Tres
palabras que definen el malhumor empresario con CFK, Macri y Lavagna
Por
Bernardo Vázquez
La
crisis actual, el oscuro pasado y el futuro repleto de nubarrones motivan un
descontento general del empresariado con la clase política.
“El
peor año de mi vida”.
Así
de crudo describe un empresario a 2018.
No
suena exagerado.
Lo
siente.
Se
nota en su manera de contarlo.
El
año que pasó lo atravesó, lo hizo pedir la hora semana tras semana para que
llegara el ansiado viernes, lo llevó al extremo de no saber si iba a poder
pagar los sueldos en fecha y a estar
frente a un abismo permanente de tomar decisiones que derivaran en despidos.
Un
estrés insoportable, difícil de lidiar, provocado en buena medida por una
economía en crisis, con índices de actividad negativos, una inflación de casi
50% y una suba del precio del dólar superior al 100%.
Casos
como ese hay sobrados en todo el país.
Algunos,
incluso, han llegado a extremos como intentos de suicidio frente a un contexto
que suponían irreversible.
Pero
más allá de cuestiones personales, se percibe un estado de ánimo general que
invade al empresariado, especialmente en el sector Pyme y que se define en tres
palabras:
Desilusión,
temor e incredulidad.
La
clase política es la que genera este cúmulo de sensaciones, que ya no sólo
incluye un malestar en la sociedad en general sino en un actor fundamental que
pertenece al círculo rojo, como el sector empresario.
Que no le cree a
nadie.
Ni
al oficialismo, ni a la oposición, ni a una tercera opción de gobierno que hoy
se busca instalar como superadora a la grieta.
El
gobierno de Mauricio Macri representa para muchos empresarios una decepción
inconmensurable, una oportunidad perdida de cambiar y dar el salto de calidad
que se viene esperando desde hace décadas.
“Prometió bajar
a un dígito la pobreza y sigue arriba del 30%”, detallan, frustrados.
Si
bien no se adjudican al Presidente, por su pasado al frente de compañías, como
parte del sector que ellos representan, sí reconocen que era una esperanza de
“algo diferente”, que finalmente nunca se concretó.
Admiten
el peso de la herencia recibida, pero, a la vez, se sorprenden por la
ingenuidad de un gobierno de CEOs que asumió el Ejecutivo sin una dimensión
real del daño hecho.
Esa
desilusión, no obstante, todavía no
logra hacer diluir una postura que, aún más permeable a cambiar, no está
dispuesta a volver a un gobierno populista como el que encarnó Cristina
Kirchner, sobre todo, en su segundo mandato.
Ahí
es donde la desilusión pesa menos que el temor de un regreso del kirchnerismo
al poder.
Las
decisiones político-económicas, pero
en especial el maltrato recibido de 2011 a 2015, generan ese nudo en el
estómago que se les hace a los empresarios de sólo pensar en un regreso de CFK.
Es
el límite que se fijan, y si hay que sostener a un gobierno que no funciona
pero que representa una opción liberal como el actual, se hará apoyando en las
urnas.
Como
tercera figura se impone la incredulidad que genera una, valga la redundancia,
tercera alternativa que no los termina de convencer.
No
le creen a esa opción.
Ni
a Roberto Lavagna, con todo su expertise para surfear crisis, ni al resto de
los integrantes de Alternativa Federal, léase Sergio Massa, Juan Manuel
Urtubey, Miguel Pichetto, u otros actores importantes del denominado peronismo
blanco.
La
advierten como una estructura indefinida, sin una forma clara, de la que
desconfían para salir de una situación crítica como la actual.
Ni Macri, ni
Cristina, ni Lavagna, es la síntesis de un sector del empresariado, que
mira las elecciones con expectativas, pero todavía por el espejo retrovisor.
La
prioridad, por ahora, es estar al día con los sueldos y no tener que achicar
por el recurso más sensible y valioso:
El humano...
No hay comentarios:
Publicar un comentario