Transgredir es
quebrantar o violar un precepto, una ley o una norma.
También actuar
en contra de una ley, pacto o costumbre.
El
que transgrede pone en escena lo que se oculta, por pudor o modelos de éxito o
conformismo y cuestiona la realidad, tal como se la conoce, y procura
cambiarla.
Es
bien conocido el experimento hecho con los monos sobre la creación de
paradigmas en el sentido que siempre se hizo así, para que lo vamos a cambiar.
No
importa si es mejor o peor, si podemos perfeccionarlo, dejémoslo como está.
No
se debe confundir la transgresión en el sentido de infligir la ley, con la
transgresión que desafía lo establecido, ya sea en su contenido, en su
estructura o en su lenguaje.
Desde
su etimología el término significa ir más allá de las normas o de lo aceptable
socialmente.
Se
puede transgredir en un modo convencional o en un modo más profundo, como una
transgresión positiva, que valga la
pena , que mejore y sea un avance o un progreso.
Todo
cambio se ha iniciado con una transgresión.
En
cuanto al lenguaje, las palabras no tienen el mismo significado para personas
diferentes, se tiñen de significado con las vivencias personales, con las
connotaciones propias y las experiencias.
Ni
que hablar de las connotaciones sociales de los términos, con las variantes y
las diferencias propias de pueblos, regiones o comunidades.
Además
hay que considerar que la transgresión reiterada y evidente en cuanto a las
normas puede significar dos cosas, o que la norma está fuera del sentir de la
población, o que hay incapacidad de la autoridad competente para garantizarla.
No
se debe transgredir sólo por violar la prohibición, sino para innovar, para
cambiar y proyectar hacia el progreso futuro, mejorando la situación.
Es
cierto que se genera inquietud e injusticia, el reclamo justo que se manifiesta
con piquetes, protestas o cortes, impide la libre circulación y pone en
conflicto a la sociedad y a sus miembros.
Por
eso hay que considerar que donde hay normas hay transgresiones, hecha la ley
hecha la trampa, y la manzana de Adán desde el mito bíblico nos señala la
primera transgresión.
Porque
para innovar es necesario vulnerar algunas normas, transgredir lo acostumbrado,
y eso lleva a modificar las normas vigentes sociales o jurídicas.
¿Cuál
es el límite de la transgresión?
En
sentido general el límite es la ética; si es inmoral sino hay transparencia la
transgresión es nociva.
Dice
Foucault que la transgresión es un gesto que concierne al límite.
El límite y
la transgresión se deben mutuamente la densidad de su ser.
La
transgresión no agota todo lo que ella es en el instante que franquea el límite, ella eleva
el límite hasta el límite de su ser.
En
el lenguaje la transgresión es lo contrario a lo políticamente correcto, y el
transgresor es quien no usa palabras correctas o adecuadas.
El
transgresor usa las palabras de acuerdo a la intención que le da a las misma,
llama a las cosas por lo que él entiende que debe denominarse sin atarse a
modos o normas en boga con los términos del lenguaje.
Modifica
el mismo y si es necesario crea modismos lingüísticos.
El
límite que propone Foucault es el que marca la tensión expresada en los
términos acatar-transgredir.
Es
una cisura muy lábil y estrecha.
El rango puede no ser una línea sino un
sector, y depende no sólo de lo que en realidad se transgrede, sino también de
la intención y de la calidad que expresa ella en sí misma como cambio.
La
vida fluye, la historia nos enseña que aunque es la misma, nunca es el mismo
río; ese fluir es dinámico, cambiante, y para nuestro bien y nuestra felicidad
debe ser factor de progreso y calidad.
Elías D. Galati
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