La
verdadera grieta nació antes de la llegada de Macri a “las grandes ligas”.
Antes
que nada, amigo lector, comparto con usted la satisfacción de haber llegado a
la columna dominical número 500, sin pretensión de autobombo. Simplemente 11
años y 500 columnas tratando de ponerle un poco de onda a esta catástrofe que
supimos conseguir.
Pero
también 11 años y 500 columnas repitiendo una y otra vez la misma gansada de
siempre:
Subordinación
a la ley, división de poderes, construcción de una República como única manera
de organizarnos para convivir, crecer y alcanzar algún nivel de bienestar, y
políticas de Estado a mediano plazo con acuerdos políticos para implementarlas.
O sea, 11 años y 500 columnas fracasando olímpicamente.
Durante
muchos años, todo este verso no era tan explícito porque uno estaba más
focalizado en ver si había alguna chance de evitar la destrucción de nuestra
democracia.
Pero
desde que en 2015 se fueron los chavistas y nos relajamos, la tarea de
evangelizar sobre la necesidad de acuerdos políticos se hizo más insistente.
Inútilmente insistente.
Estoy
seguro de que cuando llegue el segundo semestre me van a dar más bola.
La
primera nota salió un domingo 29 de junio de 2008 y se llamó “Siamo tutti
nervosi, anche il gatto”.
El
título aludía al estado de nervios en el que vivíamos luego de la crisis del
campo, la 125 y el voto no positivo de Cobos.
Aquellos
días de furia, gritos, insultos y ataques cruzados desde todos los sectores
llegaron para quedarse.
Sin
darnos cuenta se acababa de abrir la famosa grieta, una de las pocas cosas
exitosas que hicimos los argentinos en el siglo XXI.
La
frase original que inspiró el título de esa primera nota era “In questa casa
siamo tutti nervosi, anche il gatto” y la saqué de un cuadrito que mi viejo
había colgado en un pasillo de casa, cuando yo era chico.
Reflejaba
exactamente el espíritu familiar.
Muchos
años después me sirvió para reflejar el espíritu del país.
Hoy
está más vigente que nunca, incluido lo del Gato.
Comentario
al margen, cuando mi viejo colgó ese cuadrito jamás imaginó que con los años
íbamos a tener un presidente al que llamaríamos “el Gato”, y que ese presidente
iba a ser Mauricio Macri, el hijo de Franco.
Mucho
menos se hubiera imaginado que el tipo iba a llegar a la Rosada ganándole un
ballotage a Daniel Scioli, el de la lancha, el hijo de Scioli.
Y
muchísimo menos aún hubiera pensado que, tiempo después, uno de los principales
opositores con pretensiones de candidato iba a ser Marcelo Tinelli, el de Ritmo
de la Noche.
Mi
viejo llegó hasta Menem, que ya de por sí era difícil de creer como para poder
imaginar la locura que nos esperaba.
Todo
este disparate nos parece normal porque, después de doce años de delirio
kirchnerista, ya estamos acostumbrados a ver cualquier cosa.
Pero
para alguien que se murió hace 23 años, ver esto desde el cielo debe ser
asombroso.
De
aquellos nervios de 2008 llegamos a estos nervios de 2019 que ya nos hacen la
vida francamente insoportable, a veces llegando al absurdo.
Por
ejemplo, esta semana se conoció que hay un grupo de whatsapp de taxistas y
pasajeros kirchneristas.
Se
llama “Solo viajes K”.
Juro
que esto es posta (hace 11 años que me la paso jurando que las cosas increíbles
que nos suceden son posta).
Es
un grupo de taxistas kirchneristas que llevan pasajeros kirchneristas.
El
organizador del grupo aclaró que también llevan pasajeros no kirchneristas
porque según dijo “si solo lleváramos kirchneristas nos moriríamos de hambre”.
Ya de por sí, esto nos da una pista de cómo viene el kirchnerismo para las
próximas elecciones.
Si
yo fuera uno de esos tacheros aprovecharía la grieta y armaría también otro
grupo que se llame “Solo viajes anti K”.
De
ese modo, cuando te llama un macrista, sacás la foto de Gardel, ponés la de
Mauricio y llevás al pasajero gorila con Spotify al palo escuchando “Ciudad
Mágica” de Tan Biónica.
En
cambio, cuando te sube el K, sacás el gato de la luneta, colgás la estampita de
Néstor y ponés música de Copani a todo lo que da.
Ahí
podés medir el grado de lealtad que tiene ese pasajero para la liberación.
Posiblemente
el tipo te diga que está todo bien o por ahí le agarra un ataque de locura y te
dice:
“Yo
estoy a muerte con Cristina pero por favor no me lleves de acá hasta Boedo
escuchando “Cuanta mina que tengo” porque me tiro del taxi en Díaz Vélez”.
En
el vértigo de esta locura perdimos la capacidad de entender la esencia del
problema que nos divide.
Quienes
creen que la grieta es entre kirchneristas y macristas se equivocan.
En
realidad, la grieta es anterior al macrismo.
Cuando
en 2008 Cristina habló por cadena nacional de los piquetes de la abundancia,
del yuyo, de las 4x4 mientras Moreno le hacía a Lousteau aquel gesto de
degüello apoyado por los chicos de Carta Abierta, todavía no existía Macri.
El
tipo era un primerizo en la política, venía de Boca y acababa de ganar la
jefatura de gobierno de la ciudad.
No
jugaba en las grandes ligas.
En
realidad, la verdadera grieta, si es que existe, nació entre el kirchnerismo y
el anti kirchnerismo, independientemente de Macri.
Tal
vez como resabio de la vieja antinomia peronismo/anti peronismo que, para
cuando llegaron los Kirchner, parecía superada.
Es
más, si lo miramos fríamente podríamos decir que acá nunca hubo ninguna grieta.
Sólo hubo un
grupo de dirigentes que entre 2003 y 2015 intentó, desde el Estado Nacional,
llevarse puesta la República.
Y
un montón de ciudadanos dispersos que se la bancaron como pudieron.
Como
consecuencia de eso, años después, ganó Macri.
Durante
el kirchnerismo, de un lado estaba el control absoluto del Ejecutivo, el
Legislativo, el Judicial, la Policía, las Fuerzas Armadas, la SIDE, la AFIP, la
Aduana, los medios públicos y todos los recursos económicos del Estado
Nacional.
Del
otro lado estaba Nico Wiñazki.
Yo
a eso no lo llamaría grieta y mucho menos “dos bandos”.
De
hecho, parece mentira que todavía haya que estar explicando que cuando uno de
los dos bandos es el Estado, no hay dos bandos.
Eso
ya lo aprendimos hace mucho tiempo con el terrorismo de Estado.
Cierro
este párrafo con un pequeño detallecito: así y todo les ganó Wiñazki.
De
modo que, puestos a pensar en el estado de nervios con el que vivimos, podríamos
empezar a dejar de lado la falsa antinomia macrismo/kirchnerismo y ver si
escapamos hacia adelante.
Aquella
división entre los que usaban el Estado Nacional para llevarse el país por
delante y los que estaban en el llano bancándosela, se ha transformado en una grieta mucho más clara y simple entre los que
apoyan a Maduro y los que defienden valores democráticos y republicanos.
Eso
sí, puestos a elegir entre veranear en Miami o en Caracas estamos todos del
mismo lado.
Son
bolivarianos pero no boludos.
Precisando
más la idea, podemos decir que de un lado están los PRO, los radicales, los de
la Coalición Cívica, los peronistas de siglo XXI, los renovadores, los
socialistas, los del GEN y muchos más que debaten por un país más democrático y
republicano.
Del otro lado,
sólo quedan Cristina con Parrilli y sus astutos.
Mauricio
Macri: “Dicen que esto se arregla creciendo, ¡¿y quién no quiere crecer?!”
Esto
acota el problema y debería ayudarnos a bajar la intensidad del conflicto.
Si
no fuera por el dólar, no sería tan difícil.
De
eso hablaremos otro día.
¿¿Y
vos gato??!!!
¿Siamo
nervosi??
Hasta
la nota con Majul, te banco el personaje enérgico.
Pero
lo del CCK ya fue mucho.
No
es necesario.
Para
presidente loco que nos grita hay una que lo hace mucho mejor.
Vamos,
calma macho.
Falta
menos.
Y
usted amigo lector, gracias por estar ahí.
Acá
seguiremos atados al palo mayor, tratando de que toda esta muchachada la
entienda de una buena vez
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