Cubrí, como cronista de Radio Belgrano, el Juicio a las Juntas entre
el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985.
Mientras en Uruguay, Chile,
Brasil, España, Portugal y Sudáfrica las transiciones de dictaduras a
democracias habían sido negociadas, Argentina sentaba en el banquillo a los comandantes.
El primer día del juicio en la Sala de Prensa de Tribunales no entraba
un alfiler:
Éramos más de dos mil periodistas de todo el mundo.
Esos
meses fueron una lenta caminata por el túnel del horror:
Escuchábamos a las víctimas en directo, frente a los militares y los
jueces.
Allí escuché decir a “Rudger” Radice, un represor de la ESMA: “Yo disparaba contra blancos móviles”.
Ahí escuché contar a un ex detenido del Partido Comunista por la Fuerza
Aérea:
“Presenté el carnet del partido y me dejaron salir”.
Había,
también desde nuestro lado, llanto y asombro y datos confusos y emoción
contenida.
Era habitual que aparecieran testimonios en los medios de
víctimas y victimarios, una gran catarsis social.
“Llamó un tipo que dice que torturaba en un campo, creo que se llamaba el Olimpo, está dispuesto a hacer el plano
”.
Aquellos eran llamados habituales a los medios.
A la Conadep y a
algún sector del periodismo le tocó armar aquel rompecabezas.
Pocos
años después, invitado por organismos de derechos humanos, me tocó dar
algunas conferencias en Estados Unidos y Europa advirtiendo de las
intenciones de Menem de dictar el indulto.
Entonces repasé aquellos
testimonios que aparecen en el Nunca Más y que habían sido grabados por
la televisión pública pero nunca difundidos, por presión militar.
Decían
entonces que aquellos tapes estaban guardados en Télam bajo siete llaves.
Más tarde me tocó enterarme de que los Kirchner habían descubierto los derechos humanos: prostituyeron como nunca antes a los organismos,
los sesgaron alejándolos de su objeto y manipularon el contenido de sus
reclamos.
Completaron así el proceso que había iniciado Menem comprando
a las víctimas y los exiliados.
Hace unos días llegó a mi correo un testimonio de aquellos años, pero repetido hace pocos días:
El de María Luján Bertella y su hermana María Elina,
Casos 567 y 568 de la Megacausa ESMA ante el Tribunal Oral y Federal
número 5. María Luján Bertella, quien declara, fue secuestrada en
octubre de 1979 y liberada el 21 de noviembre de ese año.
La declaración
es extensa y se citan aquí algunos puntos de interés para el autor:
“Fui secuestrada con mi hermana del departamento de alquilábamos en
Flores, a las cuatro de la mañana por parte de seis o siete personas
fuertemente armadas.
Yo tenía 22 años, mi hermana 19 (…)
Hay algunas cosas que no conté en el relato del CELS pero que me
gustaría contar en esta oportunidad.
Si en ese momento no las conté es
porque todavía estaba influida por mi pareja, que representaba para mí
la organización político militar Montoneros (…)
El miró mi testimonio y
me dijo: “Estas cosas sacalas”.
Pero ahora las voy a contar
porque ya soy librepensante y tengo como 55 años. (…)
Durante el primer
interrogatorio yo me preguntaba a quién habrían detenido antes de mí.
Y
me di cuenta porque me relatan una conversación con un compañero: él me
había manifestado su enojo, su malestar porque Montoneros había atentado
contra Guillermo Walter Klein, porque en ese atentado se puso un
explosivo en una casa donde había cuatro niños de entre cuatro y doce
años.
Yo era algo así como su responsable, tenía 21 y él tenía 20, y le
dije “Es la guerra”.
Y en la tortura me dijeron: “¿Vos dijiste
que el atentado a Klein era la guerra?
Bueno, ahora vas a ver lo que es
la guerra” (…) Para mí es duro decir que yo había dicho esa frase a los
21 años para justificar un hecho que hoy entiendo era un atentado
terrorista, pero antes lo veía como un acto revolucionario. (…) A
modo de atenuante pongo mis 21 años y que fui captada ideológicamente
por Montoneros a los 15 años y que a los 15 años de edad uno es todavía
una personalidad maleable.
Los reclutamientos de las sectas lo saben muy bien.
(…)
Otra cosa que me hicieron borrar de mi testimonio original fue la
diferencia que yo establecía entre los guardias buenos y los guardias
malos.
(…)
“Borrá lo de guardias buenos, los guardias eran todos malos”.
Ese pensamiento lineal de blancos y negros, de buenos y malos, nos
atravesó fuertemente y nos atraviesa todavía.
Ahora en este momento me doy el gusto de revindicar a un guardia
que, en el segundo momento en el que me torturan, me conduce y me sube
en brazos porque yo no podía caminar.
Y yo le dije “no me avisaste”,
porque pensaba que me estaban bajando para liberarme.
Fue terrible ver
que me llevaban otra vez a la sala de tortura.
Le dije “no me avisaste,
¿cómo no me avisaste que me iban a torturar?”
Me dijo: “No sabía”, y me
dijo también “A nosotros nos obligan a presenciar la tortura”.
El
tenía … todos los guardias tenían alrededor de 18 años.
“Nos obligan a
presenciar la tortura”, me dijo.
Y yo lloraba y él lloraba conmigo y
lloramos juntos un buen rato.
(…)
Yo volví a la ESMA una sola vez, a mí
nunca me llamaron para decirme:
“¿Querés contar qué te pasó ahí?”
Soy una sobreviviente no apta para el gobierno actual,
por lo tanto nunca fui convocada a ninguno de los megashows de la ESMA.
(…)
Las situaciones de víctima son muchas.
En definitiva yo fui víctima
en primer lugar a los 15 años de Montoneros, a los 21 años fui
víctima de la ESMA y en el exilio, una vez que recuperé la libertad, fui
víctima de muchos integrantes de organismos de derechos humanos que me
hicieron vivir la dificultad de presentarme como sobreviviente de la
ESMA.
“¿Cómo hiciste para salir?”, era la pregunta
frecuente.
Era fatal, porque quería decir: “¿A quién cantaste? ¿Cómo
colaboraste?”
Mi primera experiencia en ese sentido fue en Brasil,
cuando mi pareja asistía a reuniones políticas con compañeros en Río de
Janeiro y yo no podía asistir porque era sospechada.
Esa pregunta
se repitió en París, donde estábamos permanentemente en contacto con
las Abuelas:
“¿Y vos cómo hiciste para salir?”
“¿Y mi hijo no, no?
Porque eso pensaban.
(…)
Hay un libro de Ana Longoni que se llama
“Traidores” y plantea que hay una necesidad social de que los
sobrevivientes seamos traidores porque en esta lógica de antinomias es la única manera de que los desaparecidos sean héroes.
(…)
En la época de Menem yo intenté ser parte de la Comisión de Ex
Detenidos Desaparecidos, pero la persona que me entrevistó me dijo que
no podía.
Por eso eran siempre los mismos cinco los que llevaban la
bandera en los actos.
Eramos muchos más, claro, pero había una lógica de
que todos teníamos que pensar igual.
Todos teníamos que repudiar la
reparación económica.
Después me enteré de que todos la habían cobrado igual, pero no lo decían.
(…)
Cuando estábamos en Francia con las Abuelas yo también era una
figura negada y mi hijo Fernando también era un hijo negado.
Mi hijo hoy
tiene 33 años y es esquizofrénico.
Mis otros dos hijos nacidos en
Francia también sufrieron gravemente la ausencia de su padre, porque su
padre se dedicaba a buscar a sus dos hijos nacidos en cautiverio.
Cuando
nació Laura yo estaba sola en la clínica, no tenía a nadie.
Mi esposo
estaba en un Congreso de Derechos Humanos en Brasil.
Y lo peor de todo
fue que hace tres años el Equipo de Antropología Forense lo llamó a
Adalberto para decirle que habían encontrado los restos de Liliana en
una fosa común y que la habían matado embarazada”
Investigación: JL / María Eugenia Duffard / Amelia Cole
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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