El
Argentino se queda tan tranquilo cuando le notifican que los encargados de
velar por su vida, su hacienda y su salud son unos delincuentes como si eso
ocurriera en la luna”.
El
peculado es un delito olvidado.
Olvidado
como delito: Ahora parece lo normal.
Los
romanos le llamaban pecus a la oveja y demos ganado, símbolo de riqueza, y
pecunia al dinero efectivo, a la plata.
A
la guita.
Siendo
pecunia el dinero, peculio se le llama en general a la riqueza, aunque en
particular peculio era la riqueza que reunía un esclavo.
El
esclavo ganaba un peculio economizando de su comida, o trabajando después de la
tarea dada por su amo.
Peculado
se le dijo al hurto de los bienes de los esclavos o, en general, a la sustracción de caudales públicos hecha por
quien debe administrarlos.
El que le roba a
un esclavo es un canalla.
El
que le hurta al Estado nos hurta a todos.
Un
16 de Diciembre de 1993 en la Provincia más antigua del país se produjo lo que
se llamó el “Santiagueñazo” que tuvo su
momento culminante en las jornadas del 19 y 20 de Diciembre que lograron
voltear al gobierno de De la Rua.
Piqueteros y
clase media despojados de sus ahorros unidos tal vez por primera vez abriendo
una nueva etapa de luchas.
El
gobierno Nacional de Menem intervino Santiago del Estero.
Hubo
una reacción popular en contra del peculado.
El
pueblo pretendía castigar a los que mediante negociados, dietas exageradas,
nombramientos de ñoquis, comisiones para financiar campañas electorales, se
quedan con sus dineros.
Fue
tal la indignación que el pueblo aplaudió que se interviniera el Poder
Legislativo, a pesar de que la mitad de sus miembros, por ser recién electos,
no podían considerarse culpables de nada.
Pero se lo
condenó a todo el sistema por vérselo envuelto en el mismo peculado.
Poco
después, en abril, el pueblo levantó la pena votando por los mismos partidos de
los que habían surgido los condenados en diciembre.
Esta
actitud no es nueva.
Lamentablemente
todavía persiste.
Don
Rodolfo Irazusta, periodista y político.
Fundador
del Nacionalismo Argentino y tal vez el primer laico que defiende en este siglo
la religión católica y a su iglesia, en un artículo publicado en "La Nueva
República", nos advertía que la opinión pública, en aquellos tiempos, ya
estaba curada de espanto.
"Sabe de
sobra que la corrupción administrativa es la regla gubernamental en el orden
nacional como en el provincial.
Los
escándalos no son otra cosa que liquidaciones temporales provocadas por las
alternativas políticas y cuyas consecuencias mayores llegan hasta la
destitución y temporal encarcelamiento de algún modesto funcionario.
El
argentino se queda tan tranquilo cuando le notifican que los encargados de
velar por su vida, su hacienda y su salud son unos delincuentes como si eso
ocurriera en la luna”.
Se
pregunta la razón de esta indiferencia, extrañísima y sorprendente.
El más repugnante
de los delitos que comete un funcionario es el peculado.
¿Una
corrupción colectiva del sentido moral?
Algo
de eso podrá haber, aunque Irazusta recordara la reacción moral que lo desplazó
a Juárez Celman en el 90.
Lo
imagina al peculado como una lógica consecuencia del sufragio universal.
Los
electores saben lo que ellos harán si gobernaran.
El
voto traduce su interés inmediato.
Que
circulo inagotable es la vida… “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es
pasar”, cantaba Serrat sobre las letras de Machado...
Y
nuestro Enrique Santos Discépolo, el gran compositor, músico, dramaturgo y
cineasta argentino no estaba tan equivocado con su Tango
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
jorgeloboaragon@gmail.com
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