Editorial - La NACION
Con una emisión
descontrolada y un déficit fiscal récord, el Gobierno busca llegar a
las elecciones sin preocuparse por la pesada herencia que dejará
Sólo la enfermedad populista puede explicar que algunos dirigentes y
funcionarios kirchneristas aplaudan las políticas que han llevado a los
griegos a tener un corralito bancario y quedar al borde del default.
La fórmula no es otra que la aplicada en el orden local:
Simplificar los problemas más graves, apelando a un falso nacionalismo
con desastrosas consecuencias para el mediano y el largo plazo.
Es más que evidente el empeño del gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner por instrumentar medidas económicas y administrativas de claro
tinte electoralista, que aparentan tener beneficios inmediatos, pero que
provocarán serios daños más allá de diciembre.
Las políticas que
el gobierno nacional está practicando en este tiempo exponen cada vez
con mayor claridad dos objetivos principales.
En el plano
económico, su pretensión es evitar situaciones extremas no controlables,
tales como una corrida cambiaria o una inflación descontrolada, sin
considerar las enormes distorsiones y el agravamiento de la herencia que
se dejará al futuro presidente de la Nación.
En el plano
institucional, los mayores esfuerzos están concentrados en asegurar la
impunidad de quienes han practicado la corrupción desde el Gobierno en
los últimos 12 años.
Ambos objetivos se persiguen descaradamente y sin rubor.
Con el telón de fondo que cubre el escenario electoral, el gobierno
kirchnerista está recurriendo a fondos públicos y expansión monetaria
para mantener los niveles de consumo en la actual situación recesiva.
Merced a subsidios que el Estado aplica con recursos de todos los
contribuyentes, la Presidenta se jacta públicamente de la posibilidad de
adquirir electrodomésticos en 12 cuotas sin intereses, olvidando que
durante la propia gestión kirchnerista, años atrás, cuando la inflación
no era un problema, los argentinos podíamos comprar esos mismos
productos hasta en 50 cuotas sin intereses y sin subsidios estatales.
No
es ni más ni menos que una confesión presidencial del fracaso de su
política económica.
El electoralismo, el populismo y la demagogia
exhiben otros ejemplos más vergonzosos, como los camiones fletados por
el Ministerio de Desarrollo Social, a cargo de Alicia Kirchner, para
entregar calefones, termotanques, lavarropas y colchones en Santa Cruz,
como primer paso para la instalación de la candidatura de Máximo
Kirchner a diputado nacional por esa provincia.
El gasto público
está creciendo a un ritmo del 40% anual, superando holgadamente a la
inflación y al aumento de los ingresos impositivos.
La cadena nacional es utilizada por la Presidenta cotidianamente para anunciar alguna nueva medida que implica mayor gasto.
En sus últimas intervenciones, el tono electoralista ha sido
indisimulado.
Toda vez que anuncia un nuevo supuesto beneficio social
cuida de insinuar o afirmar abiertamente que sólo la continuidad del
"modelo" garantizará que no sea suprimido.
La autodenominación de
ese modelo como "nacional y popular" lleva implícita una condena a todo
aquel que intente apartarse de él.
Tal artificio populista, además
de atraer el apoyo de sectores escasamente informados, logra inhibir la
crítica de un amplio sector de la clase política e intelectual.
El desborde del déficit fiscal, que ha llegado al récord de 81.000
millones de pesos en los primeros cuatro meses del año, es una de las
consecuencias relevantes de la estrategia expansiva gubernamental.
Mes
tras mes, la noticia es un nuevo aumento del desequilibrio entre gastos e
ingresos.
A pesar de esto, la reactivación se hace desear.
La actividad industrial sigue cayendo y el desempleo privado muestra un leve incremento.
Paradójicamente, esto, que es una mala noticia, contribuye, sin
embargo, junto con el ancla cambiaria, a contener la tasa de inflación
en el orden del 26% anual.
Se ha logrado que ésta sea superada por los aumentos salariales que están acordándose entre el 30 y el 35%.
Hay un incremento del salario real que contribuirá a crear una sensación de bienestar, influyendo probablemente sobre el voto.
Sin embargo, no todo es tan fácil cuando aún faltan casi cuatro meses para las elecciones presidenciales.
El fuelle expansionista tiene su contra cara en la pérdida de
competitividad de las exportaciones, particularmente las provenientes de
las economías regionales que han entrado en franca crisis.
La derrota del oficialismo en Río Negro y Mendoza ha tenido mucho que ver con esta circunstancia.
La combinación de aumentos salariales, cepo cambiario y un dólar oficial casi fijo agravará cada día estas economías.
Las reservas disponibles del Banco Central difícilmente podrán afrontar
los pagos de la deuda pública de los próximos meses y, además, sostener
la venta de dólares "ahorro" para mantener sin desmadre el dólar
paralelo.
Por otro lado, la fuerte percepción de que habrá un salto
devaluatorio después del 10 de diciembre ya ha comenzado a impulsar el
cambio de portafolio de pesos hacia dólares o hacia la compra de bienes
de consumo.
La huida del dinero local y sus efectos es una seria amenaza en lo inmediato.
Podría impulsar la inflación y la tasa de interés, y también ampliar la brecha cambiaria.
Es muy difícil practicar el populista expansionismo económico cuando no
existe confianza, y menos aún cuando esa misma política y los
permanentes agravios institucionales seguirán contribuyendo para
deteriorarla
Boletín Info-RIES nº 1102
-
*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
No hay comentarios:
Publicar un comentario