"Argentina
es un país con héroes anónimos y sinvergüenzas famosos".
Edgardo
Antoñana
Sobrevivimos
al martes tan amenazadoramente negro y, en general, la crisis cambiaria parece
haber sido dejada atrás, al menos por el momento. Pero la sociedad, esa que
tanto adora a la mascota del título deberá ponerse a pensar en serio acerca de
qué país quiere habitar de aquí en más, ya que el anterior, el del gradualismo
en la transformación financiado mediante deuda externa, se probó absolutamente
inviable cuando Estados Unidos puso en marcha esa histórica aspiradora de
fondos mundiales que es la tasa de interés de los bonos de su deuda..
Está
lógicamente extendida la convicción de la necesidad de reducir el gasto
público, que para sostenerse requiere de mantener un nivel de impuestos que
impide el desarrollo normal y registrado de la actividad privada.
Aunque
no se hable demasiado de ello, la realidad nos dice que gran parte del precio
que pagamos por la energía y los combustibles corresponde a todo tipo de
tributos, esos mismos que robaron Cristóbal López, Fabián de Souza y Ricardo
Echegaray para financiar la expansión del grupo económico cuya nave insignia
fue Oil…
EDs
decir, si pudiéramos reducirlos, terminaría la discusión por las tarifas de la
luz, el gas y el agua, y la nafta y el gasoil podrían venderse a valores
comparables a los del resto del mundo.
Pero está claro
que donde más se percibe la enormidad de ese gasto es en los subsidios,
los salarios de
los empleados públicos
y en la gigantesca
masa de jubilaciones que el kirchnerismo regaló sin justificación alguna, como no fuera
poner en práctica el populismo e intentar seducir a una clase media que, en
definitiva, no lo acompañó.
Y
en esa imprescindible batalla veremos, precisamente, cuánto estamos dispuestos
a tolerar el indispensable ajuste.
Si,
sin razón, los que habitamos en las grandes ciudades padecemos enloquecedores
piquetes diarios, no quiero pensar qué sucederá cuando el Estado prescinda del
millón y medio de funcionarios de todo nivel o de los tres millones de
jubilados que Cristina Fernández puso injustificadamente sobre nuestras ya
cansadas espaldas de contribuyentes,
o
cuando la Justicia avance definitivamente sobre Hugo Moyano y sus camioneros.
Porque,
convengamos, la habitual hipocresía y la adquirida esquizofrenia que padecemos
piden a gritos que las autoridades repriman esas permanentes violaciones al
derecho a transitar libremente que todos tenemos, pero repudiamos
inmediatamente cualquier intento de ponerles coto. A quienes protestan de ese absurdo e ilegal modo, que forman bajo
banderas rojas con la estrella de cinco puntas y la imagen del Che Guevara,
habría que preguntarles que creen que les pasaría si intentaran cortar las
calles de La Habana, de Caracas, de Moscú o de Teherán.
La
crisis de la que acabamos de emerger, más o menos indemnes, ha servido
ciertamente al Gobierno, aunque fuera al costo de perder caudal político por
recurrir al denostado FMI: s
Se vio obligado a
aceptar una devaluación que ya se había mostrado más que necesaria,
licuó la deuda
estatal en pesos, mejoró la competitividad de nuestras exportaciones,
devolvió la
independencia al Banco Central y redujo la importancia relativa del costo de la
burocracia.
Pero
todos esos beneficios no serán gratuitos, ya que a corto plazo veremos
extenderse las protestas de los empleados estatales que, esta semana, fueron
encabezadas por tristemente famosos "metro delegados", los bancarios
y los "trabajadores de la educación" bonaerenses, todos kirchneristas
irredentos.
¿Estaremos
dispuestos a soportar más conflictos de ese tipo para tener algún futuro?
Un
ejemplo parecido de nuestra duplicidad mental se vincula a la seguridad
pública.
Todos, sin
excepción pero, en especial, los más pobres, estamos hartos de los delincuentes
que nos roban y matan con total impunidad.
Sin
embargo, reaccionamos repudiando a las fuerzas del orden cuando éstas simplemente
cumplen con su deber, como quedó demostrado en el caso de Santiago Maldonado,
el tatuador ahogado en Neuquén, cuya muerte se pretendió masivamente imputar a
la Gendarmería.
Esta
semana se "viralizó" un video filmado en una escuela de Brasil, cuando
un hombre armado apuntó, ignoro con qué fines, a los niños y a sus madres que
los esperaban a la salida:
En
segundos, una de ellas, policía de franco, sacó su arma reglamentaria y disparó
por sorpresa.
La
mujer fue condecorada, ascendida y se ha transformado en una estrella en un
país que padece nuestros mismos males…
Aquí
seguimos persiguiendo judicialmente a Luis Chocobar, que mató a un asesino
frustrado cuando desobedeció la orden de alto.
En
resumen, pedimos más seguridad, pero no aceptamos la represión del delito.
El
Gobierno recibió un gigantesco apoyo mundial…
Que
los Estados Unidos, Europa, Brasil, etc., se amontonaran para respaldar las
políticas de Macri y apurar una definición del Fondo favorable a la Argentina, tiene pocos antecedentes históricos.
Y
si a ello se le suma el éxito alcanzado por el primer llamado internacional del
programa de Participación Público-Privada en la construcción de infraestructura
(recordemos que las condiciones ofertadas fueron, en promedio, 33% inferiores a
los costos máximos previstos por Vialidad Nacional), podemos entender la
satisfacción que traslució la actitud del Presidente durante la semana.
Mauricio
Macri ha aprendido la lección y, por primera vez desde que Cambiemos llegó al
gobierno nacional, ha puesto en duda el método de comunicación que, sin duda,
le permitió ganar elecciones imposibles pero, quizás, no resultó útil para
administrar.
Como
siempre se ha dicho, la negociación es la base de cualquier democracia y, para
una coalición que carece de mayorías en las cámaras de Honorable Aguantadero,
resulta una esencial necesidad.
La
incorporación a la mesa de decisión de importantes figuras del radicalismo y de
la Coalición Cívica permitirá, sin duda, una mejor tracción entre la Casa
Rosada y la sociedad.
El
susto que pasamos hace pocos días repercutió también en la oposición, a pesar
de algunas posiciones -la idiota pretensión de regular las tarifas, por
ejemplo- adoptadas sólo para la foto.
El
abismo estuvo demasiado cerca como para ignorarlo impunemente, y tal vez todos
hayamos aprendido a jugar menos con fuego.
Los
gobernadores e intendentes deben entender, de una buena vez, que ahora la
perinola cayó en "todos ponen", y dejar de lado las actitudes que
convalidan la necesidad de apretar el cinturón siempre que no sea el propio; no
podemos seguir tirando manteca al techo mientras pedimos plata al mundo para
pagar esas insensateces.
Seguir
pretendiendo ejercer el poder con métodos populistas, con falsos e imposibles
regalos, sólo nos hará mantener el rumbo de degradación y decadencia que la
Argentina escogió desde hace más de siete décadas y que nos ha convertido casi
en un país inviable.
Bs.As.,
19 May 18
Enrique Guillermo
Avogadro
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