Lo que demuestra el profundo malestar que implica para la familiar
Kirchner, el “Hotesurgate”, quedó de manifiesto en la cotidianeidad de
Río Gallegos, una ciudad donde todos transitamos, nos vemos y nos
saludamos (o no), pero que se caracteriza por ponernos frente a frente
en cualquier momento y en el caso de Máximo, lo puso frente a la
realidad, que, evidentemente, no pudo soportar.
Lo que vamos a contar es una anécdota, sin ningún tipo de interés periodístico en sí misma
y que no se estaría mencionando de no ser que el principal actor de la
misma, tomó una actitud donde afloró su sentimiento de culpa o bien
miedos de cosas de muy difícil concreción en esta capital de provincia,
como algún escrache, insulto o grito desubicado.
Días pasados, un amigo y propietario de la empresa News Multimedios SA, concurrió con su esposa a la confitería de la heladería Tito
en Corrientes y Zapiola de Río Gallegos.
Mientras esperaba allí en una
mesa, se percató que el último en ingresar a la sala y colocarse a la
espera de ser atendido en el expendedor de la heladería, era Máximo Kirchner.
Relativamente tranquilo Máximo permanecía allí respetando su lugar en
la fila, aunque no se mantenía quieto, sin embargo, nadie le prestaba
atención dentro del negocio y mucho menos alguien lo incomodaba.
Allí,
como parte de la decoración de la heladería, hay un enorme LCD que
cuelga de la pared y en ese momento, el periodista Diego Leuco, relataba por enésima vez en el día, las alternativas que van apareciendo alrededor del caso “Hotesur”, apoyando
su relato con imágenes de fondo y grandes zócalos donde remarcaba el
nombre de la sociedad y su pertenencia a la familia presidencial.
En un momento dado, Máximo elevó la mirada y la clavó en el televisor.
Permaneció no más de dos segundos mirando la pantalla, hizo una mueca, giró
sobre sus talones y enfiló hacia la puerta de salida. Transpuso el
umbral, cruzó la vereda y abordó su Honda Civic que tenía estacionada
frente al negocio y desapareció de allí.
La anécdota no tendría sentido si no se la encuadra en el contexto en
que ocurre.
Porque la actitud de Máximo es una confesión de parte; del
grado de incomodidad que le produce la situación.
Es más, nadie
de los que allí estaban, se percataron de su presencia y si lo hicieron
tampoco le prestaron atención preferencial y mucho menos, nadie percibió
el detalle de que en ese momento en la televisión transmitían un
capítulo más del “Hotesurgate”, excepto, nuestro amigo que con
olfato periodístico lo asoció inmediatamente y lógicamente Máximo.
Con
lo cual, cabe advertir que el viejo dicho de “el que mira, escucha y raja, tiene cola de paja”, se materializó claramente con Máximo, quien
se autoinculpó y se fue del lugar, sin siquiera esperar a que lo
atendieran, cuando en realidad, no se puede decir que alguien le faltó
el respeto o que salió de la heladería para evitar una discusión con
algún vecino que lo increpó.
Para nada fue así. La decisión de huir de allí emergió de su propia conciencia y este es un buen tema para analizar.
Mucho más aún porque hace pocos días atrás el periodista-comentarista del relato, Gustavo Silvestre, hizo toda una apología del buen ciudadano que es Máximo y “como camina la calles de Río Gallegos”,
según el ex conductor de A dos Voces, a lo cual respondimos con una
nota del día 14 de este mes, donde nos sorprendía que el Máximo que
describía allí Silvestre, no coincide en nada con el que estamos
acostumbrados a ver en Río Gallegos.
A pesar de los esfuerzos de Gustavo Silvestre por darle valor agregado a la figura del hijo K, la
anécdota que contó nuestro amigo, supera con creces cualquier
explicación que pretendamos dar para contarle al periodista capitalino
que Máximo no camina las calles ni transita la ciudad, tal libremente
como lo pinta, pero también es cierto que no es porque lo limite la
gente del pueblo, es porque dentro de sí, existe un poco de vergüenza y
de miedo.
Vergüenza que alguien lo mire y lo vea parte
necesaria de este gran escándalo que involucra a su madre, presidenta y a
toda la familia y miedo de tener que padecer el castigo social; cosa
que por otra parte no ocurrió y en todo caso, podemos decir que Máximo
actuó “preventivamente” yéndose del lugar que lo incomodaba.
La pregunta es ¿Cómo va hacer el hijo de la presidenta, si acaso
pretende largarse a la política en Río Gallegos donde todos lo conocen y
saben que los argumentos de Silvestre son falsos?
¿Cómo hará Máximo
para hablar en público, si no puede soportar que desde un televisor, en
un sector público, se esté hablando mal de su empresa y su familia
asociada a negocios poco calaros?
¿Cómo evitará en un futuro y a medida
que vaya creciendo su participación en política (si acaso se larga en
Río Gallegos), que lo impacten las críticas duras de las que será
blanco?.
Todo una incógnita, pero hasta el momento, podemos decir que de
acuerdo a lo visto, Máximo está muy lejos de modelar el perfil de un
“político”, aún de entrecasa, para la ciudad que lo vio nacer.
La
anécdota que contamos tiene un valor casi testimonial, de lo que le está faltando a Máximo y que le sobraba a su padre: falta total de prejuicios, no mostrar vergüenza ajena y manejarse como si nada estuviera pasando a su alrededor.
Néstor, en la misma situación que Máximo, señalan amigos comunes,
habría entrado saludando, repartiendo apretones de mano, besos, mirando
el televisor varias veces, riéndose, criticando a la corpo, redoblando
la apuesta y sosteniendo que era atacado por ser el mejor.
Su hijo, muy
lejos está de sobreponerse a estas situaciones, no solo porque
no tiene carisma y personalidad, sino porque le falta historia, que es
lo que más pesa a la hora de sortear situaciones difíciles y plantarse
para dar pelea, aunque sea con argumentos falsos.
La otra actitud, es la de salir corriendo. (Agencia OPI Santa Cruz)
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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