Presentarse
a elecciones podría debilitar a la ex presidenta, pero quedarse en el Senado no
resuelve el tema de su hija
La
estrategia electoral de Cambiemos de cara a los comicios de este año parte de
una hipótesis que los principales líderes de la coalición gobernante
prefirieron convertir en axioma: enfrente habrá un kirchnerismo radicalizado,
liderado por la ex presidenta.
Es
necesario que la vieja grieta, surgida hace más de una década durante la
revuelta del campo y atenuada ahora por el lógico desgaste y, en especial, por
el fracaso de la gestión, recupere su vigor para polarizar una vez más a la
opinión pública.
Pretenden
de este modo galvanizar las preferencias de, al menos, un número crítico de
votantes que, sumado al piso que mantiene Macri a pesar de la crisis, permita
ganar el ballottage aunque sea por un margen mínimo, como ocurrió en 2015.
Frente
a este escenario, CFK intenta manejarse con disciplina, prudencia y cierto
criterio.
Cierra
acuerdos en las provincias, se mantiene bastante callada, se reúne con
múltiples referentes políticos y sociales y hace que sus voceros se encarguen
de diseminar ideas como que "es otra persona", que "está
abuenada" o que "se encuentra trabajando por la unión nacional".
Una
curiosa e infrecuente (y tal vez inconsciente) autocrítica:
Sugiere
que la "otra Cristina", la de antes, no solo no era buena, sino que
su liderazgo dividía (como en efecto ocurrió) a los argentinos.
Esos
ingentes esfuerzos no lograrán convencer al largo tercio más
anti-K/antiperonista que constituye la base más sólida y fiel de Cambiemos,
quienes se mantienen inmutables aun frente al pedido de clemencia por la salud
de su hija que por estos días CFK diseminó por las redes sociales.
Pero
apuntan a reconquistar, como ocurrió entre 2009 y 2011, al segmento heterogéneo
y menos politizado de la sociedad, que luego de la mencionada revuelta fiscal
por la resolución 125 y de haber votado por candidatos de oposición en 2009,
volvió a apostar por Cristina, que obtuvo el recordado 54% en 2011.
La
expansión económica fue clave para motivar ese giro.
¿Esta
dura recesión inflacionaria y la volatilidad del dólar podrían ayudarla en esta
coyuntura tan compleja?
Para
beneplácito de los estrategas del oficialismo, la ex presidenta y muchos de sus
seguidores se encargan de manera casi cotidiana de que ese abnegado esfuerzo
sea, generalmente, en vano.
Es
cierto que Cristina prefiere ignorar el patético colapso político, económico y
ahora también energético de sus aliados y socios chavistas para no entrar en la
trampa que le plantan desde el Gobierno.
Pero
sus dramas personales y familiares la inducen a cometer groseros errores, tal
como se puso en evidencia con el desesperado intento de voltear la causa de los
cuadernos que ella misma se encargó de adelantar desde su banca de senadora.
Sobre
todo, porque aquella maniobra en nada hubiera podido afectar al resto de los
casos judiciales en los que es investigada, incluyendo los que afectan a su
hija Florencia y que le generan una especial y entendible preocupación.
Por
eso denuncia una supuesta "inexistencia del Estado de Derecho" para
rechazar in toto las investigaciones sobre los casos de corrupción, que
considera una persecución personal.
Por
si esto fuera poco, sus adláteres echan sal en las heridas de los sectores
moderados e independientes.
Francisco
"Paco" Durañona, intendente de San Antonio de Areco, propuso una
original reinterpretación del republicanismo:
Una
Corte Suprema militante que convalide las iniciativas de un próximo gobierno
nacional y popular.
Días
atrás, Roberto Feletti había adelantado la política económica de una eventual
nueva gestión K, que contempla la profundización del ya extremo
intervencionismo estatista de los anteriores mandatos, una de las principales
causas de la actual crisis.
Hasta
el propio Alberto Fernández confesó hace un tiempo que extrañaba el cepo...
Algunos
observadores sugieren que CFK podría optar, a lo Evita, por un renunciamiento
histórico y excluirse del proceso electoral.
¿O
bien autoexiliarse en Cuba?
Esto
implicaría un cambio dramático en el curso de esta elección y fortalecería las
chances del peronismo moderado.
No
faltan razones para justificar semejante decisión.
Una
derrota la dejaría mucho más débil de lo que está: se trataría de la quinta en
diez años (las anteriores fueron las de 2009, 2013, 2015 y 2017) y de la cuarta
consecutiva.
Pero si
triunfase, a lo Pirro, volvería para presidir una Argentina ingobernable.
Los
mercados monitorean con obsesión la evolución de los sondeos y los resultados
de las elecciones provinciales.
Cualquier
posibilidad efectiva de un retorno de CFK dispararía una corrida cambiaría y
bancaria de dimensiones homéricas.
En
un clima de absoluta desconfianza, la devaluación, la inflación desbordada y la
fuga de capitales empujarían al país a un nuevo default en el marco de una
crisis financiera que costaría muchísimo revertir.
¿Qué
haría con el programa acordado con el FMI, cuyos vencimientos comenzarían a
poco de iniciarse su gestión?
En
el plano internacional, ¿querrá profundizar sus peleas con Estados Unidos, en
un escenario en el que la aún principal potencia mundial está congelando las
cuentas de los familiares y entenados de los jerarcas bolivarianos?
Si
emulase al último Alan García y abandonase el populismo para abrazarse al libre
mercado, arruinaría el legado que tanto aprecia y perdería el apoyo que aún
mantiene.
Y
si profundizase su modelo, el caos con el que llegaría al gobierno se tornaría
aún peor.
La
suerte de Macri parece entonces depender menos del hasta ahora frustrante ciclo
económico que de la decisión que vaya a tomar su principal adversaria política
y, por el momento, única contrincante con chances de disputarle la reelección.
Algunos sospechan que podría estar negociándose una suerte de pacto de
impunidad frente a los escándalos de corrupción que la involucran y que están
siendo investigados.
¿Entre
quiénes?
¿Con
qué clase de reaseguros?
¿Quién
puede garantizarle a la ex presidenta que, si facilita el retorno del peronismo
al poder, con el candidato que sea, su suerte en la Justicia sería menos
esquiva?
"La
evidencia está: en la mayoría de los casos la instrucción ha sido impecable y
las causas tienen una dinámica casi imposible de detener", sugiere un
veterano penalista.
¿Existen
acaso posibilidades de otorgar un indulto sin antes completar el debido proceso
y probar los delitos que se le imputan? Suponiendo que eso fuese tolerado por
la opinión pública, no parece ser legalmente posible, al menos en el corto y
mediano plazo, de acuerdo con nuestra jurisprudencia: debería antes haber una
condena.
En
consecuencia, coordinar en la práctica algún tipo de contubernio que garantice
la impunidad parece casi imposible.
Dicho
argumento puede constituir una oportuna chicana para el debate electoral a los
efectos de continuar polarizando a los votantes, pero no parece estar
fundamentado en información probada ni en mecanismos efectivos que garanticen
su implementación.
Cristina
Fernández de Kirchner se encuentra en una encrucijada dramática:
Si
participara de la elección, podría salir debilitada, cualquiera que sea el
resultado.
Como
si hubiera caído en un pantano:
Su
opción menos mala parece ser quedarse inerme en el Senado y aspirar a conseguir
de sus colegas el mismo tratamiento que obtuvo Carlos Menem.
Pero
eso no resuelve la situación de sus hijos.
¿Habrá
preferido erigir su propia Puerta de Hierro en el Caribe?
Sergio
Berensztein
Ilustración:
Alfredo Sabat
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