Por TERESA SOFÍA BUSCAGLIA
El 2 de abril de 1982, cuando Argentina le
declaró la guerra a Inglaterra por las islas Malvinas, el capitán Geoffrey
Cardozo trabajaba en el área de Logística del Ministerio de Defensa de Gran
Bretaña, tenía 32 años y no sabía nada de construir cementerios.
Pero entendía del dolor y era creyente:
Eso fue suficiente para que se convirtiera en el militar
británico que le devolvería la dignidad y la identidad a cientos de soldados
argentinos muertos en Malvinas.
Cardozo es el hombre que, al finalizar la
guerra, viajó a las islas y se encargó de construir el Cementerio de Darwin,
donde hoy yacen más de doscientos argentinos; pero también el que hizo posible
que muchos de esos restos pudieran recuperar sus nombres décadas después.
Porque cada vez que enterraba un cuerpo sin
identificación pensaba en su familia.
“Pensé en mi madre, que me había dado un
abrazo muy fuerte cuando me fui. Pensé en cada madre con la imagen de la mía y
enterrar sin conocer a alguien fue muy difícil. Estas familias estaban muy
cerca de mí, en cada paso que daba”, cuenta
ahora Cardozo, una tarde de fines de marzo en Buenos Aires, de regreso de un
viaje a Malvinas donde acompañó a 210 familiares a reencontrarse con sus hijos
luego de 36 años, en el mismo cementerio donde él les dio sepultura.
De los 121 soldados argentinos que Cardozo
enterró sin nombre después de la guerra, apenas han podido ser identificados
noventa, y para eso tuvieron que pasar décadas.
El largo camino que llevó a esas familias a
reunirse con sus hijos involucró al Equipo Argentino de Antropología Forense,
al Comité Internacional de la Cruz Roja, al músico Roger Waters, a la ex presidenta
Cristina Fernández de Kirchner, a tres veteranos de guerra argentinos y a una
OSC.
Pero empezó con la empatía de un militar
inglés de apellido español y con su cuaderno de notas.
‘Nunca imaginé que pasarían tantos años’
Cuando la guerra de Malvinas terminó con la
derrota de Argentina, tras dos meses y medio de combate desigual, el gobierno
británico le encomendó al capitán Geoffrey Cardozo viajar a las islas para
mantener el orden entre las tropas inglesas y la población, que habían quedado
muy traumatizadas con los enfrentamientos.
A pocos días de su arribo, Cardozo fue a
inspeccionar los campos de minas y se encontró con los primeros cuerpos de
soldados argentinos.
“Para llegar al lugar yo tenía que tomar un
helicóptero, bajar una cuerda, cuidarme de no poner el pie en una mina y buscar
una identificación que finalmente no encontraba. Ahí me di cuenta de que tenía
un problema enorme”, dice.
Cardozo cuenta que informó de esta situación
a sus superiores y ellos decidieron cambiar su misión:
Le encomendaron que se encargara de los
cuerpos.
Él no sabía nada de construir cementerios,
así que buscó asesoramiento de empresas fúnebres inglesas y regresó a las islas
con los profesionales indicados.
A diez meses del inicio de la guerra, en
febrero de 1983, el capitán y su equipo pusieron punto final a la misión con la
sepultura de más de doscientos soldados argentinos, en un terreno donado por un
granjero de Darwin.
Más de un centenar de cuerpos no tenía
identificación.
Cardozo escribió sobre sus lápidas la leyenda:
“Soldado argentino solo conocido por Dios”.
“Soldado argentino solo conocido por Dios”.
Cada noche, durante mi operativo en Malvinas,
yo escribía todo lo que había hecho ese día y tomé notas de todo lo hallado en
cada cuerpo.
Lo hice diariamente, con mucha disciplina,
porque debía hacerlo, por el futuro de ellos.
“Al marcharme de las islas sentí un alivio
enorme por haber cumplido bien mi trabajo, pero también una frustración por
todos los chicos que no había podido identificar”, recuerda.
Ese informe fue escrito a mano y se
archivaron tres copias de él.
Una de ellas fue desempolvada en 2008, cuando
Cardozo conoció a tres excombatientes argentinos en un encuentro amistoso en
Londres.
Durante la reunión, el militar inglés
retirado supo que las familias de los 121 soldados no identificados nunca
habían obtenido una respuesta a su reclamo, y que esos padres iban envejeciendo
sin haber despedido a sus hijos.
Después del encuentro, Cardozo revisó sus
archivos de trabajo hasta que encontró un viejo sobre de papel madera que tenía
bien guardado.
Allí estaban esas páginas escritas a mano,
acompañadas de dibujos, diagramas y números.
Era su bitácora de campaña, donde había
anotado cada detalle de cada cuerpo que había enterrado, incluida su ubicación.
El día que los tres veteranos regresaban a
Argentina, al momento de despedirse de ellos, Cardozo les entregó ese
documento, que sería clave para el operativo de identificación de los soldados
sin nombre en el Cementerio de Darwin.
Aún tendría que pasar casi una década para
que pudieran llevarlo a cabo.
“En aquel momento de posguerra pensé que en
dos o tres años esos cuerpos serían exhumados por expertos argentinos para
saber quiénes eran. Nunca imaginé que pasarían tantos años y me di cuenta de lo
importante que fue enterrarlos con tanto profesionalismo. Usamos tres bolsas de
PVC para envolver cada uno de ellos, lo que permitió que se preservaran tan
bien, aún tanto tiempo después”,
explica Cardozo.
‘Ahora sí terminé mi trabajo’
Entre 2008 y 2016, el militar inglés acompañó
desde su país a los veteranos que regresaron de Londres con un documento y una
misión:
Encontrar a las familias de los 121 soldados
sin identificar.
Fundaron la organización de la sociedad civil
Nomeolvides
y a ella se sumó la periodista Gabriela Cociffi, cuyo trabajo fue esencial para
todo lo que lograrían años después.
Desde el retorno a la democracia en 1983
hasta 2012, ningún gobierno argentino quiso ocuparse de ellos.
Fue, insólitamente, el pedido que hizo el
músico Roger Waters durante su visita a Argentina el que movilizó a la entonces
presidenta Cristina Fernández de Kirchner a interesarse en la misión de la
organización y llevar el tema a la ONU.
Si bien Inglaterra no mantenía diálogo
diplomático con Argentina, la intervención del Comité Internacional de la Cruz
Roja hizo posible que, en diciembre de 2016, luego de años de negociaciones, se
firmara un acuerdo entre ambos países para llevar adelante una misión
humanitaria que llevaba décadas postergada.
El trabajo de exhumación para identificar los
cuerpos se realizó entre el 20 de junio y el 7 de agosto de 2017.
Al finalizar, los profesionales del Equipo
Argentino de Antropología Forense y el Comité Internacional de la Cruz Roja
destacaron que lo hecho por Cardozo fue tan importante como las pruebas de ADN
para lograr resultados.
Sin su informe y su minucioso trabajo de
construcción del cementerio, todo hubiera sido demasiado difícil.
El 26 de marzo pasado, 210 familiares de
soldados argentinos viajaron a las islas Malvinas para reunirse con sus hijos
después de 36 años.
La mayoría de ellos quedarán enterrados allí,
donde aquel joven capitán inglés les dio sepultura, esperando que algún día
llegara este momento.
Y él estaba allí para presenciarlo.
“Ahora siento mucha paz por ellos”, dice Cardozo.
“Ahora sí terminé mi trabajo”.
¿Cómo fue el encuentro de las familias con sus hijos ya
identificados?
Fue algo excepcional, fue un enorme alivio
para ellos.
Viajamos juntos en el mismo avión y he pasado
mucho tiempo con cada familia.
Al llegar al cementerio los observé desde
lejos y vi que los familiares caminaban a la puerta de ingreso con ritmo lento,
con caras tristes, con gestos de resignación, con una actitud de cansancio e
incertidumbre.
Sus pasos eran muy pesados.
Al llegar a cada una de las tumbas y leer las
placas con el nombre de sus hijos, se sentaron frente a ellas con lágrimas, en
profundo silencio.
Estaban acompañados de veteranos de guerra
argentinos, militares ingleses, autoridades de ambos países y, luego de la
ceremonia religiosa, pude ver a estas mismas familias que volvían por el mismo
camino pedregoso con caras de alivio, las cabezas en alto, con pasos más
ligeros y mucha paz en sus corazones.
¿Cómo piensa usted que seguirá este conflicto
diplomático?
Hace tres años, cuando vine a Argentina por
primera vez, recién me di cuenta de cuán importante es el tema Malvinas para
los argentinos.
Hablé con la gente, con los taxistas, con los
mozos en los cafés, compré libros sobre el tema y no sé si un inglés puede
darse cuenta de esto.
Tampoco sé si los argentinos pueden entender
lo que hay en el corazón de los isleños y lo que ellos sintieron con la guerra.
Creo que es muy importante comprender estas
cosas antes de buscar una solución.
¿Por qué sintió tanto compromiso e hizo un trabajo tan
cuidadoso al enterrar a los soldados argentinos en Malvinas?
Sentí que eran nuestros “chicos”.
Cuando digo “chicos”, para mí, no dejan de
ser hombres, soldados, héroes…
En inglés, entre los oficiales, nos referimos
a nuestros soldados como “chicos” porque tenemos una responsabilidad hacia
ellos.
Por eso, para mí, eran “mis chicos” en ese
momento.
Eran huérfanos y yo era la única persona que
se podía encargar de ellos.
Pero ahora… ahora tienen a sus padres...
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