Sinopsis e
interpretación de MARGARA AVERBACH
Como en sus
novelas, los protagonistas de El cuento de la isla desconocida, muy bien
traducido por Pilar del Río, son el amor y la comprensión humanos,
enfrentados
a un mundo autoritario y abusivo,
representado aquí por el rey y su castillo.
Saramago
plantea este conflicto básico desde el primer párrafo, donde ya aparecen el
hombre que pidió un barco, la mujer de la limpieza, el rey y el palacio (con
resonancias de Kafka).
Todo es
simbólico en El cuento de la isla desconocida, incluso el título que, como siempre
en Saramago, juega con el nombre de los géneros:
Aquí, cuento es cuento de contar y cuento de mentira, y la mezcla de ambos da como resultado una verdad inmensa.
Aquí, cuento es cuento de contar y cuento de mentira, y la mezcla de ambos da como resultado una verdad inmensa.
Saramago
está hablando de justicia, de política, de vida humana y lo hace a través de la
utopía, la mayor de todas las mentiras y la más necesaria.
La búsqueda
de la isla desconocida en un momento en que los poderosos dicen que ya no hay
islas desconocidas se convierte así en una aventura simbólica, heroica y
maravillosa que Saramago sazona con humor y obstáculos cotidianos
(la basura, la falta de voluntad de muchos, el desprecio de los que no comprenden el deseo de buscarla).
(la basura, la falta de voluntad de muchos, el desprecio de los que no comprenden el deseo de buscarla).
Y si se
acepta que, como es evidente, la isla representa una vida mejor, un nuevo
comienzo (la palabra utopía no aparece nunca en el cuento, pero la definición
de utopía lo recorre todo), es lógico que lo que se cuente sea un principio y
no un final, que la estructura sea de final abierto.
En el otro
extremo de ese final esperanzado, el palacio del que huyen los dos personajes
principales también está lleno de símbolos.
Las dos
sillas -el trono por un lado y la humilde banqueta de la mujer de la limpieza
por otro- repiten como en un espejo la oposición básica de la novela.
Así, el hecho de que el rey tenga que
sentarse en la silla de paja funciona como principio de esperanza porque
subvierte la jerarquía.
Pero el
símbolo central de la primera parte son las puertas.
La puerta de
los obsequios, donde está instalado el rey,
y la de las peticiones, que nunca quiere atender personalmente, son las dos primeras.
y la de las peticiones, que nunca quiere atender personalmente, son las dos primeras.
Pero hay una
más, la muy importante puerta de las
decisiones, que casi nunca se usa pero que lo define todo cuando la eligen.
Así, el
palacio y sus muchas entradas y salidas se convierten en un pozo de sentidos de
profundidad infinita.
Más allá de
los símbolos, lo más fascinante del relato es la forma en que Saramago combina
en él un tono general de cuento de hadas - impuesto no por la lengua-, sino por
los elementos narrativos:
Un rey, un palacio, puertas y peticiones, islas desconocidas con anacronismos permanentes y una base político social comprometida, totalmente contraria a la de los relatos con hadas y princesas.
Un rey, un palacio, puertas y peticiones, islas desconocidas con anacronismos permanentes y una base político social comprometida, totalmente contraria a la de los relatos con hadas y princesas.
La
combinación en sí parece posmoderna por la falta de conflicto, por la facilidad
con que conviven los distintos grupos de recursos y elementos.
Y sin
embargo, el fondo de esta obra de Saramago es
el conflicto.
Este está
presente en la mirada piadosa y comprometida de la voz narradora, que no es ni
imparcial ni indiferente y que proclama, como siempre en Saramago, su deseo de
dar un espacio escrito a los humildes, a los que viven del otro lado de la
historia oficial.
Es decir, a
las mujeres de la limpieza y no a los reyes.
Esta mezcla
diferente, particular, y la seriedad amarga y al mismo tiempo esperanzada que
tiñen: El cuento de la isla desconocida, son la marca de fábrica del gran
escritor portugués, concentrada aquí en la estructura económica y corta de un
cuento.
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