Por Christian Sanz
Cuando
la política es corrupción... y perversión...
Leopoldo
Raúl Guido Moreau ganó incipiente notoriedad esta semana (Octubre, 2018) después de haber
denunciado que había policías infiltrados en los incidentes periféricos al
Congreso Nacional —en el marco del debate del Presupuesto— agitando a viva voz
una foto que era… ¡de 2017!
Quienes lo
conocen, no se sorprendieron.
Es
un personaje surgido del surrealismo argento, que sabe regalar papelones por
doquier.
Como
cuando justificó el ataque al periodista Julio Bazán, aun cuando él mismo es
presidente de la Comisión de Libertad de Expresión.
En el mismo
sentido, su incontenible verborragia lo llevó a ser procesado por
discriminación luego de injuriar al legislador del PRO Waldo Wolf por su origen
judío.
Sin
embargo, lo más sorprendente fue verlo convertido en kirchnerista luego de
haber sido un duro crítico de Néstor y Cristina.
Por
caso, en el año 2006 sostuvo que
"Kirchner pierde la noción de tiempo y espacio, debería avergonzarse por
su apoyo al Pacto de Olivos,y a la privatización de YPF y a la reelección de
[Carlos] Menem y por "seguir los consejos de [Domingo] Cavallo, su asesor
financiero de entonces".
Dos
años después, insufló tras bambalinas el voto “no positivo” de Julio Cobos para
tumbar el intento de los K de incrementar las retenciones móviles al campo.
Ciertamente, sus contradicciones no deberían sorprender:
Critica
duramente al macrismo por la supuesta represión que lleva adelante, olvidando
su propio devenir en los días de la dictadura militar.
En
esos idus, Moreau supo trabajar en diario La Opinión, mientras su propio dueño,
Jacobo Timerman permanecía detenido por los uniformados.
Fue
en 1977, cuando el general Teófilo Goyret intervino de facto el periódico y
expulsó a buena parte de los trabajadores.
¿Por
qué Moreau no fue parte de la eyección?
La
respuesta la contó TDP en esta nota.
Los
días de periodismo para él se terminaron justo al momento de llegada la
democracia.
A partir de
1983, Moreau supo acomodarse a la teta del Estado, sin solución de continuidad.
Casi
siempre, hasta el día de hoy —con pequeñas excepciones—, vivió del dinero
público.
No
obstante, la “diferencia” dineraria la logró gracias a los sobresueldos que le
pagaba el narco lavador Alfredo Yabrán, al igual que a muchos otros
legisladores, tanto radicales como peronistas.
A
cambio de ese dinero, Moreau hacía lo que le ordenara el extinto empresario
postal.
Por
ejemplo, fogonear la denuncia del escándalo IBM-Banco Nación.
Se
trató de una maniobra a través de la cual Yabrán intentó contrarrestar los
embates de Domingo Cavallo.
Dicho
sea de paso, participaron de la misma opereta los periodistas Daniel Hadad y
Bernardo Neustadt, ambos —también— a sueldo del empresario postal.
Fue
una jugada brillante, porque los principales “alfiles” del cavallismo aparecían
implicados en ese hecho de corrupción y debieron abandonar sus ostentosos
cargos durante el menemismo.
Volviendo
a Moreau: en algún momento creyó que podía ser presidente y se animó a
presentarse como candidato.
Fue
para las elecciones del 27 de abril de 2003.
No
le fue muy bien: obtuvo 2,34 % de
votos.
Un
poco antes, en su libro La prueba, del año 2001, Juan Gasparini aseguró que
Moreau fue uno de los presuntos beneficiarios de los sobornos en el Senado de
la Nación, destapados durante el gobierno de La Alianza.
El
referente radical protestó públicamente entonces, pero desistió de querellar al
periodista en la Justicia.
Pasaron
los años y, como se dijo, Moreau decidió abrevar en el kirchnerismo, merced a
su entonces yerno, Leandro Santoro, a quien él mismo ayudó a acomodarse en la
Legislatura porteña.
Fue
entonces que tomó reimpulso y decidió fundar el Movimiento Nacional
Alfonsinista, el cual poco después se alió al kirchnerato.
Por
suerte, Raúl Alfonsín no llegó a vivir para ver algo semejante.
Basta
recordar que en agosto de 2006, el otrora presidente radical sostuvo que los
Kirchner encabezaban "una campaña" para "reinventar la
historia" de los 70.
Finalmente,
quien superó a Néstor y Cristina, aquel que está decidido a reescribir los
setenta, es su propio ex delfín, el
siempre camaleónico Moreau.
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