Es un padecimiento, un dolor o una pena de índole física o moral, que se siente y se recibe con resignación, aceptándolo o se rechaza queriendo vengarse de haberlo sufrido o se sublima pensando que puede ser de utilidad o provecho en nuestras vidas, y que se sacará enseñanzas del mismo.
Se puede tolerar o sostenerlo, se soporta, se aguanta y se resiste.
Desde el punto de vista psicológico es experimentar un dolor intenso y aceptarlo sin resistencia, como si fuera un destino ya marcado.
Según Galán Santamaría el sufrimiento forma parte consustancial de la vida en todos sus niveles de complejidad.
Si el bienestar expande la vida, el sufrimiento la preserva al señalar los límites infranqueables.
Esta función general puede rastrearse en los distintos ámbitos de experiencia individual y colectiva.
La sociedad trata de ocultar el sufrimiento con medicamentos o con experiencias que anulen el entendimiento.
Pareciera que forma parte de nuestra vida, como una pasión del alma necesario, y que debe experimentarse, con ejemplos en todos los niveles de la sociedad.
Uno de los casos más paradigmáticos, es el de la música, la sordera de Beethoven, como ejemplo peculiar, aunque para el crítico musical Harold Schonberg, el caso más patente es el de Mahler, siendo la esencia de la música la lucha del sentimiento humano, en la tradición de Beethoven; sin embargo, para Schonberg, las luchas de Beethoven fueron las de «un héroe indomable y triunfal», mientras que las de Mahler son las de «un débil psíquico, un adolescente que se queja disfrutando de su miseria, queriendo que todo el mundo vea cómo está sufriendo».
Aunque mas bien comunicaba su sufrimiento buscando consuelo, siendo su música un bello ejemplo de la sublimación humana.
La sublimación en psicoanálisis es un término descrito por Sigmund Freud como uno de los destinos posibles de la pulsión.
Se trata de un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana que aparentemente no guardan relación con la sexualidad se transforman en depositarias de energía libidinal (pulsional).
El proceso consiste en un desvío hacia un nuevo fin.
Entre los ejemplos de Freud como nuevos destinos de la pulsión sexual está lo artístico y lo intelectual: Sublimar consistiría en mudar el fin pulsional hacia una actividad desexualizada, intentando su realización, por ejemplo mediante tareas creativas o de prestigio social: arte, religión, ciencia, política, tecnología.
Fuera del psicoanálisis la sublimación es una acción que engrandece, enaltece y exalta.
Son procesos inconscientes por los cuales el yo usa mecanismos de defensa, y ciertos impulsos se desprenden de sus objetivos primitivos y forman parte de la personalidad, como equivalentes de valor social positivos.
Aún hay más.
El sufrimiento puede entenderse como una forma de crecer y mejorar...
Een nuestra existencia coexisten el dolor y el placer, la alegría y la tristeza, y es posible que una de las más caracterizadas formas de progresar sea la escuela del dolor.
Cuando el dolor se toma como una realidad que debe darnos a entender como enfrentar la vida con sus obstáculos y dificultades.
Porque es así, no hay sólo una vida placentera.
Y la culminación de este proceso está en el inicio de la vida, que proviene de la maldición bíblica " con dolor darás a luz".
Entonces el dolor adquiere un sentido revelador, y lo sigue una alegría incomparable.
La mujer que da a luz, tiene un sufrimiento físico y a veces psíquico y espiritual profundo y marcado, es un cambio total en su cuerpo y en su personalidad, y no sabe como resultará, ni durante el parto, ni después.
El feto que vive cómodo dentro del vientre de su madre, alimentado y sin problemas, de pronto es lanzado a la existencia, en lo que se conoce como el trauma del canal del parto.
Debe aprender a respirar y valerse por sí mismo.
Ese sufrimiento que es un gran dolor físico se transforma después en la alegría del nacimiento de un nuevo ser, en la continuación de la vida, y en un éxtasis de placer provocado por la maternidad.
Es un sufrimiento que transforma el dolor en alegría, para la madre y su niño, la angustia en felicidad, y que en el plano existencial marca la historia del hombre que empieza y termina en el amor.
Elías D. Galati
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