El temor a las condenas desató en la Armada un grave
cruce de acusaciones internas
Quienes eran los más altos oficiales de la
fuerza cuando se extravió la nave se responsabilizan mutuamente por la pérdida.
Señalamientos por presunta negligencia y
ocultamiento de datos
Hugo Alconada Mon
LA NACION
La desaparición del submarino ARA San Juan
provocó un cisma entre los oficiales de más alta graduación de la Armada,
algunos de los cuales temen terminar en el banquillo de los acusados en un
juicio oral como ocurrió tras las tragedias de Once y de Cromagnon.
Esas acusaciones cruzadas fueron volcadas en
documentos calificados de "secretos" o "confidenciales",
cuyas copias obtuvo LA NACION.
Aparecen en ellos versiones encontradas y
denuncias mutuas por supuesta negligencia en la gestión de la crisis por la
pérdida del submarino, hace 40 días.
Además, incluyen desde cuestionamientos por
la aparente adulteración de actas y filtraciones de comunicaciones hasta la
supuesta intervención de teléfonos para eliminar mensajes enviados o recibidos
por WhatsApp.
En esos documentos aparece, además, la
inquietud acerca de quién filtró el mensaje "secreto" del San Juan,
del 15 de noviembre, que alertó sobre el ingreso de agua en el tanque de
baterías y un "principio de incendio".
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nuevos contactos
Para algunos, fueron suboficiales de Mar del
Plata; para otros, laderos del entonces jefe de la Armada en Buenos Aires, el
almirante Marcelo Srur.
Pero todos creen que por la misma razón:
Porque se temía un encubrimiento de lo que
pasó con el submarino y quiénes son los responsables de las 44 muertes.
Dos oficiales quedaron en particular bajo la lupa.
Son el comandante de Adiestramiento y
Alistamiento -el virtual número tres de la Armada, con asiento en la base naval
de Puerto Belgrano-, el contraalmirante
Luis López Mazzeo,
y el comandante de la Fuerza de Submarinos, capitán de navío Claudio Villamide,
máximo jefe de la base naval de Mar del Plata
y superior directo del jefe del ARA San Juan.
Ambos, López
Mazzeo y Villamide, continúan dentro de la Armada, pero suspendidos y
acusados de dos faltas disciplinarias gravísimas -arriesgar a la tropa y
negligencia en el servicio- que pueden
causar hasta su destitución, según surge de la resolución
"confidencial" 168/17, del 7 de este mes, a la que accedió LA NACION.
Firmada por el almirante Srur, esa resolución
consideró prima facie responsables a López Mazzeo y Villamide de
"arriesgar la integridad física de sus subordinados sin necesidad evidente
y por actuar con negligencia/imprudencia notoria y grave al no impedir que el
submarino ARA San Juan navegase con posterior a las severas anomalías
detectadas" en inspecciones previas
al viaje.
¿Qué anomalías?
Según reconstruyó la Auditoría de la Armada,
tanto el inspector general de la propia fuerza como el comandante del
submarino, Pedro Fernández, habían informado sobre problemas y materiales
faltantes en el submarino que no se subsanaron antes de su último y trágico
viaje.
"Esa falta de control y supervisión de ambas
autoridades navales", estimó Srur al
suspender a sus subordinados, habría causado "presumiblemente, la pérdida
de contacto definitivo" con el submarino.
Es decir, la tragedia.
Lejos de encaminar la situación, sin embargo,
esa resolución provocó una fuerte tensión dentro de la Armada.
López Mazzeo y Villamide recusaron a Srur, lo denunciaron por el delito de prevaricato -es decir,
el presunto dictado de una resolución arbitraria a sabiendas de que es injusta
o contraria a la ley- y apelaron sus suspensiones.
"La emisión de la resolución dictada por
la autoridad [por Srur] constituye por sus omisiones, su apresuramiento, su
parcialidad, su falta de fundamentos técnicos y de opiniones especializadas, un
auténtico prevaricato", replicó López Mazzeo en un escrito que presentó
ante la Armada y cuya copia también obtuvo LA NACION.
No sólo eso.
Mientras Srur les comunicaba su suspensión a
López Mazzeo y Villamide, al menos cuatro oficiales superiores de la Armada
decidieron pedir su retiro para no convalidar con su silencio esa resolución:
Los comandantes de la Flota, de la Aviación
Naval, de la Infantería de Marina y el jefe de Mantenimiento y Arsenales.
Ante esa reacción, Srur habría vuelto sobre sus pasos y le comunicó a López Mazzeo que
quedaba "sin efecto" su suspensión y la de Villamide, pero planteó
que también esos cuatro oficiales debían retirar sus pedidos de retiro.
"Estamos todos nerviosos", se habría excusado el entonces jefe de la Armada
en la madrugada del viernes 8 de este mes, según consta en el escrito que
presentó López Mazzeo.
Transcurrido el fin de semana, sin embargo,
Srur reafirmó su primera decisión el lunes 11 y la Armada suspendió a López
Mazzeo y Villamide, mientras que los otros cuatro oficiales se marcharon a sus
casas.
Pero el jefe de la Armada también comenzaba a
tener sus días contados.
Para Srur, Pedro Fernández tenía autonomía
como comandante del submarino para tomar múltiples decisiones, pero también
había alertado sobre los "riesgos" para el San Juan de participar en
patrulla de control de la pesca ilegal -misión
que no se habría reportado a Buenos Aires-, como también reportó que los
salvavidas y canisters para regeneración de aire del sumergible se encontraban
vencidos y que no había candelas
suficientes si se producía una emergencia a bordo.
Para López Mazzeo y Villamide, por el
contrario, Fernández tomó la decisión de continuar hacia Mar del Plata tras
reportar la "avería" aun cuando se le ofreció ir a un puerto más
cercano, desviarse a aguas menos profundas y ser escoltado, además de
descalificar la resolución de Srur por, entre otros motivos, utilizar
observaciones hechas sobre el submarino Salta como si fueran sobre el San Juan
para imputarles responsabilidades.
"Navegar con equipos antiguos o soportar
carencias o restricciones presupuestarias no significa que nuestros hombres
zarpen sin las condiciones de seguridad náutica correspondientes ni que algún
tripulante o técnico sostenga que se encuentra en buen estado un material o
elemento que no lo está", replicó López Mazzeo en su impugnación.
También defendió a toda la dotación del
submarino, incluido su comandante Fernández.
"No puede hoy defenderse", sostuvo, cuando parece que buscan responsabilizarlo
"de un acontecimiento que todavía no sabemos cómo ni porqué ocurrió".
Así, mientras Fernández corre el riesgo de
seguir los pasos del motorman en la investigación penal que siguió a la
tragedia de Once, el resto del escalafón de la Armada pugna por defender su
propio rol.
Porque todos ellos temen terminar tras las rejas.
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