La
actualización de la información sobre las cuentas públicas difundida por el
Ministerio de Hacienda confirma el grave desequilibrio fiscal.
La
situación de las provincias y los municipios, en general, también es
insustentable.
Por
eso es fundamental que el diálogo entre la Nación y las provincias no se limite
a discutir la distribución de fondos entre los niveles de gobierno sino también
a consensuar estrategias para reducir los déficits y mejorar la calidad de las
políticas públicas.
Se
sabía que una de las herencias más pesadas que dejó el anterior gobierno es el
descalabro de las cuentas públicas.
En
este sentido, aunque con bastante demora, el Ministerio de Hacienda y Finanzas
Públicas finalmente publicó los datos del resultado financiero del sector público
nacional correspondientes al total del año 2015 y enero del 2016.
Se
avizora que a partir de ahora se seguirá la buena práctica de difundir los
datos fiscales según el calendario oficial.
Dada
las estrategias que se han venido aplicando en los últimos años para cubrir los
desequilibrios fiscales, resulta pertinente observar no solo el resultado
financiero sino también cómo actúan las transferencias desde el Banco Central,
la ANSES y otros organismos estatales no incorporados al presupuesto al Tesoro
Nacional.
Esta
desagregación permite una mejor evaluación de la sustentabilidad de las cuentas
públicas.
De
la información oficial surge que:
•
En el año 2001, el sector público nacional había alcanzado un pico de
desequilibrio fiscal que llegó al 2,7% del PBI.
•
En el año 2015, el déficit fiscal del sector público nacional fue del 4,1% del
PBI.
•
Si se excluyen las transferencias al Tesoro Nacional desde el Banco Central,
ANSES y otros organismos públicos extra-presupuestarios, el déficit fiscal en
el año 2015 asciende a 6,7% del PBI.
Estos
datos muestran que el desequilibrio fiscal del año pasado es récord en las
últimas décadas. Incluso es muy alto con relación a otros países que están en
crisis fiscal como, por ejemplo, Grecia (3,7%), España (3,4%) o Italia (3,7%).
Excluyendo
los ingresos extraordinarios, el desequilibrio más que duplica el déficit de la
crisis del año 2001.
Es
cierto que aparecen signos alentadores en el primer mes del año.
Prueba
de ello es que se reduce el déficit primario, que es el que se computa antes
del pago de intereses de deuda, y además, después de mucho tiempo, no fue
necesario apelar a la emisión desde el Banco Central para cubrir el
desequilibrio.
De
todas formas, la situación sigue siendo muy crítica, especialmente cuando se
considera que esa fragilidad se reproduce, sólo con diferencias de matices e
intensidad, en la mayoría de las provincias y municipios.
El
diálogo entablado entre las autoridades nacionales y los gobernadores es una
muestra de madurez democrática y esperanza de que se comiencen a encontrar
soluciones.
Pero
es necesario que ese diálogo no se limite a buscar equilibrios entre las
diferentes jurisdicciones por una mayor apropiación de los recursos públicos.
Muy
por el contrario, el desafío más importante es consensuar medidas concretas
para dar racionalidad y equidad al sistema tributario y acciones que ayuden a
la Nación y a las provincias a sanear sus finanzas.
En
este plano, un tema ineludible es actualizar la organización de los sistemas
previsionales ya que tanto para la Nación como para las provincias que no
transfirieron sus cajas previsionales es el principal factor de
desestabilización fiscal.
Es
prioritario tomar las medidas que lleven a la construcción de un Estado
financieramente sustentable y altamente profesionalizado.
No se trata sólo
de que los ingresos sean suficientes para cubrir los egresos sino que los
impuestos sean menos regresivos y discriminadores contra la producción y que se
mejore la calidad del gasto.
Sólo
de esta manera el Estado dejará de ser una carga y pasará a ser el centro de
una estrategia de crecimiento con inclusión social como ocurre en las
sociedades más avanzadas.
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