EDITORIAL
LA NACION
Los
más de siete años que duran los juicios para actualizar los magros haberes se
convierten en verdaderas penas de muerte para los litigantes
El
dicho afirma que "una Justicia lenta no es Justicia".
Ahora
bien, cuando la lentitud de la Justicia se posa sobre el fuero previsional, la
justicia lenta se convierte en pena de muerte.
En
la Cámara de la Seguridad Social agonizan 80.000 causas con sentencias de
primera instancia congeladas, donde cada expediente permanece alrededor de 17
meses antes de ingresar a las salas para el trámite del recurso de apelación
correspondiente (lo que insume dos años más de demora en promedio).
A
ello hay que sumarle las 30.000 causas que están en trámite en las tres salas.
Es decir que
110.000 jubilados sufren lo que en patología jurisdiccional se denomina
técnicamente "privación de justicia".
A
esto debemos agregar los miles de casos que ya tienen sentencia favorable de la
Corte -que llegaron al máximo tribunal debido a la estrategia de un Poder
Ejecutivo que apela sistemáticamente en todas las instancias para dilatar los
procesos.
En
definitiva, el promedio para que un jubilado acceda a la actualización de su
jubilación se estira a siete u ocho años hasta que se efectiviza.
De esta manera,
son miles los jubilados que mueren antes de poder cobrar el reajuste de sus
jubilaciones, convirtiendo al sistema previsional y a la justicia de Seguridad
Social en un rifle sanitario al servicio de un superávit fiscal utilizado
discrecionalmente en acciones ajenas a garantizar la calidad de vida de los
últimos años de nuestros abuelos.
Por
eso, resulta de suma trascendencia el pedido que formuló el presidente Mauricio
Macri al titular de la Anses, Emilio Basavilbaso, para ponerse al día con el
pago de las sentencias judiciales por actualización de haberes jubilatorios de
2003 a 2006, pero no sólo de las 50.000 sentencias firmes emanadas de la Corte
Suprema de Justicia.
La prioridad
será para los jubilados de entre 85 y 99 años, o que padezcan enfermedades
terminales o vivan situaciones extremas.
La
Corte Suprema ha profundizado el colapso del fuero con fallos que no ayudaron a
sentar criterios jurisprudenciales que hubieran agilizado los procesos, como
dar curso a las medidas cautelares en lugar de revocarlas.
Pero
mientras los beneficios de una Justicia rápida no llegan a miles de jubilados,
familiares de los miembros de la cámara son beneficiados por la discrecionalidad
y nepotismo en algunos nombramientos que violan el artículo 12 del Reglamento
para la Justicia Nacional que apunta a impedir designaciones en función de
parentesco, como sucede con la prosecretaria general de la cámara, Silvina
María Borghi, hija de la camarista -y actual presidenta Mabel Maffei de Borghi.
Cuando
se denunció el hecho de que la prosecretaria dependía directamente de la
presidencia de la cámara, es decir que la hija dependía directamente de su
madre, en un confuso dictamen la Dirección Jurídica General de la Corte Suprema
sostuvo que los funcionarios de la Secretaría General (secretario y
prosecretario generales) no dependían en forma inmediata de la presidenta de la
cámara, sino de la cámara misma.
Esta
interpretación tampoco despeja el vínculo de dependencia, ya que Mabel Maffei
es miembro de la cámara además de su presidenta, por lo que Silvina Borghi
continúa dependiendo de su madre en un claro acto de incompatibilidad
manifiesta.
También
el fuero sufrió una feroz persecución política por parte del gobierno
kirchnerista, que se ensañó contra los camaristas Luis Herrero y Emilio
Fernández, quienes fallaban a favor de las medidas cautelares, ordenándole a la
Anses que actualizara las jubilaciones de manera inmediata sin esperar los años
que demora el trámite ordinario. Ambos magistrados sufrieron un proceso de
pedido de juicio político durante años, hasta que el apoyo de la ciudadanía,
asociaciones profesionales de abogados, organizaciones intermedias vinculadas
al derecho y la falta de sustento del pedido hicieron que la denuncia fuera
desestimada.
El
camarista Herrero calificó de "escarnio
jurídico" y "trama
siniestra" al drama social del jubilados obligados a recurrir a la
Justicia para actualizar sus haberes y mencionó, entre varias de las causas, la
decisión política de la Anses de no aplicar los fallos de la Corte Suprema a
los casos análogos, y la decisión del máximo tribunal de "asignar efecto
individual a la sentencia Badaro y no expansivo, como habría correspondido, lo
que ocasionó el colpaso del fuero previsional".
La deuda que ese
sistema tiene con los jubilados, además de financiera, es moral y de enormes
dimensiones.
La
primera se salda priorizando las partidas presupuestarias para cumplir con los
fallos judiciales, debiendo sumarse el producido por la venta de las acciones
que la Anses posee en empresas privadas.
La
segunda requiere la sensibilidad política para terminar con el perverso sistema
de apelaciones que convierte el trámite de actualización de las jubilaciones en
un certificado de defunción.
En
este contexto, resulta muy valiosa la decisión del presidente Macri, al tiempo
que jueces como Herrero y Fernández, que
no fueron apoyados por sus colegas del fuero ni por la asociación que los
nuclea durante los cuatro años de impiadosa persecución a los que fueron
sometidos por el gobierno anterior, se convierten en la última esperanza de
cientos de miles de jubilados que, además de víctimas de la vejez, se tornan
rehenes de un perverso sistema previsional que se empeña en negarles su derecho
convencional y constitucional a un nivel de vida digno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario