Los encuestados la eligieron como la peor presidente.
Según la autora del artículo, su gobierno amparó las malas prácticas del pejotismo que tanto criticaba y financió su campaña con dinero sucio del narcotráfico.por GRACIELA OCAÑA / Ex titular del PAMI
Cuando conocí a Cristina a fines de los 90, ella era una destacada diputada nacional comprometida con la lucha contra la corrupción, impulsora de investigaciones de lavado de dinero y una reconocida denunciadora serial de los malos manejos del pejotismo.
Por eso, cuando llegó a la presidencia, tuve la expectativa -al igual que los millones de argentinos que la acompañaron con su voto- de que las ideas que entonces sostenía, se iban a plasmar en su gestión. Recuerdo el discurso con el que se presento en el Congreso de la Nación donde propició lograr acuerdos básicos que sostuviera una matriz productiva de crecimiento económico, un pacto educativo que permitieran a nuestros niños estar preparados para la era del conocimiento, una reforma institucional y de la Justicia para lograr mayor participación y transparencia.
Sin embargo, nada de esto sucedió.
Cristina durante su gobierno amparó las malas prácticas del pejotismo que tanto criticaba y financió su campaña con dinero sucio proveniente del nacotráfico, tal como hoy estamos viendo en la causa de la efedrina.
La educación argentina bajo varios puestos en las pruebas internacionales de calidad educativa. Propició reformas para controlar el poder Judicial, buscando generar una Justicia militante.
Permitió además, durante su mandato, el desarrollo de la más formidable corrupción estructural que haya conocido la Argentina.
Persiguió a periodistas, dirigentes opositores y hasta a los abuelos que querían comprar unos pocos dólares para sus nietos.
Sin embargo la primera medida que tomo cuando dejó la Presidencia fue dolarizar sus ahorros, algo que denostaba, por antri patria, desde sus discursos en el atril.
Para construir la Argentina del relato, no dudó en invertir miles de millones de pesos en medios de comunicación afines y periodistas militantes, ni vaciló al llevar adelante un programa como Fútbol para Todos, que utilizó como su propio aparato masivo de propaganda política.
Tampoco titubeó a la hora de destruir organismos reconocidos como el Indec, produciendo una distorsión en todas las cifras de la Nación.
De algunas de estas mentiras se beneficiaron, de forma directa, Cristina y sus funcionarios.
Este es el caso del falseamiento en los datos de crecimiento del país:
Muchos inversores de bonos -entre ellos, los Buitres- recibieron grandes ganancias a partir de estos números inflados.
Se contaban, en este grupo, la ex presidente y varios ministros de su gestión.
La exitosa abogada pasó de autodenominarse luchadora por la verdad a no poder explicar su patrimonio.
Permitió la instalación de bandas internacionales de narcotráfico, a las que directamente no persiguió. Fue partícipe de un saqueo estructural de la obra pública de la mano de empresarios amigos, con los que ahora comparte cita en Comodoro Py.
Cristina es la peor de todas porque pudo transformar a la Argentina apostando a cambios que sentaran las bases de crecimiento para los próximos doscientos años.
Sin embargo, eligió dar continuidad a lo peor del pasado, al toma y daca y a la destrucción de las instituciones públicas.
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