"Los
países son expresiones geográficas y los Estados son formas de equilibrio
político.
Una
patria es mucho más y es otra cosa:
Sincronismo de
espíritus y corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición
para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor
de la humillación y en el deseo de la gloria.
Cuando
falta esa comunidad de esperanzas, no
hay patria, no puede haberla:
Hay que tener
ensueños comunes,
anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la
seguridad de que al marchar todos en pos de un ideal, ninguno se quedara en
mitad del camino contando sus talegas.
La
patria está implícita en la solidaridad sentimental de una raza y no en la
confabulación de los politiquitos que medran a su sombra.
No
basta acumular riquezas para crear una patria:
Cartago
no lo fue.
Era
una empresa. Las áureas minas, las industrias afiebradas y las lluvias
generosas hacen de cualquier país un rico emporio: se necesitan ideales de
cultura para que en el haya una patria.
Se
rebaja el valor de este concepto cuando se lo aplica a países que carecen de
unidad moral, más parecidos a factorías de logreros autóctonos o exóticos que a
legiones de soñadores cuyo ideal parezca un arco tendido hacia un objetivo de
dignificación común.
La patria tiene
intermitencias: su unidad moral desaparece en ciertas épocas de relajamiento,
cuando se eclipsa todo afán de cultura y se enseñorean viles apetitos de mando
y de enriquecimiento.
Y el remedio
contra esa crisis de chatura no está en el fetichismo del pasado, sino en la
siembra del porvenir, concurriendo a crear un nuevo ambiente moral
propicio a toda culminación de la virtud, del ingenio y del carácter.
Cuando
los intereses venales se sobreponen al ideal de los espíritus cultos, que
constituyen el alma de una nación, el
sentimiento nacional degenera y se corrompe la patria es explotada como una
industria.
Cuando
se vive hartando groseros apetitos y nadie piensa que en el canto de un poeta o
la reflexión de un filósofo puede estar una partícula de gloria común, la
nación se abisma.
Los
ciudadanos vuelven a la condición de habitantes.
La
patria a la de país.
Eso
ocurre periódicamente: como si la nación necesitara parpadear en su mirada
hacia el porvenir.
Todo
se tuerce y abaja, desapareciendo la molicie individual en la común:
Diríase que en
la culpa colectiva se esfuma la responsabilidad de cada uno.
Cuando
el conjunto se dobla, como en el barquinazo de un buque, parece, por
relatividad, que ninguna cosa se doblara.
Solo
el que se levanta y mira desde otro plano a los que navegan advierte su
descenso, como si frente a ellos fuese un punto inmóvil: un faro en la costa.
Cuando las
miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de
cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria:
“de
todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella."
Extraído
de "El hombre mediocre" de José Ingenieros.
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