolera, donde la falta de mantención y el nulo cumplimiento de los protocolos de seguridad incluso han provocado accidentes graves, como el estallido de la refinería de Amuay en 2012, que dejó 55 muertos y pérdidas millonarias.
Boletín Info-RIES nº 1102
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monográfico ...
Hace 2 meses
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