"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 11 de mayo de 2014

Soy una sobreviviente "no apta" para el gobierno...

Cubrí, como cronista de Radio Belgrano, el Juicio a las Juntas entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985.
Mientras en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica las transiciones de dictaduras a democracias habían sido negociadas, Argentina sentaba en el banquillo a los comandantes.
El primer día del juicio en la Sala de Prensa de Tribunales no entraba un alfiler:
Éramos más de dos mil periodistas de todo el mundo.
Esos meses fueron una lenta caminata por el túnel del horror:
Escuchábamos a las víctimas en directo, frente a los militares y los jueces.
Allí escuché decir a “Rudger” Radice, un represor de la ESMA: “Yo disparaba contra blancos móviles”. Ahí escuché contar a un ex detenido del Partido Comunista por la Fuerza Aérea:
“Presenté el carnet del partido y me dejaron salir”.

Había, también desde nuestro lado, llanto y asombro y datos confusos y emoción contenida.
Era habitual que aparecieran testimonios en los medios de víctimas y victimarios, una gran catarsis social.
“Llamó un tipo que dice que torturaba en un campo, creo que se llamaba el Olimpo, está dispuesto a hacer el plano ”.
Aquellos eran llamados habituales a los medios.
A la Conadep y a algún sector del periodismo le tocó armar aquel rompecabezas.
Pocos años después, invitado por organismos de derechos humanos, me tocó dar algunas conferencias en Estados Unidos y Europa advirtiendo de las intenciones de Menem de dictar el indulto.
Entonces repasé aquellos testimonios que aparecen en el Nunca Más y que habían sido grabados por la televisión pública pero nunca difundidos, por presión militar.
Decían entonces que aquellos tapes estaban guardados en Télam bajo siete llaves.
Más tarde me tocó enterarme de que los Kirchner habían descubierto los derechos humanos: prostituyeron como nunca antes a los organismos, los sesgaron alejándolos de su objeto y manipularon el contenido de sus reclamos.

Completaron así el proceso que había iniciado Menem comprando a las víctimas y los exiliados.
Hace unos días llegó a mi correo un testimonio de aquellos años, pero repetido hace pocos días:  
El de María Luján Bertella y su hermana María Elina, Casos 567 y 568 de la Megacausa ESMA ante el Tribunal Oral y Federal número 5. María Luján Bertella, quien declara, fue secuestrada en octubre de 1979 y liberada el 21 de noviembre de ese año.
La declaración es extensa y se citan aquí algunos puntos de interés para el autor:
“Fui secuestrada con mi hermana del departamento de alquilábamos en Flores, a las cuatro de la mañana por parte de seis o siete personas fuertemente armadas.
Yo tenía 22 años, mi hermana 19 (…)
Hay algunas cosas que no conté en el relato del CELS pero que me gustaría contar en esta oportunidad.
Si en ese momento no las conté es porque todavía estaba influida por mi pareja, que representaba para mí la organización político militar Montoneros (…)
El miró mi testimonio y me dijo: “Estas cosas sacalas”.
Pero ahora las voy a contar porque ya soy librepensante y tengo como 55 años. (…)

Durante el primer interrogatorio yo me preguntaba a quién habrían detenido antes de mí.
Y me di cuenta porque me relatan una conversación con un compañero: él me había manifestado su enojo, su malestar porque Montoneros había atentado contra Guillermo Walter Klein, porque en ese atentado se puso un explosivo en una casa donde había cuatro niños de entre cuatro y doce años.
Yo era algo así como su responsable, tenía 21 y él tenía 20, y le dije “Es la guerra”.
Y en la tortura me dijeron: “¿Vos dijiste que el atentado a Klein era la guerra?
Bueno, ahora vas a ver lo que es la guerra” (…) Para mí es duro decir que yo había dicho esa frase a los 21 años para justificar un hecho que hoy entiendo era un atentado terrorista, pero antes lo veía como un acto revolucionario. (…) A modo de atenuante pongo mis 21 años y que fui captada ideológicamente por Montoneros a los 15 años y que a los 15 años de edad uno es todavía una personalidad maleable.
Los reclutamientos de las sectas lo saben muy bien.
(…)
Otra cosa que me hicieron borrar de mi testimonio original fue la diferencia que yo establecía entre los guardias buenos y los guardias malos.
(…)
“Borrá lo de guardias buenos, los guardias eran todos malos”.
Ese pensamiento lineal de blancos y negros, de buenos y malos, nos atravesó fuertemente y nos atraviesa todavía.
Ahora en este momento me doy el gusto de revindicar a un guardia que, en el segundo momento en el que me torturan, me conduce y me sube en brazos porque yo no podía caminar.
Y yo le dije “no me avisaste”, porque pensaba que me estaban bajando para liberarme.
Fue terrible ver que me llevaban otra vez a la sala de tortura.
Le dije “no me avisaste, ¿cómo no me avisaste que me iban a torturar?”
Me dijo: “No sabía”, y me dijo también “A nosotros nos obligan a presenciar la tortura”.
El tenía … todos los guardias tenían alrededor de 18 años.
“Nos obligan a presenciar la tortura”, me dijo.
Y yo lloraba y él lloraba conmigo y lloramos juntos un buen rato.
(…)
Yo volví a la ESMA una sola vez, a mí nunca me llamaron para decirme:
 “¿Querés contar qué te pasó ahí?”
Soy una sobreviviente no apta para el gobierno actual, por lo tanto nunca fui convocada a ninguno de los megashows de la ESMA.
(…)
Las situaciones de víctima son muchas.
En definitiva yo fui víctima en primer lugar a los 15 años de Montoneros, a los 21 años fui víctima de la ESMA y en el exilio, una vez que recuperé la libertad, fui víctima de muchos integrantes de organismos de derechos humanos que me hicieron vivir la dificultad de presentarme como sobreviviente de la ESMA.
“¿Cómo hiciste para salir?”, era la pregunta frecuente.
Era fatal, porque quería decir: “¿A quién cantaste? ¿Cómo colaboraste?” 

Mi primera experiencia en ese sentido fue en Brasil, cuando mi pareja asistía a reuniones políticas con compañeros en Río de Janeiro y yo no podía asistir porque era sospechada.
Esa pregunta se repitió en París, donde estábamos permanentemente en contacto con las Abuelas:
“¿Y vos cómo hiciste para salir?”
“¿Y mi hijo no, no?
Porque eso pensaban.
(…)
Hay un libro de Ana Longoni que se llama “Traidores” y plantea que hay una necesidad social de que los sobrevivientes seamos traidores porque en esta lógica de antinomias es la única manera de que los desaparecidos sean héroes.
(…)

En la época de Menem yo intenté ser parte de la Comisión de Ex Detenidos Desaparecidos, pero la persona que me entrevistó me dijo que no podía.
Por eso eran siempre los mismos cinco los que llevaban la bandera en los actos.
Eramos muchos más, claro, pero había una lógica de que todos teníamos que pensar igual.
Todos teníamos que repudiar la reparación económica.
Después me enteré de que todos la habían cobrado igual, pero no lo decían.
(…)

Cuando estábamos en Francia con las Abuelas yo también era una figura negada y mi hijo Fernando también era un hijo negado.
Mi hijo hoy tiene 33 años y es esquizofrénico.
Mis otros dos hijos nacidos en Francia también sufrieron gravemente la ausencia de su padre, porque su padre se dedicaba a buscar a sus dos hijos nacidos en cautiverio.
Cuando nació Laura yo estaba sola en la clínica, no tenía a nadie.
Mi esposo estaba en un Congreso de Derechos Humanos en Brasil.
Y lo peor de todo fue que hace tres años el Equipo de Antropología Forense lo llamó a Adalberto para decirle que habían encontrado los restos de Liliana en una fosa común y que la habían matado embarazada”

Investigación: JL / María Eugenia Duffard / Amelia Cole

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