Una reflexión de la Cultura
Y la cultura
es la percepción que tenemos del mundo.
Raúl Pérez
Torres *
Nunca quiso escucharme.
La cultura
es el eje transversal de toda transformación revolucionaria.
Un pueblo
sin cultura solamente podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de
carro.
La nueva clase media olvida pronto a
quién posibilitó su ascenso y se convierte en estrella semanal del supermercado.
La
competencia empieza a ser la ideología de los más media, y el vestido de marca se transforma en su piel.
Dios es el
mercado, el centro comercial la nueva iglesia y el cliente su esclavo fiel.
La honradez, la lealtad, la
solidaridad, son lobos esteparios arruinados. El pueblo gordo de avaricia,
tambaleándose en la nueva realidad, no sabe qué hacer con lo que tiene…
Le han caído
del cielo los hospitales, las universidades, las carreteras, el trabajo, el
sueldo mensual, las pensiones.
Ahora si
puede carajear, ahora sí puede insultar, solazarse y manifestar su ego
escondido, ahora nadie le ningunea, puede hasta dilapidar y enseñorearse y
pervertirse, porque es su derecho.
Nadie le
quita su derecho.
El Estado
vigila y propone su derecho.
Se le
entregó el pez sin enseñarle a pescar.
Analfabeto de principios y de
símbolos.
Su egoísmo,
su individualidad, su mediocridad, su ambición, están garantizadas.
Nunca quiso escucharme.
Lo primero
que define y permite una transformación es la cultura.
Y la cultura
es la percepción que tenemos del mundo,
la forma en
la que accedemos al otro,
La
posibilidad de llenar el espíritu de una sensibilidad bondadosa, es la fuente de nuestro comportamiento y
la herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad, en la
comunidad,
el aprendizaje diario de la
generosidad y el respeto al otro.
En la
televisión denigrantes estereotipos de nosotros mismos,
en el cine
la manera más sofisticada de asesinar a tu padre,
en la
política falsos profetas,
en la administración pública
prestidigitadores del hurto, +
en la
escuela el implacable ejemplo de las
drogas,
en la familia la violencia y el
alcohol como un mueble más,
en la vida
cotidiana la grosería, el trato burdo, el insulto brutal.
Amores eternos que terminan en la
comisaría.
Deseos de
que a nuestros hermanos les azote otro terremoto por no pensar cómo uno.
Por eso hay
que llegar al pueblo con humildad,
por eso hay
que tocar sus resortes guardados para que salte su sensibilidad, por eso hay
que llenarlo de poesía y de música y de literatura y de teatro,
y de la sabiduría y el ejemplo de los
hombres y mujeres que construyeron la patria.
Por eso hay
que poner en sus manos el arte, la ética y la estética, porque, si para algo
sirve la cultura es justamente para eso, para sensibilizarnos, para hacernos
más comprensivos e incluyentes.
Nunca quiso escucharme.
Y ahora la
ceguera de un pueblo aturdido,
de un pueblo
al que no se le dio la oportunidad de abrir su corazón a la cultura,
da cabezazos, grita y blasfema,
sintiéndose olvidado y herido.
Dispuesto a sacarte los
ojos…
* Raúl Pérez
Torres es escritor ecuatoriano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario