¿Es,
entonces, este gobierno igual al anterior?
Es una
pregunta todavía abierta.
El tiempo lo
dirá, a medida que los actuales funcionarios y los eventuales escándalos
obliguen a la Casa Rosada a definir qué camino quiere seguir con los propios:
aceptar las consecuencias de una verdadera reforma sistémica de la Justicia u
optar por el gatopardismo.
Por ahora,
otro periodista veterano de los pasillos tribunalicios, Tato Young, es quien hundió más el cuchillo con El libro negro de
la Justicia. Se centra en "Los Doce".
Los doce
jueces federales de Comodoro Py, donde
el hermano de un magistrado compra y vende favores, a un juez le adulteran
con ironía el nombre para incluir la palabra "coima" y todos aplican
"la lógica del gatillo".
Es decir,
"acumular causas para apuntar a políticos y someterlos".
Los rehenes,
otra vez.
Rehenes que
pueden sentirse liberados, pero que luego pueden caer otra vez.
Como cuando el entonces juez federal
Norberto Oyarbide sobreseyó en un trámite exprés al matrimonio presidencial
Kirchner, decisión que no apelaron los fiscales y quedó firme, a fines de 2009.
Pero que él
mismo ofreció reabrir, alegando "cosa juzgada írrita" (es decir, que
lo engañaron) a cambio de que el nuevo presidente, Mauricio Macri, no intentara
removerlo.
Ahora, si
éste es el panorama -incompleto y parcial- de la situación judicial, ¿cómo se
puede mejorar?
¿Qué se
necesita para iniciar un círculo virtuoso?
Pues no es
necesario inventar la rueda.
Alcanza con
aplicar las mismas fórmulas que ya funcionaron en otros países con
ordenamientos jurídicos similares al nuestro, sin introducirles retoques
"a la argentina" que las desvirtúen, como pasó con el Consejo de la
Magistratura o con la figura del arrepentido.
Basados en
la experiencia acumulada en la investigación "Lava Jato", los
fiscales brasileños proponen diez medidas para fortalecer la administración de
Justicia y combatir la corrupción.
Recomiendan
potenciar la prevención y transparencia, aumentar las penas previstas, acortar
los tiempos procesales y hacer más eficientes los recursos presupuestarios.
También,
reformar las pautas para la prescripción penal, reducir las posibles nulidades,
ampliar la prisión preventiva, extender la responsabilidad a los partidos
políticos y mejorar las herramientas para recuperar lo robado.
El
presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, plantea una visión
reformista, pero no sistémica.
Por eso, en
una de las últimas conferencias que brindó sostuvo que hace "diez
años" que el Tribunal alienta "la necesidad de transformar el Poder
Judicial", incorporar tecnología y avanzar con el expediente electrónico,
entre otras propuestas, pero que también se necesita llenar el "30 %"
de vacantes que, según estimó, existen en la Justicia.
Esos trazos
se complementan con las doce propuestas, entre otras posibles, que en la Argentina
difundió un grupo de organizaciones de la sociedad civil -de Poder Ciudadano y
la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), a la Asociación por
los Derechos Civiles (ADC) y la Fundación Directorio Legislativo- para impulsar
una "agenda de transparencia" con ideas que van más allá de la
situación judicial.
Siempre
directo, otro juez federal de Comodoro Py, Claudio Bonadio, salió al cruce de
las declaraciones del presidente Mauricio Macri, quien propuso entre las
reformas necesarias la eliminación de la feria judicial de enero o que los
tribunales trabajen a la tarde.
"Si éste es el punto de partida,
empezamos mal",
le respondió el juez.
El
magistrado argumentó su objeción con un punto concreto:
Si eliminan
la feria de enero, expuso, "el problema lo van a tener los
abogados cuando no se puedan ir de vacaciones nunca porque un juez les pone una
audiencia. Sólo en los grandes estudios con rotación de personal van a poder
tomarse vacaciones. Los demás, si quieren vacaciones, van a tener que ponerse
una verdulería".
Sin embargo,
todo esto -al igual que otras reformas más específicas planteadas por otras
entidades y expertos, locales e internacionales- es asunto ya conocido por
quienes tienen que saberlo.
Es decir,
por aquellos que toman las decisiones y pueden aprobar y activar los remedios
necesarios.
La pregunta,
entonces, no es qué hay que hacer.
La pregunta es si el sistema político
y empresarial que se beneficia del sistema judicial actual está dispuesto a
reformarlo a costa de perder su impunidad.
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