La mirada es uno
de los gestos más vívidos en la relación humana, posiblemente junto al beso, el
abrazo y el apretón de manos, pero además esa gestualidad dice muchas cosas
más, y casi siempre participa de los otros gestos, en los cuales también hay
una mirada conjunta.
¿Qué significa
mirar?
¿Por qué se mira?
La mirada
responde a un estímulo exterior o a un impulso interior.
En el libro del
Eclesiástico capítulo 19 versículo 29 se dice:
Por la mirada se reconoce
al hombre, por el aspecto del rostro se reconoce al pensador.
Por los ojos se
conoce lo que uno lleva en el alma, como si el interior se proyectará a través
de ellos en su contacto y relación con los hombres y el mundo exterior.
Un mirar claro,
llano y limpio indica la sinceridad de aquel que mira, y manifiesta que no hay
dobleces, ni segundas intenciones en su mirar, el cual es auténticamente una
forma de relacionarse.
La paz y la
armonía interior se manifiesta a través de la mirada cuando se expresa la
humildad y la sencillez del espíritu, reflejada en los ojos dulces y pacíficos
que expresan un aspecto exterior de serenidad.
La mirada puede
ser colérica y violenta, también osada, irrespetuosa e insolente, a veces
extraviada y otras veces indiferente como si no tuviera importancia a quien
miro.
Hay miradas de
desprecio, las hay deshonestas, también las misericordiosas y las urbanamente
formales.
Pero como decía
el Profeta...
¡Dios mío desvía mis ojos, y no permitas que se detengan a mirar
cosas inútiles!
Hay miradas
vulgares y de compromiso, y otras son automáticas y reflejas y responden más a
un impulso que a una decisión.
Pero porque
miro, qué es lo que miro y porque me miran.
Cual es el
motivo que impulsa a una persona a mirar a otra.
Puedo mirar por
curiosidad, a alguien que no conozco, o a quien de alguna manera elijo para
saber quien es y que hace.
Puedo mirar por
rencor, hacia quien creo que ha hecho mal, me ha perjudicado o es una persona
que creo perversa y mal intencionada.
O por amistad,
porque lo considero cercano, y deseo relacionarme y saber de él.
También porque
estoy bien y feliz en su presencia, y me siento en armonía a su lado,
compartiendo situaciones.
Puedo mirar por
miedo, sospechando que pasará algo terrible y que debo evitarlo, a toda costa.
Puedo mirar como
un signo de solidaridad, como una apertura hacia el mundo, en una forma
bondadosa de relacionarme en todo momento con el mundo y la gente que me rodea.
Y puedo ser,
como sucede comúnmente, que mi mirada sea la respuesta a la mirada del otro.
Cuando la situación
es tal que sobran las palabras, o más cuando no alcanzan las palabras, porque
nada puede expresar lo que sucede y no hay término alguno que pueda
manifestarlo, como la mirada de los amantes.
Ese intercambio
de miradas, es una relación gestual de gran riqueza y de un bello y maravilloso
contenido.
Recuerdo haber
escrito hace unos años un relato en el que expresaba:
"Me acerqué para
darle un beso y me miro con ojos de angustia y terror;
su mirada me dijo más
que lo que me había contado en años,
vi en ellos la existencia, el hombre, la
verdad, la felicidad,
el amor y el arcano de todas las relaciones humanas.
¿Por qué me
miras?
¿Qué ves y que buscas en mí?
¿Qué es lo que ha provocado tu mirada?
Si nuestra alma es sencilla y humilde, si
nuestro comportamiento refleja con identidad lo que sentimos y pensamos, si
nuestra mirada es limpia y fresca, si no albergamos dobleces, rencores ni
resentimientos, nuestra mirada será cristalina y nos devolverán una mirada de
bondad, armoniosa y amorosa, cálida y expresiva que llegará hasta el hondón de
nuestro corazón y nos animará a continuar la existencia en busca de la
felicidad.
Elías D. Galati
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