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Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 10 de octubre de 2018

“…Un delito Olvidado


El Argentino se queda tan tranquilo cuando le notifican que los encargados de velar por su vida, su hacienda y su salud son unos delincuentes como si eso ocurriera en la luna”.

El peculado es un delito olvidado.
Olvidado como delito: Ahora parece lo normal.
Los romanos le llamaban pecus a la oveja y demos ganado, símbolo de riqueza, y pecunia al dinero efectivo, a la plata.
A la guita.
Siendo pecunia el dinero, peculio se le llama en general a la riqueza, aunque en particular peculio era la riqueza que reunía un esclavo.
El esclavo ganaba un peculio economizando de su comida, o trabajando después de la tarea dada por su amo.
Peculado se le dijo al hurto de los bienes de los esclavos o, en general, a la  sustracción de caudales públicos hecha por quien debe administrarlos.
El que le roba a un esclavo es un canalla.
El que le hurta al Estado nos hurta a todos.

Un 16 de Diciembre de 1993 en la Provincia más antigua del país se produjo lo que se llamó el “Santiagueñazo” que  tuvo su momento culminante en las jornadas del 19 y 20 de Diciembre que lograron voltear al gobierno de De la Rua.
Piqueteros y clase media despojados de sus ahorros unidos tal vez por primera vez abriendo una nueva etapa de luchas.

El gobierno Nacional de Menem intervino Santiago del Estero.
Hubo una reacción popular en contra del peculado.
El pueblo pretendía castigar a los que mediante negociados, dietas exageradas, nombramientos de ñoquis, comisiones para financiar campañas electorales, se quedan con sus dineros.
Fue tal la indignación que el pueblo aplaudió que se interviniera el Poder Legislativo, a pesar de que la mitad de sus miembros, por ser recién electos, no podían considerarse culpables de nada.
Pero se lo condenó a todo el sistema por vérselo envuelto en el mismo peculado.

Poco después, en abril, el pueblo levantó la pena votando por los mismos partidos de los que habían surgido los condenados en diciembre.
Esta actitud no es nueva.
Lamentablemente todavía persiste.
Don Rodolfo Irazusta, periodista y político.
Fundador del Nacionalismo Argentino y tal vez el primer laico que defiende en este siglo la religión católica y a su iglesia, en un artículo publicado en "La Nueva República", nos advertía que la opinión pública, en aquellos tiempos, ya estaba curada de espanto.
"Sabe de sobra que la corrupción administrativa es la regla gubernamental en el orden nacional como en el provincial.
Los escándalos no son otra cosa que liquidaciones temporales provocadas por las alternativas políticas y cuyas consecuencias mayores llegan hasta la destitución y temporal encarcelamiento de algún modesto funcionario.

El argentino se queda tan tranquilo cuando le notifican que los encargados de velar por su vida, su hacienda y su salud son unos delincuentes como si eso ocurriera en la luna”.
Se pregunta la razón de esta indiferencia, extrañísima y sorprendente.
El más repugnante de los delitos que comete un funcionario es el peculado.
¿Una corrupción colectiva del sentido moral?
Algo de eso podrá haber, aunque Irazusta recordara la reacción moral que lo desplazó a Juárez Celman en el 90.
Lo imagina al peculado como una lógica consecuencia del sufragio universal.
Los electores saben lo que ellos harán si gobernaran.
El voto traduce su interés inmediato.

Que circulo inagotable es la vida… “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”, cantaba Serrat sobre las letras de Machado...
Y nuestro Enrique Santos Discépolo, el gran compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino no estaba tan equivocado con su Tango


Dr. Jorge B. Lobo Aragón
jorgeloboaragon@gmail.com

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