Por
ROBERTO HERRSCHER (1)
SANTIAGO
– El 1 de diciembre tu tumba va a estar identificada:
Vas
a tener una placa con tu nombre y tus familiares van a poder llevarte flores,
van a poder rezar y tocar el borde tosco de la cruz blanca que guarda tus
restos.
Cuando
este viernes la Cruz Roja Internacional entregue en Ginebra los datos de casi
cien cuerpos enterrados en el cementerio argentino de las Malvinas, será el final de un largo camino.
Te
lo quiero contar, porque no lo viviste.
Lo
último que debiste haber sentido fue el chispazo de la bala que rompió tu
cráneo o paró tu corazón. Probablemente no tuviste tiempo de saber, a los 19
años, que tu vida se terminaba sin haberla casi vivido.
Caíste
sobre la escarcha y la turba húmeda del monte Tumbledown, o Dos Hermanas, o
Longdon,
los
montes que rodean lo que los británicos llaman Port Stanley y nosotros
llamábamos Puerto Argentino.
Era
la terrible noche del 11 al 12 de junio de 1982, cuando las tropas británicas,
bien apertrechadas, bien alimentadas y con anteojos de visión nocturna,
masacraron tu regimiento.
Fuiste
parte de un ejército hecho en su mayoría por chicos como vos y como yo, de 18 y
19 años, haciendo el servicio militar durante la dictadura del general Leopoldo
Galtieri.
Yo
vi fotos que muestran cómo te enterraron en el monte.
Tus
compañeros, aturdidos y muertos por dentro, te colocaban en fosas comunes, bajo
la mirada de los marines británicos.
Las
encontró el historiador Federico Lorenz 25 años después de la guerra, cuando
fue a Londres a buscar imágenes que mostraran lo que no habíamos visto, las
fotos que tomaron los británicos.
Ahí
estuviste hasta noviembre de 1982.
Con
la llegada del verano y el deshielo, el ejército británico decidió juntar los
cadáveres esparcidos por los campos de batalla en un cementerio que debía estar
lejos de la vista de los habitantes de las islas.
Así,
en febrero de 1983, el capitán Jeoffrey Cardoso, que hablaba español y mostró
una especial sensibilidad para la tarea, dirigió la recolección de cadáveres y
los llevó a lo que ahora es el Cementerio Argentino de Darwin.
De
los 649 muertos argentinos en la guerra, muchos perecieron en el mar, la
mayoría en el hundimiento del crucero General Belgrano el 1 de mayo.
Casi
la mitad de los 218 cuerpos enterrados en Darwin tiene nombre.
Pero
121, entre los que te encontrás, tienen como marca una frase que el capitán
Cardoso tomó de las tumbas de soldados anónimos ingleses de la Primera Guerra
Mundial:
“Soldado
argentino solo conocido por Dios”.
El
23 de abril de este año, Infobae compartió un documento histórico:
La
ceremonia, muy respetuosa, presidida por el obispo católico de las Malvinas, el
general a cargo de las tropas y el capitán Cardoso, en que se inauguró el
cementerio y te enterraron oficialmente con los demás “conocidos por Dios”: fue
el 19 de febrero de 1983.
El
cementerio de Darwin se había construido con la cooperación de la Cruz Roja
Internacional.
Del
lado argentino, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e islas del
Atlántico Sur comenzó a hacerse cargo de los viajes de familiares para visitar
las tumbas desde que un acuerdo diplomático durante el gobierno de Carlos Menem
permitiera la entrada de argentinos a las islas en 1991.
Para
cualquiera que visite el sitio donde estás enterrado, la imagen encoge el
corazón.
Desde
1998, lo preside una enorme cruz blanca que se eleva en el descampado, entre
suaves colinas barridas por un viento constante.
Debajo,
una Virgen de Luján, patrona de Argentina, con su manto celeste y blanco:
Fue
la forma que encontró la Comisión de Familiares de saltar la prohibición de
poner una bandera del país que, en la visión de los habitantes de las islas,
los invadió.
La
madre y los dos hermanos de mi compañero de armas Juan Ramón Turano viajaron al
cementerio de Darwin en varias ocasiones para ponerle flores a su tumba y
rendirle tributo.
El
marinero Juan Ramón tenía solo 17 años, era más joven que vos o yo.
Yo
ayudé a enterrarlo en bahía Fox el 26 de mayo, en medio de la guerra, y cuando
el equipo del capitán Cardoso llevó su cuerpo a Darwin, estaba identificado.
Fueron
viajes angustiosos, pero al menos pudieron rezar al pie de su tumba.
Tus
padres también fueron, pero eligieron al azar una de las tumbas anónimas.
Desde
hace años muchos padres piden que se identifiquen los cuerpos.
El pedido de que
la Cruz Roja realice la extracción de las muestras en el cementerio vino de la
muy activa agrupación de veteranos, el Centro de Excombatientes Islas Malvinas
de La Plata.
El
pedido interesó a un músico inglés, el fundador de Pink Floyd, Roger Waters,
autor de un álbum conceptual sobre la guerra de Malvinas, The Final Cut (1983),
muy crítico con el manejo de la guerra por el gobierno de Margaret Thatcher.
En
2012, de visita en Argentina para interpretar The Wall, sugirió a la entonces
presidenta Cristina Fernández pedir a la Cruz Roja que colaborara en la
identificación de los cuerpos.
Finalmente,
con el nuevo gobierno del conservador
Mauricio Macri, Argentina y Gran Bretaña acordaron colaborar con la Cruz Roja
para realizar las inhumaciones.
Por
la falta de comunicación con los familiares de los caídos en Malvinas, un mal
que los envenena desde hace 36 años, hay 20 familias que no pudieron ser localizadas.
Y
un puñado que no accedió a dar muestras de ADN.
Según
fuentes confiables, 98 familias sí dieron su consentimiento y serán estos 98 soldados muertos los que
recobrarán su identidad el 1 de diciembre.
El
director del Equipo Argentino de Antropología Forense, Luis Fonderbrider,
asegura que los cuerpos están en buen estado de conservación.
Algunos
incluso tienen objetos, fotos, cartas, que se devolverán a sus seres queridos.
Entonces
empezará el camino, con psicólogos y ayuda social, para informar a cada una de
las familias.
Será
a comienzos del año que viene cuando seguramente un auto oficial se detenga en
la puerta de la casa de tus padres.
Hace 36 años que
esperan.
Les dirán que te
identificaron.
Que hay una
tumba con tu nombre y que allí están tus restos.
Fue
su ADN el que propició el milagro de la ciencia.
Es
que no teníamos nada que nos identificara, de tan atropellada que fue la
operación Malvinas.
Ni
vos ni yo teníamos una plaquita de metal con nuestro nombre y documento.
Si
yo hubiera sufrido la muerte del marinero Turano, tal vez estarían haciendo
ahora el estudio con muestras de sangre de mis padres.
Desde el
empecinamiento de Antígona por dar un entierro digno a su hermano Polinices que
murió combatiendo contra el dictador en la Grecia antigua, el dar nombre a las
tumbas de los muertos es una muestra de humanidad y civilización.
En
Puerto Berrío en Colombia, en Iguala en México, en Rabinal en las montañas de
Guatemala y en las fosas comunes del franquismo en España, los familiares de
desaparecidos siguen buscando identificar a los suyos.
A
vos ya te encontraron.
Bienvenido,
camarada.
Tu
viaje terminó...
(1)
Roberto
Herrscher es profesor de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado de Chile
y es veterano de la guerra de las Malvinas.
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