"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 4 de diciembre de 2014

Máximo huyó de la heladería, cuando vio que desde el LCD se hablaba de Hotesur

Lo que demuestra el profundo malestar que implica para la familiar Kirchner, el “Hotesurgate”, quedó de manifiesto en la cotidianeidad de Río Gallegos, una ciudad donde todos transitamos, nos vemos y nos saludamos (o no), pero que se caracteriza por ponernos frente a frente en cualquier momento y en el caso de Máximo, lo puso frente a la realidad, que, evidentemente, no pudo soportar.


Lo que vamos a contar es una anécdota, sin ningún tipo de interés periodístico en sí misma y que no se estaría mencionando de no ser que el principal actor de la misma, tomó una actitud donde afloró su sentimiento de culpa o bien miedos de cosas de muy difícil concreción en esta capital de provincia, como algún escrache, insulto o grito desubicado.

Días pasados, un amigo y propietario de la empresa News Multimedios SA, concurrió con su esposa a la confitería de la heladería Tito en Corrientes y Zapiola de Río Gallegos.
Mientras esperaba allí en una mesa, se percató que el último en ingresar a la sala y colocarse a la espera de ser atendido en el expendedor de la heladería, era Máximo Kirchner.

Relativamente tranquilo Máximo permanecía allí respetando su lugar en la fila, aunque no se mantenía quieto, sin embargo, nadie le prestaba atención dentro del negocio y mucho menos alguien lo incomodaba.
Allí, como parte de la decoración de la heladería, hay un enorme LCD que cuelga de la pared y en ese momento, el periodista Diego Leuco, relataba por enésima vez en el día, las alternativas que van apareciendo alrededor del caso “Hotesur”, apoyando su relato con imágenes de fondo y grandes zócalos donde remarcaba el nombre de la sociedad y su pertenencia a la familia presidencial.
En un momento dado, Máximo elevó la mirada y la clavó en el televisor.

Permaneció no más de dos segundos mirando la pantalla, hizo una mueca, giró sobre sus talones y enfiló hacia la puerta de salida. Transpuso el umbral, cruzó la vereda y abordó su Honda Civic que tenía estacionada frente al negocio y desapareció de allí.

La anécdota no tendría sentido si no se la encuadra en el contexto en que ocurre.
Porque la actitud de Máximo es una confesión de parte; del grado de incomodidad que le produce la situación.
Es más, nadie de los que allí estaban, se percataron de su presencia y si lo hicieron tampoco le prestaron atención preferencial y mucho menos, nadie percibió el detalle de que en ese momento en la televisión transmitían un capítulo más del “Hotesurgate”, excepto, nuestro amigo que con olfato periodístico lo asoció inmediatamente y lógicamente Máximo.

Con lo cual, cabe advertir que el viejo dicho de el que mira, escucha y raja, tiene cola de paja, se materializó claramente con Máximo, quien se autoinculpó y se fue del lugar, sin siquiera esperar a que lo atendieran, cuando en realidad, no se puede decir que alguien le faltó el respeto o que salió de la heladería para evitar una discusión con algún vecino que lo increpó.

Para nada fue así. La decisión de huir de allí emergió de su propia conciencia y este es un buen tema para analizar.
Mucho más aún porque hace pocos días atrás el periodista-comentarista del relato, Gustavo Silvestre, hizo toda una apología del buen ciudadano que es Máximo y “como camina la calles de Río Gallegos”, según el ex conductor de A dos Voces, a lo cual respondimos con una nota del día 14 de este mes, donde nos sorprendía que el Máximo que describía allí Silvestre, no coincide en nada con el que estamos acostumbrados a ver en Río Gallegos.

A pesar de los esfuerzos de Gustavo Silvestre por darle valor agregado a la figura del hijo K, la anécdota que contó nuestro amigo, supera con creces cualquier explicación que pretendamos dar para contarle al periodista capitalino que Máximo no camina las calles ni transita la ciudad, tal libremente como lo pinta, pero también es cierto que no es porque lo limite la gente del pueblo, es porque dentro de sí, existe un poco de vergüenza y de miedo.

Vergüenza que alguien lo mire y lo vea parte necesaria de este gran escándalo que involucra a su madre, presidenta y a toda la familia y miedo de tener que padecer el castigo social; cosa que por otra parte no ocurrió y en todo caso, podemos decir que Máximo actuó “preventivamente” yéndose del lugar que lo incomodaba.

La pregunta es ¿Cómo va hacer el hijo de la presidenta, si acaso pretende largarse a la política en Río Gallegos donde todos lo conocen y saben que los argumentos de Silvestre son falsos?
¿Cómo hará Máximo para hablar en público, si no puede soportar que desde un televisor, en un sector público, se esté hablando mal de su empresa y su familia asociada a negocios poco calaros?
¿Cómo evitará en un futuro y a medida que vaya creciendo su participación en política (si acaso se larga en Río Gallegos), que lo impacten las críticas duras de las que será blanco?.

Todo una incógnita, pero hasta el momento, podemos decir que de acuerdo a lo visto, Máximo está muy lejos de modelar el perfil de un “político”, aún de entrecasa, para la ciudad que lo vio nacer.

La anécdota que contamos tiene un valor casi testimonial, de lo que le está faltando a Máximo y que le sobraba a su padre: falta total de prejuicios, no mostrar vergüenza ajena y manejarse como si nada estuviera pasando a su alrededor.
Néstor, en la misma situación que Máximo, señalan amigos comunes, habría entrado saludando, repartiendo apretones de mano, besos, mirando el televisor varias veces, riéndose, criticando a la corpo, redoblando la apuesta y sosteniendo que era atacado por ser el mejor.

Su hijo, muy lejos está de sobreponerse a estas situaciones, no solo porque no tiene carisma y personalidad, sino porque le falta historia, que es lo que más pesa a la hora de sortear situaciones difíciles y plantarse para dar pelea, aunque sea con argumentos falsos.

La otra actitud, es la de salir corriendo. (Agencia OPI Santa Cruz)

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