Sergio
Suppo
LA
NACION
El
duro monólogo opositor arropado por multitudes que marcharon durante todo el
mes pasado encontró anoche una respuesta pacífica pero enfática.
Esa
réplica pone un límite y fija un criterio:
El
Gobierno tiene quien lo defienda aun a pesar de la propia apatía en la que
suele encerrarse la administración de Mauricio Macri.
Las
concentraciones en el final de la apacible tarde del sábado resultaron lo
suficientemente masivas como para romper la distante desconfianza con las que
el Gobierno dudó en habilitarlas.
En la Casa Rosada hablaron durante varios días del temor a desmanes,
cuando en verdad la preocupación estaba atravesada por un cálculo político:
Perder
en la comparación con las multitudinarias protestas contra las políticas del
Gobierno que gastaron las calles porteñas.
Fueron miles los
trabajadores que fueron movilizados y millones de pesos los gastados en
trasladarlos y en garantizar su presencia.
El
clima cambió anoche por completo en el Gobierno.
De
Macri hacia abajo, al unísono, todo su equipo pasó de la inquietud a la
sorpresa hasta desatar los sentimientos. “Estamos llenos de emoción”, dijo un
funcionario de la primera línea del Gobierno.
“Este
país tiene un enorme futuro”, dijo el Presidente en la intimidad.
Hubo
lágrimas.
La
dimensión, pero en especial la forma espontánea con la que miles de personas
respondieron al llamado horizontal que repicó desde las redes sociales, es un
valor diferencial.
El
dato más contrastante, y quizá más importante, es que la manifestación de ayer
fue la primera en favor de un gobierno sin ser motorizada directamente desde el
poder.
Peor,
fue casi desautorizada desde la Casa Rosada.
Aun así, los
mensajes no dejaron de vibrar en los celulares hasta ganar una pulseada que
dejó de ser virtual para convertirse en un hecho político concreto.
Tal
vez pueda aceptarse como antecedente la concentración en la Plaza de Mayo que
el periodista Bernardo Neustadt convocó durante los primeros meses de la
presidencia de Kirchner.
En
todo caso, es un dato remoto y difícil de comparar.
Macri recibió
ayer un regalo que no tenía previsto.
Ese
envión anímico del que el Presidente anoche acusó recibo incluye un mensaje
directo hacia el resto de la dirigencia.
Los
que salieron de sus casas tuvieron como razones principales evitar que vuelva
el kirchnerismo, rechazar la violencia política y los paros salvajes.
El
repetido “vamos a volver” gritado en todas las marchas opositoras fue refutado
anoche en una movilización en las que las consignas que se hicieron notar eran
una respuesta al retorno de Cristina Kirchner y un claro signo de desaprobación
a su estilo político.
Otros
motivos recientes engrosaron la convocatoria.
La
lista es conocida y comienza por el cansancio con los piquetes y con las
huelgas interminables como las que llevan adelante los gremios docentes.
La
reivindicación explícita del terrorismo, en el acto del 24 de marzo, es otra
causa que convirtió en una marcha la indignación por el regodeo violento y la
glorificación de Montoneros y del ERP.
Esa
clientela que en 2015 se inclinó por Macri para interrumpir la hegemonía
peronista se manifestó para ahuyentar al “club del helicóptero”, al que se
asociaron desde el primer minuto varios de los más fanáticos seguidores de
Cristina.
Imposible
no encontrar entre estos adherentes de Macri la misma composición social que
sorprendió al kirchnerismo alertando su malestar con cacerolas.
Entonces
protestaban...
Anoche salieron a la calle para no tener que volver a hacerlo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario