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Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 5 de julio de 2015

Populismo, demagogia y electoralismo económico

Editorial - La NACION

Con una emisión descontrolada y un déficit fiscal récord, el Gobierno busca llegar a las elecciones sin preocuparse por la pesada herencia que dejará

Sólo la enfermedad populista puede explicar que algunos dirigentes y funcionarios kirchneristas aplaudan las políticas que han llevado a los griegos a tener un corralito bancario y quedar al borde del default.
La fórmula no es otra que la aplicada en el orden local:
Simplificar los problemas más graves, apelando a un falso nacionalismo con desastrosas consecuencias para el mediano y el largo plazo.
Es más que evidente el empeño del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por instrumentar medidas económicas y administrativas de claro tinte electoralista, que aparentan tener beneficios inmediatos, pero que provocarán serios daños más allá de diciembre.
Las políticas que el gobierno nacional está practicando en este tiempo exponen cada vez con mayor claridad dos objetivos principales.

En el plano económico, su pretensión es evitar situaciones extremas no controlables, tales como una corrida cambiaria o una inflación descontrolada, sin considerar las enormes distorsiones y el agravamiento de la herencia que se dejará al futuro presidente de la Nación. 

En el plano institucional, los mayores esfuerzos están concentrados en asegurar la impunidad de quienes han practicado la corrupción desde el Gobierno en los últimos 12 años.
Ambos objetivos se persiguen descaradamente y sin rubor.

Con el telón de fondo que cubre el escenario electoral, el gobierno kirchnerista está recurriendo a fondos públicos y expansión monetaria para mantener los niveles de consumo en la actual situación recesiva.
 Merced a subsidios que el Estado aplica con recursos de todos los contribuyentes, la Presidenta se jacta públicamente de la posibilidad de adquirir electrodomésticos en 12 cuotas sin intereses, olvidando que durante la propia gestión kirchnerista, años atrás, cuando la inflación no era un problema, los argentinos podíamos comprar esos mismos productos hasta en 50 cuotas sin intereses y sin subsidios estatales. 
No es ni más ni menos que una confesión presidencial del fracaso de su política económica.

El electoralismo, el populismo y la demagogia exhiben otros ejemplos más vergonzosos, como los camiones fletados por el Ministerio de Desarrollo Social, a cargo de Alicia Kirchner, para entregar calefones, termotanques, lavarropas y colchones en Santa Cruz, como primer paso para la instalación de la candidatura de Máximo Kirchner a diputado nacional por esa provincia.

El gasto público está creciendo a un ritmo del 40% anual, superando holgadamente a la inflación y al aumento de los ingresos impositivos.
La cadena nacional es utilizada por la Presidenta cotidianamente para anunciar alguna nueva medida que implica mayor gasto.
En sus últimas intervenciones, el tono electoralista ha sido indisimulado.
Toda vez que anuncia un nuevo supuesto beneficio social cuida de insinuar o afirmar abiertamente que sólo la continuidad del "modelo" garantizará que no sea suprimido.
La autodenominación de ese modelo como "nacional y popular" lleva implícita una condena a todo aquel que intente apartarse de él.
Tal artificio populista, además de atraer el apoyo de sectores escasamente informados, logra inhibir la crítica de un amplio sector de la clase política e intelectual.

El desborde del déficit fiscal, que ha llegado al récord de 81.000 millones de pesos en los primeros cuatro meses del año, es una de las consecuencias relevantes de la estrategia expansiva gubernamental.
Mes tras mes, la noticia es un nuevo aumento del desequilibrio entre gastos e ingresos.
A pesar de esto, la reactivación se hace desear.
La actividad industrial sigue cayendo y el desempleo privado muestra un leve incremento.
Paradójicamente, esto, que es una mala noticia, contribuye, sin embargo, junto con el ancla cambiaria, a contener la tasa de inflación en el orden del 26% anual.
Se ha logrado que ésta sea superada por los aumentos salariales que están acordándose entre el 30 y el 35%.
Hay un incremento del salario real que contribuirá a crear una sensación de bienestar, influyendo probablemente sobre el voto.
Sin embargo, no todo es tan fácil cuando aún faltan casi cuatro meses para las elecciones presidenciales.

El fuelle expansionista tiene su contra cara en la pérdida de competitividad de las exportaciones, particularmente las provenientes de las economías regionales que han entrado en franca crisis.
La derrota del oficialismo en Río Negro y Mendoza ha tenido mucho que ver con esta circunstancia.
La combinación de aumentos salariales, cepo cambiario y un dólar oficial casi fijo agravará cada día estas economías.
Las reservas disponibles del Banco Central difícilmente podrán afrontar los pagos de la deuda pública de los próximos meses y, además, sostener la venta de dólares "ahorro" para mantener sin desmadre el dólar paralelo.
Por otro lado, la fuerte percepción de que habrá un salto devaluatorio después del 10 de diciembre ya ha comenzado a impulsar el cambio de portafolio de pesos hacia dólares o hacia la compra de bienes de consumo.
La huida del dinero local y sus efectos es una seria amenaza en lo inmediato.
Podría impulsar la inflación y la tasa de interés, y también ampliar la brecha cambiaria.

Es muy difícil practicar el populista expansionismo económico cuando no existe confianza, y menos aún cuando esa misma política y los permanentes agravios institucionales seguirán contribuyendo para deteriorarla

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