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Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 17 de abril de 2014

La presidente de los colores...

La presidente parece tener una obsesión con los negros

Por Carlos Mira

No se sabe muy bien a qué se debe o por qué cae repetidamente en esas alusiones racistas, pero es evidente que hay alguna cuestión irresuelta en la psiquis presidencial que la lleva a pretender instalar en la Argentina una cuestión ajena a la historia del país y que, por cierto, no contribuiría -de ser exitosa su instalación- a la vida pacífica y armoniosa de la sociedad.

Ayer, otra vez, la Sra. de Kirchner tomó, como suele hacer, una historia de “entrecasa” para referirse a esta hipotética existencia de la cuestión “negros-blancos” en la Argentina.
Contó que estaba viendo la película “Lincoln” y que le llamó la atención cómo los diputados demócratas gritaban desde las bancas que querían que los negros siguieran siendo esclavos.
Dijo que en ese momento pensó cómo en la Argentina los diputados de la oposición no se animan a gritar que no están de acuerdo con que se le den “casas a los negros o a los morochos” o con que se siga esta política de derechos humanos, pero que ella está segura de que eso es lo que pensaban.

¿Qué le ocurre a la presidente?,
¿en qué está pensando?,
¿qué se propone cuando dice estas cosas?,
¿cuál supone que son las consecuencias de sus dichos?

El país, que arma un enorme revuelo porque Ramón Díaz le dedica el triunfo de River a los Borrachos del Tablón (y que está bien que lo arme) no se sorprende por estas declaraciones de la jefa del Estado que tienen la virtualidad de incitar al odio, al rencor y a la división de la sociedad.

La presidente, además de arrogarse la capacidad de saber lo que los demás piensan y según ella no dicen, acusa a la oposición de estar contra los negros y de querer en secreto que el gobierno “no les entregue casas”.

Por supuesto que la primera pregunta es ¿qué casas?.
La segunda ¿es qué negros?
En la Argentina no hay negros.
Si la presidente cree lo contrario debería identificarlos y decir ella lo que piensa.

La cuestión no es nueva en el peronismo.
Eva Perón inventó aquel mote de “cabecitas negras”, introduciendo una calificación por colores en la sociedad.
Ahora Cristina obstinada y repetidamente se refiere a lo que ella llama “los morochos” como si el resto de la sociedad deseara el mal de esa gente y estuviera en contra de un gobierno, no por lo que el gobierno hace con el resto de la administración del país, sino porque ayuda a esa clase de personas.

Se trata de un pensamiento retorcidamente esquizofrénico que revela una contextura racista y que no contribuye a la convivencia de los argentinos sino, al contrario, a su enfrentamiento.
Además, como la presidente confiesa que ella sabe cómo piensan los demás, es razonable concluir que también actuará en consecuencia, es decir, sin preocuparse por los hechos reales que produce el resto sino por lo que ella ha decretado es su pensamiento.

Toda esta cuestión es de suma gravedad.
La sobreactuación racial y populista puede explicar muchas de las cuestiones que están ocurriendo en el país, desde las distorsiones económicas hasta la situación de inseguridad, de narcotráfico y de consumo de drogas.

Si efectivamente la presidente encabeza un gobierno sesgado que busca la instalación de una división racial en el país para luego, maquiavélicamente, acusar a una parte de la sociedad de ser la que hace esas distinciones, y operar populistamente sobre el caldo de cultivo que esas ponzoñas producen, el panorama de la Argentina no podría ser peor.

Por un lado se baja un discurso para que una parte de la sociedad se sienta discriminada por su color de piel.
Luego se le hace creer a esa gente que la discriminación proviene de determinado sector.
Y luego se toman medidas de gobierno para profundizar la división, para comprar los votos de aquellos que fueron presentados como discriminados, y para poner a éstos en contra del resto de la sociedad a la que se califica como “excluidora” y responsable de las penurias de los pobres.

Lo que la presidente hace es peligroso.
Es repudiable y bajo también.
Pero fundamentalmente es peligroso.
Desatar esos sentimientos en gente que de por sí no la pasa bien es como abrir una caja de Pandora cuyas consecuencias se dejan de dominar una vez que está abierta.

La Argentina tiene suficientes problemas como para que, además, sus autoridades inventen otros artificialmente con el oscuro propósito de explotarlos políticamente.

Si la Sra. de Kirchner hace esto con una intencionalidad electoral o porque ella misma tiene un síndrome racial irresuelto no lo sabemos.
Después de todo solo ella ha sido tocada con el don mágico de saber lo que piensan los demás.

Pero lo que sí es evidente es que esta discusión originada en el color de la piel de las personas no puede terminar sino mal.
Y si la presidente quiere de verdad lo mejor para todos, debería alejarse rápidamente de estos comentarios tan innecesarios como desafortunados.

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