"Hay
una pasión tan devoradora, que no es posible describirla"
Se
traga a quien la contempla.
Se
estremece uno de sólo nombrarla.
Es
el gusto de lo absoluto.
Es
la carencia de resignación.
Si
se quiere, es posible felicitarse por ella, por lo que ese descontento pudo
engendrar de sublime.
Quien
tiene el gusto por lo absoluto renuncia con ello a toda felicidad...
¿Quién
resistiría ese vértigo, esa exigencia constantemente renovada?
Pero
todo depende de dónde se ubique ese absoluto.
Puede
estar en el amor, en la vestimenta o el poderío, y entonces aparecen Don Juan,
Byron, Napoleón.
Pero
también el hombre de los ojos cerrados, con quien uno se cruza en la calle y no
habla con nadie.
Quien
tiene el gusto por lo absoluto, a lo que podría ser su dicha, le exige siempre
más.
En
una palabra, el gusto por lo absoluto va acompañado por el vértigo por lo
absoluto.
Y
en ocasiones toma prestado el lenguaje del escepticismo
Pero
es porque – por el contrario – supone una fe total, profunda
"En la belleza, en
la bondad, en el genio"
Louis
Aragón, «El gusto de lo absoluto»
No hay comentarios:
Publicar un comentario