Claves
de la Argentina populista.
Elena
Valero Narváez
Cristina
Kirchner dejó claro, para el que sabe escuchar, que es una enemiga de una
república democrática.
Es
una excelente alumna de Juan Domingo Perón.
En
estos días luego del discurso de Cristina Kirchner en la contra cumbre ha
vuelto a instalarse la posibilidad de que la ex presidente vuelva a tener la
oportunidad de ser candidata a la presidencia o por lo menos, dirigir el
destino del partido peronista.
A quienes la
escuchamos con atención no se nos pasó su crítica al sistema de poderes, asunto por demás preocupante.
Aseguró
que era obsoleto seguir rigiéndose por los tres poderes por la antigüedad que
tenían.
Quién se
operaría hoy,
señaló la ex mandataria, con los instrumentos de 1879 cuando no existía ni la
luz ni el automóvil.
Atacó al Poder
Judicial, sobre todo.
Hay
que cambiar, demandó, esas estructuras que ya no representan a las nuevas
fuerzas y patrocinar, en cambio, un gobierno nacional y popular.
Un
gobierno que acepte y congregue a todos los lesionados por el neoliberalismo,
para ella, una construcción capitalista
que va contra la solidaridad social y no acepta que el Estado intervenga en la
salud, la economía y la justicia.
Achacó
la inflación, la falta de trabajo y la injusticia social a políticas
individualistas propias de gobiernos como el del presidente Reagan y el del
presidente Macri en la actualidad.
Sin nombrarlos,
comparó con Hitler a los presidentes Bolsonaro y Trump.
Criticó
a la prensa contraria a su gestión de gobierno.
Recordemos
como intentó manejarla mediante la pauta oficial o la entrada triunfal de
Moreno, en una Asamblea del diario Clarín, con cámaras para mostrar, sin pudor,
el patoterismo oficial, y a los periodistas que se obligó a despedir.
De
muestra tenemos mucho más que un botón.
Cristina
Kirchner dejó claro, para el que sabe escuchar, que es una enemiga de una república democrática.
Es
una excelente alumna de Juan Domingo Perón.
Pretende
usar el mecanismo democrático para llegar otra vez al poder.
Lo
anuncia: no gobernará respetando a
los tres poderes.
También,
dejó claro el método para lograrlo.
Es
tributaria de la corriente que apoya la beneficencia desde el Estado que
disminuye la creatividad al disminuir la libertad y hacer psicológicamente
dependientes a los hombres.
Su
receta no ha cambiado:
Controlar a la
sociedad civil aumentando el poder del Estado.
Ocurrió
en Cuba y se ha intentado en varios países de América Latina:
Destruir
la democracia donde podemos elegir lo mejor o peor, ya que es un sistema de
aprendizaje que puede eliminarse a sí mismo y conseguir almas serviles, que se
inclinen ante el poder.
Si
avanza el Estado, disminuye la libertad de la sociedad, es lo que no saben,
quienes aceptan su tutela.
Con
democracia, en cambio, el Estado disminuye, porque implica más responsabilidad
de cada uno, arreglarse por sí solos, tan criticado en el discurso.
Pero
esto implica que el que es libre de elegir su destino, si le va mal no puede
quejarse.
El miedo a la
libertad hace que se espere todo del Estado, sin medir las consecuencias.
En
nombre de la igualdad social, Cristina, como todos los dictadores, pretenden
convertir a las personas en peones de una maquinaria atroz:
Un Estado
sobredimensionado que tiene un plan por lo cual obliga al ciudadano a hacer lo
que le dice,
de lo contrario no se puede cumplir.
Es
lo opuesto al sistema democrático-capitalista que no obliga, permite elegir.
Lo
sabe Cristina, perdió las elecciones y no desea conservarlo.
Quiere
acercarse al ideal mussoliniano:
Todo dentro del
Estado, nada fuera de él.
En
situaciones de crisis, inclusive en una familia, el poder se concentra, es una
ley sociológica, cuando el grupo es atacado el poder tiene que concentrarse,
inevitablemente, porque es una cuestión de supervivencia.
Cristina
aprovecha, las circunstancias que estamos viviendo, de descontento social por
los problemas económicos, para despotricar contra el sistema.
Y
tiene a su favor, que no haya un sistema de partidos consolidado que promueva
un acuerdo para luchar contra la concentración del poder.
Cuando
no existe ese acuerdo, cuando parte del sistema político está a favor de ello,
se abre el camino hacia la violencia, la arbitrariedad ,y a una cada vez mayor
protección del Estado, por lo que se le confiere el derecho a obligar.
Los
favores del Estado pesan.
En
Argentina no se aprendió la lección que dio la URSS, el crecimiento del Estado
es diabólico.
La
relación entre el Estado y la sociedad civil enseña a ver muchos problemas.
Los
que aman la libertad y al sistema que la sostiene debieran tenerlo en cuenta no
sólo a la hora de votar…
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